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Sexo y relaciones

Edging: la técnica sexual que potencia tus orgasmos

¿Imaginas llegar al borde del placer y decidir por cuánto tiempo te mantienes ahí? El edging no es solo una moda momentánea, es una técnica poderosa que muchas personas han adoptado para disfrutar orgasmos más intensos y duraderos.

El edging, también llamado control del orgasmo, se basa en llevar tu excitación sexual al máximo sin llegar inmediatamente al clímax. El “secreto” está en reconocer tus sensaciones y frenar justo antes de cruzar ese umbral. Este proceso puede repetirse varias veces y, con cada pausa, la tensión y el deseo aumentan. Al final, cuando decides llegar al orgasmo, la experiencia suele ser mucho más intensa y placentera.

No solo aplica en la masturbación, ya que muchas parejas practican el edging durante el sexo para prolongar el encuentro y conectar más con su propio cuerpo y el de su compañero. Cambiar el ritmo, detenerse para un beso profundo o incluso conversar, convierte el momento en algo mucho más rico y consciente.

Historia y evolución del edging

Aunque hoy el edging aparece en blogs y redes, su esencia es antigua. Prácticas como el yoga tántrico o el karezza ya fomentaban el control del placer y la energía sexual, la diferencia es que en el pasado, las personas lo hacían casi en secreto, mientras que hoy hablar de sexualidad abierta y consciente es un signo de bienestar.

Por esa razón, el edging dejó de ser una técnica marginal para convertirse en una herramienta popular entre quienes buscan superar prejuicios, disfrutar más y comunicarse mejor en el sexo.

Beneficios del edging para la salud sexual

Practicar el edging de manera regular puede ayudarte a conocer tu cuerpo a fondo y a sentir mayor control sobre tus propias respuestas sexuales. Ese control se traduce en orgasmos más potentes, pero también en menos ansiedad por “llegar rápido” o temor al rendimiento.

Otra recompensa es la mejora en la comunicación de pareja, porque hablar sobre cuándo frenar o seguir permite que ambos se sientan cómodos y escuchados. Además, el edging puede servir como una forma de meditación sexual, enfocando la mente en cada caricia, cada respiración y cada sensación.

Foto Freepik

Edging y control de la eyaculación precoz

Para quienes lidian con la eyaculación precoz, el edging es una técnica valiosa, porque detener la estimulación durante esos segundos críticos entrena tu cuerpo para resistir el impulso de terminar pronto. Así, puedes prolongar la relación sexual y disfrutarla sin presión.

Las mujeres también obtienen beneficios claros, ya que el edging ayuda a identificar puntos de máximo placer y a alargar la excitación, haciendo el orgasmo más cercano y explosivo cuando llega.

Cómo practicar el edging: pasos y recomendaciones

Reconoce las señales de tu cuerpo cuando se está acercando al clímax. Cuando lo sientas, detente, respira profundo y relájate. Puedes cambiar el ritmo, la velocidad o la intensidad de los movimientos hasta que sientas que el deseo baja un poco. Luego, comienza de nuevo.

Si lo haces en pareja, hablar de lo que te gusta, mirar a los ojos, y hacer pausas con caricias o besos, ayudan a mantener la conexión. La respiración consciente y relajada es una herramienta poderosa para evitar que la excitación se dispare sin control.

Errores comunes y cómo evitarlos

Al principio, puede aparecer cierta ansiedad por no saber frenar a tiempo o miedo a perder la erección o el deseo. Si te aburres, prueba distintas formas de estimulación, cambia el ambiente o introduce juegos o fantasías que te motiven.

No te presiones por hacerlo perfecto, puesto que el edging es una habilidad que se aprende con el tiempo. Cada intento te ayuda a entender mejor tu cuerpo y tus límites.

Posibles riesgos y precauciones a considerar

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Aunque el edging suele ser seguro, algunos experimentan congestión pélvica o molestia si prolongan demasiado la excitación sin liberar la tensión. Escucha tu cuerpo y si sientes dolor, para y tómate un descanso. También es importante mantener la lubricación adecuada y comunicarte abiertamente con tu pareja para que ambos se sientan cómodos en todo momento.

Practicar el edging no sustituye el diálogo abierto sobre consentimiento, placer y expectativas. Si alguna vez la técnica deja de ser divertida o resulta incómoda, es mejor dejarla para otro día.

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