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Insólito

Escapó de la guerra y pasó cuatro décadas en la selva con su padre sin saber que existían las mujeres

La historia de Ho Van Lang y su padre parece sacada de una novela de aventuras, pero sucedió realmente en el corazón de la selva vietnamita. Durante más de cuatro décadas, vivieron completamente alejados del mundo, aislados por un trauma desgarrador: la guerra.

Lang no solo ignoraba el mundo moderno cuando fue rescatado. Tampoco conocía el concepto de sexo, ni sabía que existían otras mujeres más allá de su madre, fallecida cuando él era niño. Su historia nos obliga a repensar todo lo que creemos sobre la naturaleza humana, la resiliencia y los límites del aislamiento extremo.

Todo comenzó en 1972, en plena guerra de Vietnam, cuando la aldea de Ho Van Thanh fue bombardeada, y en un solo día, una explosión mató a casi toda su familia. Aterrorizado y devastado, huyó a lo profundo de la selva con su pequeño hijo Lang.

Lo que empezó como una huida temporal se transformó en una nueva forma de vida. Miedo, dolor y desesperación los empujaron a cortar todo lazo con la civilización. Desde entonces, su única compañía fueron ellos mismos… y la naturaleza salvaje.

Foto Freepik

Una vida hecha desde cero

Lejos de todo contacto humano, padre e hijo aprendieron a sobrevivir imitando a la naturaleza. No tenían recuerdos del mundo exterior, ni acceso a herramientas modernas, ni contacto con otras personas. Su día a día estaba marcado por el instinto, la observación y una profunda desconfianza hacia los humanos.

Cada jornada comenzaba con un desafío: buscar comida. Además, su dieta se basaba en frutas, raíces, brotes, y complementaban con carne de monos, roedores y aves. Nada se desperdiciaba: los huesos se convertían en herramientas, la piel en ropa, y los restos se reutilizaban para pescar o como trampas. No había horarios, recetas ni utensilios de cocina. Todo era instinto y necesidad.

Sus refugios eran casas improvisadas, elevadas sobre árboles y construidas con ramas y lianas. Los taparrabos los hacían con corteza y fibras del bosque. También fabricaban cuchillos de bambú, ollas de barro, cestas tejidas.

Vivían con lo mínimo, pero cada objeto tenía una función vital. Si algo se rompía, se reparaba. Si ya no servía, se transformaba. La creatividad era su moneda de cambio con la naturaleza.

Las huellas del aislamiento

Lang nunca conoció a nadie más fuera de su padre y su madre (a quien perdió muy pequeño). No sabía qué era una familia, una sociedad, ni tenía concepto del amor o la amistad.

Vivía con miedo a los extraños, sin lenguaje social, sin referencias culturales. Y además, bajo la sombra del deterioro mental de su padre, quien terminó perdiendo todo contacto con la realidad. Lang, aún sin experiencia emocional, se convirtió en su cuidador y protector.

En 2013, unos aldeanos encontraron a Lang y a su padre mientras cazaban. El rescate fue inmediato… pero también traumático. Lang, con más de 40 años, fue arrancado de la selva y llevado a un mundo que no podía imaginar: electricidad, autos, edificios, luces, idiomas, ciudades.

Foto: Docastaway

Sus reacciones fueron conmovedoras, ver una bombilla encenderse lo dejó sin palabras. La televisión le parecía una caja mágica y el ruido de la ciudad era insoportable, la comida procesada le resultaba extraña y los códigos sociales, un laberinto imposible.

Aprender a hablar con otras personas, descubrir la existencia de las mujeres, entender qué es el amor o una amistad… Todo fue un lento proceso de adaptación. Tan desafiante como haber sobrevivido en la selva.

La vida de Ho Van Lang es, sin duda, una de las historias más impactantes del siglo XXI, que no solo es un testimonio de supervivencia, sino también un recordatorio de que la esencia humana puede brillar incluso en las condiciones más extremas.

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