Mujer fingió estar embarazada, tener cáncer cerebral y luego desaparecer

El caso de Priscila Margot Quesada recién sacudió a Argentina y se convirtió en un fenómeno viral. Una joven, apenas veinteañera, logró engañar a su entorno y a la opinión pública fingiendo un embarazo de mellizas, inventando un cáncer cerebral terminal y finalmente protagonizando una desaparición que puso en alerta a la policía de Salta y a miles de usuarios en redes sociales. El drama, amplificado por el contexto digital y mediático, puso sobre la mesa preguntas urgentes sobre la desinformación, la confianza social y los límites de las redes.
La joven, oriunda de Pichanal, Salta, se presentó durante meses como la embarazada de alto riesgo que esperaba mellizas. Su historia incluía un supuesto tumor cerebral que ponía en peligro su vida y la de los bebés, generando angustia entre sus familiares y movilizando a su comunidad. Las publicaciones en redes sociales relataban controles médicos, complicaciones y hasta la inminente cesárea que terminaría en el hospital de Orán.
Todo se desmoronó el 16 de mayo de 2025, cuando Priscila desapareció tras decir que iría al hospital para el parto. No existía registro de su ingreso, tampoco se hallaron rastros de operación ni controles prenatales. Desde entonces, el caso pasó de la compasión al escándalo. Se supo que usó fotos ajenas halladas en redes e incluso imágenes manipuladas para convencer a todos de su historia. El impacto emocional fue demoledor: familia angustiada, vecinos solidarios y una comunidad completa movilizada por una mentira.
La construcción de una mentira
Priscila tejió su historia usando las mismas herramientas que muchos manejan día a día: redes sociales, aplicaciones de mensajería y edición digital. Compartió fotos editadas e imágenes reales tomadas de Internet, algunas incluso sacadas de Pinterest y perfiles desconocidos. Las imágenes mostraban controles médicos y bebés recién nacidos, todo fabricado o robado para alimentar la farsa.
El caso expone lo sencillo que hoy resulta producir pruebas falsas y darles credibilidad. Los perfiles en redes de Priscila (usando el nombre “Selena”) sirvieron para hacer circular mensajes alarmantes, casos clínicos inventados y hasta la falsa participación de médicos. Así, la mentira logró sostenerse mucho más de lo que cualquiera habría imaginado.

Desaparición y operativo policial
Con la desaparición, la preocupación escaló y la familia denunció el hecho, donde la policía activó un operativo que incluyó la difusión de imágenes, coordinación con medios y hasta el rastreo de teléfonos y cámaras de seguridad. El caso tomó fuerza nacional y generó llamados de solidaridad.
En Aguaray, cerca de la frontera con Bolivia, hallaron a Priscila sana y sin señales de embarazo. Tras los exámenes médicos, quedó claro que nunca hubo parto ni tumor cerebral. Las autoridades descartaron la versión de una “enfermera misteriosa” y confirmaron que la joven actuó sola. La situación generó un fuerte sentimiento de desilusión; la fiscalía aún investiga si incurrió en algún delito relacionado con simulación o manipulación social.
Por otro lado, el tsunami emocional que desató el caso golpeó fuerte en el círculo más cercano de Priscila, pero también dejó secuelas en la comunidad. Muchos familiares y amigos expresaron confusión, rabia y tristeza. El daño psicológico suele ser más profundo de lo que se ve, con dudas persistentes sobre cómo detectar a tiempo este tipo de fraudes. El caso resaltó la vulnerabilidad emocional de quienes empatizan y se involucran genuinamente por ayudar o acompañar situaciones difíciles.