Drama con los coches eléctricos: intenta vender el suyo tras 3 años y no consigue compradores, “ni el concesionario
Vender un coche eléctrico usado en España sigue siendo complicado, incluso cuando el vehículo tiene pocos kilómetros y un historial intachable.

Muchos dueños de coches eléctricos en España, emocionados con la idea de ahorrar dinero y ayudar al medioambiente, imaginaron que vender su coche después de tres años sería sencillo. La realidad es muy distinta, porque personas como José, convencidas de los beneficios de pasarse al eléctrico, ahora enfrentan el silencio del mercado cuando intentan revender su vehículo, incluso con pocos kilómetros. Ni los concesionarios muestran interés en coches seminuevos que, sobre el papel, deberían estar como nuevos. ¿Por qué sucede esto con los eléctricos y no con los tradicionales de gasolina o diésel?
En 2025, el mercado de coches eléctricos usados en España está mostrando señales de movimiento, aunque con condiciones que pueden desconcertar a los propietarios. Los precios de estos vehículos han caído cerca de un 24% en solo tres años, especialmente en el segmento de modelos urbanos y compactos. El crecimiento de la oferta es notable, empujado por la renovación de flotas de empresa y la llegada de nuevas opciones más asequibles, muchas veces impulsadas por marcas chinas y europeas que apuestan fuerte por la movilidad eléctrica urbana.
Estos modelos pequeños y eficientes, como el Dacia Spring o el Leapmotor T03, dominan los concesionarios y plataformas online. Son varios miles de coches los que han pasado a la segunda mano, gracias también a la evolución rápida de la tecnología, que vuelve obsoletos muchos modelos más antiguos en poco tiempo. Aunque el número de eléctricos seminuevos disponibles aumenta, los compradores particulares siguen siendo cautelosos. La bajada de precios responde tanto a la amplia oferta como a la percepción de riesgo que aún siente una parte importante del público.
¿Por qué cuesta tanto encontrar comprador?
Vender un vehículo eléctrico usado en España en estos momentos puede sentirse como pelear contra la corriente. Los problemas arrancan con una depreciación desproporcionada: un eléctrico pierde cerca del 50% de su valor en solo tres años y unos 45.000 kilómetros. Este descenso es mucho más marcado que en híbridos enchufables, diésel y gasolina, donde la depreciación ronda el 33-39%, según estudios de consumidores.

La saturación también juega en contra, porque con más coches disponibles que nunca, los potenciales compradores eligen con cuidado y, muchas veces, prefieren evitar riesgos que asocian solo a los eléctricos. Las dudas sobre la autonomía real, el estado de las baterías y la falta de un estándar de certificación técnica son un freno importante. Sin informe fiable sobre la salud de la batería, es difícil convencer a un comprador de que un vehículo es buena compra, aunque se ofrezca por menos.
Asimismo, la psicología de mercado no ayuda: muchos siguen prefiriendo modelos nuevos, en parte por la ayuda económica de planes como MOVES, que raras veces benefician al comprador de un coche usado. Mientras, la cultura del coche de combustión aún manda: la gente sabe mirar un motor, pero no sabe cómo valorar una batería de litio.
El papel de los concesionarios y el futuro del sector
Los concesionarios, que antes peleaban por cada coche de ocasión, ahora apenas asumen riesgos con los eléctricos usados. En muchos casos, simplemente rechazan la recompra, como le ha pasado a propietarios con vehículos en perfecto estado pero sin demanda suficiente. Solo algunas marcas, como Tesla, intentan cambiar esta tendencia. Ofrecen coches eléctricos de ocasión con garantías ampliadas y verificación técnica, rellenando un vacío de confianza que pesa mucho en este segmento.
La diferencia más clara la marcan las marcas premium y los importadores, que pueden ofrecer coches con mejor historial y garantía, pero el grueso del mercado sigue pasivo. Los vendedores particulares a menudo se ven obligados a devolver el coche al fabricante al final de la financiación, perdiendo parte de la inversión. Esta situación plantea un reto enorme para el sector en los próximos años. Sin un sistema claro de certificación de baterías y sin incentivos para particulares, difícilmente despegará la compraventa de eléctricos de segunda mano al nivel de sus rivales de combustión.
¿Podrá el sector romper esta tendencia en los próximos años? La respuesta dependerá de la confianza del público, las garantías sobre las baterías y el apoyo decidido a los compradores de ocasión. Por ahora, vender un eléctrico tras unos pocos años sigue siendo terreno complicado, aunque las oportunidades están ahí para quien sepa aprovecharlas. ¿Eres tú uno de ellos?