El impactante testimonio de la hija del “Caníbal de Skara”, que decapitó a su madre y se comió sus restos

La historia de Jamie-Lee Arrow parece sacada de una pesadilla. Su padre, Isakin Drabbad, es conocido como el “Caníbal de Skara”, pero para Jamie-Lee, antes de los titulares y el horror, era solo papá. I
Isakin Drabbad nació como Jimmy Daniel Isaksson y arrastraba desde joven una historia tumultuosa de delitos menores y problemas mentales. Nada se compara, sin embargo, con el crimen que lo haría infame. En noviembre de 2010, en la pequeña ciudad sueca de Skara, asesinó brutalmente a su pareja Helle Christensen, la decapitó y cometió actos de canibalismo. La policía encontró pruebas irrefutables: uso de cuchillos, un hacha, y restos que él mismo había cocinado y consumido. Drabbad fue detenido tras entregarse, confesando que oía voces y sufría episodios psicóticos.
El diagnóstico psiquiátrico determinó que padecía un trastorno mental severo, por lo que lo internaron en un hospital forense en vez de una cárcel común. Para su familia, la noticia fue un terremoto imposible de asimilar, y la percepción pública pasó de la incredulidad al miedo y la repulsa.
La infancia de Jamie-Lee Arrow bajo una sombra aterradora
Jamie-Lee Arrow no creció rodeada de violencia explícita, pero vivía en un ambiente tenso y desconcertante. Antes del crimen, recuerda una infancia marcada por la búsqueda de normalidad, días en familia y momentos que parecían de una casa corriente. Pero siempre había algo inquietante en el aire, ya que su padre cambiaba de humor sin aviso, y Jamie-Lee pasó años tratando de comprender si aquel mal presentimiento era normal o exceso de imaginación.
La ilusión de una familia común
Como muchos hijos en entornos problemáticos, Jamie-Lee se aferraba a momentos dulces: cumpleaños, juegos y cenas en casa. “Yo intentaba convencerme de que éramos como los demás”, revela. Negaba indicios, barría el miedo bajo la alfombra ¡y trataba de ver a su padre solo como un hombre complicado, no como un monstruo! La figura de Helle, que Jamie-Lee consideraba una segunda madre, ayudaba a mantener esa fachada de normalidad.
Jamie-Lee supo la verdad leyendo los periódicos, y el suelo se abrió bajo sus pies. Reconstruir su memoria se volvió una tortura: los pequeños detalles inquietantes ahora cobraban otro sentido. La culpa la acompañó mucho tiempo, preguntándose si podría haber hecho algo distinto y el dolor no terminó ahí, ya que la exposición mediática y los juicios sociales sumaron heridas. Hoy arrastra secuelas de ansiedad, pesadillas y desconcierto, pero también una creciente valentía para alzar la voz y compartir lo vivido.
Reflejos mediáticos: ¿morbo o concienciación?
El caso Drabbad fascinó a los medios suecos y del mundo. Titulares sensacionalistas, reconstrucciones morbosas y programas especiales llenaron semanas de noticias. Durante años, Jamie-Lee Arrow fue tratada más como personaje que como persona. La comercialización del dolor ajeno parece no tener límites cuando el crimen es escabroso.
Testimonios como el de Jamie-Lee sirven de espejo para una sociedad ávida de historias extremas… pero también traumatizada por su reflejo. El equilibrio entre informar y explotar el sufrimiento ajeno es frágil. Algunas voces piden un trato más humano y menos comercial de estos relatos, recordando que detrás de cada noticia sensacional está la vida rota de alguien real.
