A sus 17 años, fue aceptado en siete de las ocho universidades más prestigiosas de Estados Unidos

Salir de México y llegar a Estados Unidos con sueños grandes exige coraje, fe e incluso algo de terquedad. Eso lo sabe muy bien Ángel Ortiz, un joven de Oaxaca que, viviendo ahora en Nueva Jersey, ha hecho historia al ser aceptado en siete de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.
No es algo que pase todos los días, menos aún para quien creció sorteando barreras económicas y culturales. Lo extraordinario de su historia inspira y deja claro que el talento, sumado a la autenticidad y la pasión, puede abrir cualquier puerta.
Un origen humilde, una ambición sin techo
Ángel nació en Oaxaca, una región donde la pobreza y la migración forzada son pan de cada día. Junto a su familia llegó a Nueva Jersey, buscando algo mejor. La adaptación no fue sencilla: primero el idioma, luego las costumbres. Sin embargo, nunca dejó que esas barreras definieran sus límites y siempre volvió la vista hacia su propia historia para recordar de dónde venía y recordarse por qué valía la pena esforzarse.
Logró un promedio sobresaliente de 4.3 en la Arts High School de Newark, donde no solo se destacó en materias académicas; sino que también encontró un espacio en los programas de liderazgo juvenil y los círculos de debate, refirmando que la educación va más allá del aula. Logró un puntaje alto de 1,480 en el SAT, lo que sin duda reforzó sus posibilidades. Pero los números, aunque importantes, no eran todo en su caso.
La clave que abrió las puertas de las Ivy League
En un mundo donde muchos sienten que deben adoptar otras posturas para complacer a los demás, él entendió que su identidad y sus pasiones eran sus mejores cartas. Lejos de buscar encajar, decidió mostrar lo que lo hacía único.
Las universidades que integran la Ivy League, entre ellas Princeton, Harvard, Yale, Columbia, Brown, Dartmouth y la Universidad de Pensilvania, reciben miles de solicitudes. Su índice de aceptación ronda el 5%, y la competencia no da tregua. Pero Ortiz convenció a los comités de admisión de que detrás de sus calificaciones había una historia de esfuerzo, una voz que quería sumar y una meta clara: estudiar Ciencias Políticas y convertirse en abogado o servidor público para defender a otras personas como él.

Más allá del boletín de notas
No solo los logros académicos definieron su éxito, ya que formar parte de actividades extracurriculares, buscar mentoría y apoyarse en programas diseñados para estudiantes latinos fueron movimientos inteligentes de su parte. Se hizo visible en su comunidad, lideró espacios y rompió la timidez para destacarse en debates.
Su historia demuestra que nadie llega solo a la cima. El respaldo de su familia, el ejemplo de otros inmigrantes y el acceso a becas y ayudas marcaron una diferencia. Las universidades buscan estudiantes completos, con empatía, visión social y compromiso. Ahí, Ortiz nunca falló.
Historias que rompen barreras: El éxito de otros latinos que inspiran
Mientras él lograba admisiones en siete universidades de la Ivy League, otros jóvenes latinos también destacan. Samuel Ruiz, hijo de trabajadores agrícolas que ahora vive en Fresno, California, fue aceptado en quince universidades de prestigio. Resalta, igual que Ángel, la importancia del apoyo familiar y la perseverancia para elegir el camino del Derecho como posibilidad de retribuir a su comunidad inmigrante.
También destaca el caso de Brandy Figueroa, mexicana radicada en California, quien gracias a un promedio de 4.7 y su participación activa en la escuela, abrió las puertas de Harvard y Stanford. Su objetivo es claro: estudiar Derecho y convertirse en puente entre la ley y los más necesitados.
Estas historias dejan en evidencia que el contexto importa, pero el esfuerzo personal, el liderazgo en la comunidad y la búsqueda constante de oportunidades hacen la diferencia. Aunque los desafíos económicos y culturales son reales, los jóvenes migrantes latinos demuestran que los sueños son posibles con determinación, red de apoyo y orgullo por sus raíces.