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Estilo de vida

La sorprendente razón psicológica de llegar siempre tarde

Existen tantas razones para la falta de puntualidad como personas habitualmente tardías, y las razones subyacentes pueden ser complejas.

Todos hemos conocido a alguien que tiene la costumbre de llegar tarde a todas partes, aunque se programe para llegar a tiempo, siempre tiene una excusa para todo: se le presentó un problema con el coche, había mucho tráfico o una llamada de último minuto. Sin embargo, la psicoterapeuta Philippa Perry quiere comprender si esto tiene una base psicológica, por lo que escribió un artículo para “The Guardian” en el que planteó las posibles razones por las que los individuos llegaban tarde a su destino.

Según el informe, las personas que llegan siempre tarde no se dan a sí mismas la importancia que merecen, como si pensaran que es imposible que los demás noten su ausencia, como si estuvieran convencidas de que no marcan la diferencia. Pero si esta teoría se aplica bien en contextos sociales, ¿por qué los que llegan tarde pierden aviones, trenes y autobuses? Según Perry, incluso en estos casos la explicación funciona: «Es como si pensaran: ‘Si valgo algo, ese tren me estará esperando’. Y si eso no ocurre, se refuerza la sensación de no valer mucho».

¿Cómo reconocer a este tipo de personas?

Sencillo: «Suelen ser personas alegres y exageradamente optimistas», explica la psicoterapeuta. Por ejemplo, tienen una percepción excesivamente optimista de las distancias: están convencidos, por ejemplo, de que llegarán al restaurante desde la oficina en menos tiempo del que realmente tardan. Y esto se agrava si el lugar al que hay que llegar está cerca. La editora de mi libro y yo a veces tomamos un café juntas cerca de su despacho y siempre llega siete minutos tarde», explica Perry, «aunque se vaya a la una». Supongo que cree que se ha teletransportado para encontrarse conmigo a esa hora porque está charlando con los colegas y esperando el ascensor y luego llega tarde.

Otras razones para llegar constantemente tarde son la dificultad de dejar una actividad y empezar otra. «Dejar de hacer algo que nos absorbe para hacer otra cosa puede ser molesto. Requiere fuerza mental», explica el psicoterapeuta. A algunas personas este esfuerzo les resulta más pesado que a otras y por eso tardan más en ponerse en marcha.

En conclusión, el riesgo es que, al llegar siempre tarde, parezcas egoísta a los ojos de la gente que es puntual. ¿Cómo puede perdonarnos un amigo que lleva 30 minutos esperando en el coche? ¿Cómo no van a estar enfadados por el tiempo que hemos perdido? «Las personas puntuales creen que un impuntual puede decidir ser puntual y comportarse en consecuencia», afirma Perry.

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Veronica Pereira