¿Cuántas veces se masturban las mujeres al año en comparación con los hombres?
¿por qué sigue causando tanto revuelo y cómo podemos normalizarlo? En este espacio exploraremos esas respuestas de forma directa y sin filtros.

Hablar de masturbación femenina puede seguir siendo un tema incómodo o incluso tabú en diversas sociedades, pero los estudios y especialistas coinciden en algo: es una práctica natural, saludable y llena de beneficios tanto físicos como emocionales. Desde mejorar el sueño hasta aliviar el estrés, este acto de autoconocimiento va más allá del placer. Aun así, prejuicios culturales y falta de educación sexual perpetúan mitos que restringen la conversación abierta sobre el tema. Entonces,
La prevalencia de la masturbación femenina
La masturbación femenina ha sido históricamente un tema marcado por mitos y estigmas, lo que ha dificultado un análisis abierto hasta hace poco. Aunque se reconoce que es una práctica natural y saludable, su frecuencia y aceptación varían considerablemente entre regiones y culturas. A continuación, exploramos las cifras globales y regionales, así como la evolución de tendencias según estudios recientes.
Cifras globales y por regiones
Un estudio global realizado en 2023 por Womanizer, que incluyó a 14,816 personas de 11 países, arrojó datos reveladores sobre la brecha de masturbación entre géneros. En promedio, los hombres se masturban 166 veces al año, mientras que las mujeres lo hacen solo 70 veces. Esto refleja una diferencia del 57.7% conocida como la “brecha de masturbación”, que ha crecido con respecto al 47% registrado en 2022.
En términos regionales, los números varían significativamente:
- Estados Unidos lidera en frecuencia femenina, con un promedio de 90.5 veces al año.
- Francia, por otro lado, reporta la cifra más baja, con apenas 48.7 veces anuales.
- En el Reino Unido, las mujeres se ubican en un punto intermedio, con un promedio de 65 veces por año.
Además, el estudio reveló que un 25% de las mujeres a nivel mundial no se masturban, en contraste con solo el 11% de los hombres. Estos datos muestran cómo factores culturales, religiosos y económicos influyen notablemente. Por ejemplo, en países con índices de religiosidad más altos o educación sexual limitada, las tasas de masturbación femenina suelen ser más bajas.
Evolución de las tendencias
A medida que la conversación sobre la sexualidad femenina se vuelve más abierta, las tasas de masturbación entre mujeres han mostrado un aumento gradual. En la última década, investigaciones indican que las mujeres mayores de 35 años y aquellas con menores niveles de religiosidad son más propensas a masturbarse. Esto se relaciona también con mayores niveles de educación y poder adquisitivo.
En regiones como España, los datos demuestran un cambio notable. Según una encuesta reciente, el promedio de masturbación para mujeres españolas alcanzó las 90.2 veces al año, un aumento frente a cifras de años anteriores. Este crecimiento puede atribuirse a la normalización del tema en medios de comunicación y redes sociales, así como a un cambio intergeneracional en la percepción de la sexualidad.
Sin embargo, no todo muestra un panorama positivo. Por ejemplo, el impacto de factores como el estrés económico o la falta de tiempo puede reducir la disposición de las mujeres a masturbarse. En Francia, se ha sugerido que un aumento de los desplazamientos laborales y menos tiempo personal contribuyen a tasas más bajas.
Estos números y cambios en tendencias no solo arrojan luz sobre cuánto se masturban las mujeres, sino sobre qué tan libres se sienten de hablar al respecto. Esto plantea una pregunta importante: ¿Se está logrando realmente una mayor igualdad en la manera en que hombres y mujeres entienden y practican su sexualidad?
Factores que afectan la práctica de la masturbación femenina
La masturbación femenina, aunque cada vez más comprendida como una práctica natural y saludable, sigue estando influenciada por diversos factores que limitan su frecuencia y aceptación. Resulta interesante analizar cómo los aspectos sociales, biológicos y de estilo de vida impactan en esta actividad íntima y personal.
Factores sociales y tabúes culturales
Los tabúes culturales y las expectativas sociales suelen jugar un papel crítico en las actitudes hacia la masturbación femenina. En muchas culturas, el placer femenino se ha mantenido como un tema marginal, limitado por estándares de género que perpetúan la idea de que el cuerpo de la mujer es un objeto más que una fuente de placer personal. Esto no solo genera sentimientos de culpa o vergüenza, sino que limita la discusión abierta sobre el tema, incluso dentro del ámbito familiar.
El impacto de estas ideas se ve reflejado en las estadísticas globales. Mientras que el 70% de los hombres admiten masturbarse con frecuencia, las cifras en mujeres son considerablemente menores, en gran parte debido a la presión cultural y la falta de educación sexual adecuada. ¿El resultado? Muchas mujeres crecen sin explorar o comprender por completo su propia anatomía y deseos.
Impacto del nivel de libido
El nivel de deseo sexual o libido también es un factor determinante en la frecuencia de la masturbación. Aunque es algo que varía individualmente, están involucrados aspectos como las fluctuaciones hormonales, el estado emocional y la edad. Por ejemplo:
- Cambios hormonales como los que ocurren durante el ciclo menstrual o la menopausia pueden aumentar o disminuir el deseo sexual.
- El estrés elevado, que afecta tanto física como mentalmente, puede disminuir significativamente las ganas de autoexploración.
Además, existen factores biológicos específicos, como un historial de disfunción sexual o el uso de ciertos medicamentos, que también pueden interferir con la libido. En este punto, es clave recordar que la masturbación no es un indicador universal de la sexualidad de una persona, sino un reflejo de su conexión personal con su cuerpo y sus deseos.
Restricciones del tiempo personal
La falta de tiempo, algo especialmente común en mujeres que equilibran múltiples roles como el trabajo, la maternidad y responsabilidades familiares, es otro obstáculo importante. Para muchas, encontrar un momento privado para dedicarse al autocuidado puede sentirse casi imposible. Este límite no solo afecta la frecuencia de la masturbación, sino que también termina por reforzar la desconexión con uno mismo.
Otro problema es que, en una sociedad que glorifica estar “ocupado”, priorizar la sexualidad personal puede ser visto como un lujo innecesario en lugar de una necesidad emocional y física. La realidad es que la masturbación femenina no debería competir por espacio en una agenda apretada; debería tener un lugar integrado y natural en el cuidado personal.
Reconocer estos factores nos invita a reflexionar sobre las barreras –a menudo invisibles– que existen y cómo pueden superarse para fomentar una relación más positiva con nuestro propio cuerpo.
Perspectivas históricas y religiosas
Hablar de la masturbación femenina implica revisar no solo los factores actuales que afectan su percepción, sino también analizar cómo las creencias del pasado y las influencias religiosas moldearon esta práctica a lo largo de la historia. Lo que hoy entendemos como una forma de autodescubrimiento y placer fue, en su momento, un tema de escándalo, críticas médicas y juicio moral.
Creencias médicas del pasado
Los antiguos paradigmas médicos presentaron un panorama oscuro sobre la masturbación. Durante los siglos XVIII y XIX, varios médicos aseguraban que este acto podía causar daños irreparables al cuerpo y la mente. Un ejemplo notable es el médico suizo Samuel-Auguste Tissot, quien en 1758 publicó un tratado donde vinculaba la masturbación con enfermedades como la ceguera, la infertilidad e incluso crisis nerviosas. Este tipo de afirmaciones no solo perpetuaron el miedo, sino que también alimentaron intervenciones cuestionables, como los tratamientos para la “histeria femenina”, donde los ginecólogos utilizaban métodos invasivos y humillantes.
Curiosamente, estas teorías fueron aceptadas durante décadas, a pesar de carecer de bases científicas sólidas. Incluso, las mujeres que se masturbaban eran diagnosticadas con “desviaciones sexuales”, lo que refleja las profundas desigualdades de género en la medicina de la época. En algunas culturas, llegaban a circular mitos como que crecían vellos en las palmas de las manos por hacerlo, o que conducía al deterioro social y moral.
Aunque estas creencias ahora son vistas como absurdas, tuvieron un impacto duradero. La masturbación fue presentada no como algo natural, sino como un hábito antiético y dañino.
Influencias religiosas
Por su parte, las religiones, especialmente las monoteístas como el cristianismo, también tuvieron un rol clave en establecer tabúes alrededor de la masturbación. La Iglesia Católica, basada en las interpretaciones de textos bíblicos como la historia de Onán en el Génesis, definió la masturbación como un “acto intrínsecamente desordenado” en el Catecismo. Se consideró un comportamiento que iba contra la finalidad procreativa de la sexualidad, lo que convirtió este acto en sinónimo de pecado para millones de fieles.
El Vaticano incluso argumentó que la masturbación no solo era contraria a la voluntad divina, sino que también representaba una pérdida espiritual, al no respetar la santidad del cuerpo como “templo del Espíritu Santo”. Estas enseñanzas influyeron profundamente en la educación sexual durante el siglo XX y en cómo las generaciones posteriores lidiaron con la culpa y la vergüenza asociadas al autoerotismo.
Sin embargo, no todas las religiones abordaron la masturbación de manera tan severa. Algunos sistemas religiosos orientales adoptaron una perspectiva más abierta, considerando su práctica como una forma de energía vital. Aun así, las interpretaciones más conservadoras dentro del cristianismo llevaron a que se desanimara vehementemente este acto incluso dentro de los matrimonios.
Estas perspectivas históricas y religiosas configuran la compleja relación que muchas personas, especialmente mujeres, tuvieron y aún tienen con sus cuerpos. Aunque el panorama contemporáneo es más positivo, todavía quedan vestigios de estos prejuicios que, en algunos casos, coexisten con las discusiones sobre sexualidad del siglo XXI.
Impacto en las relaciones de pareja
Cuando hablamos de masturbación femenina, inevitablemente surge la pregunta sobre cómo afecta a las relaciones de pareja. Aunque históricamente ha sido un tema ignorado o tratado con prejuicio, hoy sabemos que esta práctica puede tener tanto efectos positivos como retos a superar dentro de la dinámica con nuestra pareja. A continuación, exploramos dos aspectos clave: su impacto en la autoexploración y autoestima, y los posibles conflictos que pueden surgir entre ambos miembros de la relación.
Autoexploración y autoestima
La masturbación no solo es una práctica relacionada con el placer, sino también una herramienta poderosa para el autoconocimiento. Para muchas mujeres, explorar su propio cuerpo les permite desmitificar partes de sí mismas que antes ignoraban. Descubrir qué las estimula, qué les da placer y cuáles son sus límites les otorga una confianza interna que puede reflejarse en la dinámica de pareja.
Además, al aprender sobre sus preferencias sexuales, las mujeres pueden trasladar este conocimiento a la relación, favoreciendo una comunicación más abierta con sus parejas. ¿Cómo esperar que alguien más entienda lo que queremos si no tenemos claro qué nos hace felices? Esa seguridad que genera el autoconocimiento también puede elevar la autoestima, no solo en el ámbito íntimo, sino en la vida diaria. Sentirse en control de su cuerpo refuerza la conexión entre mente y físico, reduciendo inseguridades y promoviendo una autoestima más sólida.
Los beneficios adicionales de la masturbación incluyen:
- Liberación de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.
- Alivio del estrés, contribuyendo a una postura más relajada en situaciones cotidianas y dentro de la relación.
- Mayor comodidad con temas sexuales, facilitando conversaciones honestas con la pareja sobre deseos y expectativas.
Al final, la conexión que generamos con nosotras mismas marca la base para relaciones más sanas y auténticas.
Posibles conflictos de pareja
Por otro lado, no todas las parejas reaccionan de la misma manera ante la idea de la masturbación dentro de una relación. Si bien para muchos puede ser una extensión saludable de la vida sexual, otros pueden caer en sentimientos de inseguridad o incluso percibirlo como una “competencia”.
Es importante recordar que los conflictos no necesariamente surgen por la práctica en sí, sino por la falta de comunicación o malentendidos sobre su propósito. Cuando una persona en la relación asume que la masturbación indica insatisfacción sexual, esto puede derivar en tensiones emocionales. Sin embargo, la realidad es que muchas personas disfrutan de ambas prácticas —relaciones sexuales y autoerotismo— de manera complementaria y no excluyente.
En algunos casos, los sentimientos de insuficiencia en la pareja pueden generarse por mensajes culturales erróneos que conectan el deseo sexual únicamente con la interacción en pareja. Esto ignora que la masturbación cumple una función distinta: no busca sustituir nada, sino añadir una dimensión más al bienestar personal.
¿Cómo abordar estos conflictos?
- Hablar abierta y honestamente sobre los sentimientos de ambas partes.
- Reafirmar que la práctica no refleja fallos en la relación, sino un aspecto personal y saludable.
- Considerar cómo incorporar algunas prácticas de autoexploración dentro de la dinámica de pareja, fomentando complicidad y apertura.
En última instancia, la masturbación femenina dentro de la relación no tiene por qué restar; al contrario, puede sumar siempre y cuando la comunicación sea sólida. Entender que el placer personal no resta al compartido, sino que lo enriquece, puede ser la clave para derribar estigmas y construir una relación más estable y conectada.
Masturbación en el lugar de trabajo
Hablar sobre la masturbación en el lugar de trabajo puede parecer controvertido, pero es una realidad que no se puede ignorar. Este comportamiento, aunque inusual, puede ser más común de lo que pensamos y tiene implicaciones tanto personales como profesionales. Comprender las estadísticas recientes y analizar sus pros y contras nos ayuda a abordar el tema de manera más abierta y consciente.
Estadísticas recientes
Según un estudio realizado por Jobatus en 2025, el 4.29% de los trabajadores admitieron haberse masturbado al menos una vez en su lugar de trabajo. Este porcentaje incluye a empleados de diversas industrias y regiones, reflejando que la práctica no está limitada a sectores específicos. Dentro del grupo que trabaja desde casa, el 62.05% confesó masturbarse semanalmente durante el horario laboral, lo que sugiere que el teletrabajo facilita este comportamiento por la comodidad y privacidad del hogar.
En cuanto a la distribución por género, los datos arrojan que el 87.75% de quienes lo practican son hombres, frente a un 10.71% de mujeres y un 1.54% que no se identifica con ningún género. Geográficamente, ciudades como Madrid y Murcia destacan por tener una mayor incidencia, lo que podría estar relacionado con factores como el estrés laboral en grandes urbes.
Beneficios y riesgos
Aunque la idea de la masturbación en el trabajo pueda generar controversia, algunos estudios han explorado tanto sus posibles beneficios como riesgos en un contexto profesional.
Entre los beneficios más destacados se incluyen:
- Reducción del estrés: La masturbación puede actuar como una válvula de escape emocional en situaciones laborales estresantes. Durante el orgasmo, el cuerpo libera endorfinas y dopamina, que ayudan a mejorar el estado de ánimo.
- Mayor concentración: Para algunas personas, dedicarse un momento a sí mismas les permite “reiniciar” su día y regresar a sus tareas con mayor enfoque.
- Alivio de la tensión física: En trabajos sedentarios, donde el estrés acumulado afecta el cuerpo, la masturbación puede aliviar dolores musculares menores.
Sin embargo, también es importante considerar los riesgos potenciales:
- Distracciones y pérdida de tiempo: Si esta práctica se vuelve habitual, puede restar tiempo productivo y afectar el rendimiento laboral.
- Conflictos éticos: Masturbarse en áreas comunes o con fantasías que incluyen a compañeros podría crear problemas laborales si se descubre, dañando la confianza y las relaciones en el equipo.
- Posible dependencia: Como cualquier comportamiento relacionado con placer, existe el riesgo de convertirlo en un hábito compulsivo que interfiera con otras áreas de la vida.
Aunque el tema es delicado, entender las motivaciones y consecuencias es un paso hacia un diálogo abierto sobre el cuidado emocional y la ética laboral. Es fundamental gestionar esta práctica con responsabilidad y siempre respetar los límites del entorno profesional.
Conclusión
La masturbación femenina sigue rompiendo barreras sociales y culturales, desafiando tabúes que han limitado su aceptación durante siglos. Los estudios recientes confirman lo que muchas mujeres ya sabían: es una práctica saludable que fomenta el autoconocimiento, el placer y el bienestar emocional.
Hablar abiertamente sobre este tema permite erradicar prejuicios y construir una sexualidad más libre y positiva. Cada conversación honesta y cada dato compartido son pasos hacia un mundo donde el placer femenino no esté condicionado por juicios o expectativas externas.
Ahora es el momento de cuestionar los estigmas heredados y abrazar una visión más inclusiva sobre el placer y la autonomía sexual. ¿Qué tan distinta sería nuestra relación con el cuerpo si normalizáramos estas conversaciones desde temprana edad?