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Insólito

Insólito! Se hizo pasar por asistente de vuelo y viajó gratis más de 100 veces durante años

Alexander, un hombre de 35 años del sur de Florida, consiguió abordar más de cien vuelos sin pagar un solo dólar. 

La historia de ha causado revuelo en la industria aérea de Estados Unidos. Este caso sacó a la luz uno de los fraudes más sorprendentes recientes en seguridad aeroportuaria.

Alexander no era un experto en aviación ni tenía un empleo legítimo en alguna aerolínea, pero entendió cómo funcionaban los sistemas diseñados para empleados. Utilizó nombres, números de identificación y fechas de contratación inventadas para presentarse como asistente de vuelo en al menos siete aerolíneas diferentes. Al acceder a portales internos exclusivos para personal de vuelo, logró reservar y abordar más de 120 vuelos gratis entre 2018 y 2024.

El método era eficiente: ingresaba información laboral falsa, aprovechando datos creados por él mismo. En algunos casos llegó a usar hasta 30 diferentes combinaciones de credenciales, logrando infiltrarse por completo en el sistema. Solo con una compañía voló 34 veces sin levantar sospechas, lo que deja en evidencia cómo un esquema bien planeado puede pasar desapercibido por años si nadie audita o valida las solicitudes con detalle.

¿Por qué funcionó el engaño durante años?

Muchos sistemas internos confían en procesos automáticos de verificación laboral que se basan solo en el ingreso de datos, lo que genera espacios para que cualquiera con suficiente información pueda “ser” empleado por un día, una semana o incluso años, si nunca es desafiado por una auditoría o validación real.

Al no haber controles cruzados con recursos humanos en cada compañía, la veracidad de números de identificación o fechas de ingreso pasó por alto. Las plataformas internas para reserva, en teoría cerradas a personal autorizado, se dejaron vulnerables a manipulaciones con datos simulados que pocos revisan manualmente.

La manipulación de sistemas de reserva internos

Para el personal de vuelo, existe tecnología que simplifica la obtención de pasajes aéreos y el abordaje. Esto funciona bien si todos siguen las reglas, pero el caso de Alexander muestra que cuando no se blindan los portales y sistemas, cualquiera puede ganar acceso. Suplantar identidades en estos módulos internos no solo facilita volar gratis, sino también compromete la seguridad operacional y representa pérdidas económicas directas a las empresas.

Dicha automatización, si no cuenta con controles robustos, abre las puertas a fraudes como la duplicación de cuentas, reservas en nombre de terceros y la ocultación de actividades sospechosas. El daño va más allá de las pérdidas: también pone en riesgo la confianza en los procesos internos y deja expuesto a un sector muy regulado.

Foto Freepik

Falsificación de credenciales y control de acceso

El acceso a zonas restringidas de terminales aéreas debe ser estricto. Sin embargo, Alexander consiguió colarse repetidamente con credenciales falsas, lo que demuestra la facilidad para generar números inventados y crear perfiles laborales ficticios muestra otra debilidad de fondo: no hay una base centralizada que valide datos en tiempo real entre líneas aéreas y aeropuertos.

Solo bastó “declarar” estar empleado para ingresar a áreas a las que solo el personal tiene acceso. Sin un control biométrico o una supervisión digital constante, la puerta quedó abierta para que un intruso circulara libremente durante años, lo que podría haber representado un riesgo mucho más grave si hubiese tenido otras intenciones.

Implicaciones legales y consecuencias para Alexander

La investigación de la TSA y del Departamento de Justicia acabó llevando el caso ante un jurado federal, donde Alexander fue declarado culpable de fraude electrónico e ingreso ilegal a áreas de seguridad aeroportuaria bajo pretextos falsos. La condena puede alcanzar hasta 30 años de prisión, dependiendo de las circunstancias, el impacto económico y los agravantes legales.

Este proceso judicial destaca la colaboración entre fiscalías, organismos de seguridad y controladores federales. Su objetivo, más allá del castigo personal, es frenar el avance de fraudes organizados que explotan vulnerabilidades institucionales, y enviar un mensaje claro a quienes consideren poner a prueba la seguridad aérea.

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