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Salud

Azúcar o edulcorantes artificiales, ¿cuál es la mejor opción para la salud?

Con la popularidad de bebidas “sin azúcar” y snacks “light”, la duda crece: ¿conviene más lo natural o lo artificial? Esta pregunta no es trivial, debido a que las decisiones diarias sobre cómo endulzamos la comida impactan directamente en nuestra salud y calidad de vida.

El azúcar tiene una fuerte presencia en la dieta moderna. Hay que distinguir entre los azúcares presentes en frutas y lácteos que vienen acompañados de fibra, vitaminas y minerales, y los azúcares añadidos, que se encuentran en refrescos y alimentos ultraprocesados. Además, es importante saber que el cuerpo usa el azúcar como energía rápida, pero cuando se consume en exceso, esa energía se convierte en grasa almacenada.

Consumir azúcar añadido en grandes cantidades se ha relacionado con problemas como obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades del corazón y caries. Asimismo, puede desencadenar cambios bruscos en el estado de ánimo, con picos de energía seguidos de caídas que afectan la concentración y la motivación. La salud dental tampoco se salva: las bacterias en la boca usan el azúcar para producir ácidos que dañan el esmalte de los dientes, promoviendo caries.

Los azúcares naturales de frutas y productos lácteos no muestran el mismo impacto cuando se consume la fruta entera, ya que su fibra ralentiza la absorción y evita subidas bruscas en la glucosa. Pero el exceso, incluso de miel o jarabes, también se asocia con riesgos cardiovasculares y metabólicos. Por eso, la moderación y la lectura atenta de etiquetas son aliados clave.

Edulcorantes artificiales

Los edulcorantes artificiales son compuestos que brindan sabor dulce sin añadir calorías o elevar el azúcar en sangre significativamente. Los más usados son el aspartamo, la sacarina y la sucralosa. También hay opciones naturales muy bajas en calorías como la stevia y el fruto del monje.

Su gran ventaja está en el control calórico, ideal para quienes buscan bajar de peso o necesitan cuidar la glucosa, como las personas con diabetes. Los dientes agradecen estos sustitutos, ya que no alimentan a las bacterias que causan caries. Sin embargo, la ciencia no ha cerrado el caso sobre su inocuidad.

Estudios recientes sugieren que el uso habitual podría alterar la percepción del sabor dulce y aumentar los antojos, llevando, en algunos casos, a compensar por otro lado y consumir más calorías luego. Aunque las pruebas en humanos no son concluyentes, algunos reportaron molestias digestivas, hinchazón y cambios en el apetito. El consumo excesivo de alcoholes de azúcar, usados también como sustitutos, puede causar hinchazón y malestar intestinal.

Foto Freepik

Efectos en el metabolismo y la microbiota intestinal

Investigaciones actuales muestran que algunos pueden afectar el equilibrio bacteriano del intestino, lo que podría influir en la sensibilidad a la insulina y la regulación del apetito. Cambios en el microbioma pueden traducirse en problemas digestivos o un metabolismo alterado, aunque no todos los individuos responden igual.

Estos efectos preocupan a profesionales de la salud, ya que el intestino sano es fundamental para la inmunidad y el bienestar general. Además, los cambios en la microbiota pueden tardar en aparecer, por lo que se requieren más estudios a largo plazo.

Alternativas naturales y estrategias para una dieta saludable

Existen opciones más naturales como la miel, la stevia y el fruto del monje, las cuales suelen endulzar igual sin el fuerte impacto glucémico del azúcar común, pero la moderación siempre es la clave. El azúcar de coco o los jarabes naturales ofrecen trazas de minerales y antioxidantes, pero aportan calorías y pueden subir la glucosa si no se regulan.

La mejor estrategia es reducir el umbral de lo dulce y acostumbrar el paladar a sabores más suaves ayuda a disfrutar mejor los alimentos reales y a identificar su dulzura natural. Incluye frutas frescas como snacks, elige agua en vez de jugos o refrescos y revisa las etiquetas para evitar azúcares ocultos.

Además, preparar postres caseros controlando la cantidad de endulzante y agregar canela o vainilla para realzar el sabor resultan acciones simples y efectivas. Consultar con un nutricionista puede aportar una guía personalizada según tu historia clínica.

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