Le cambiaron la bebida por desengrasante: la broma que acabó en muerte

Carlos ‘Papayita’ Gurrola, trabajador de limpieza subcontratado en un supermercado, murió luego de ingerir un suero de electrolitos adulterado con desengrasante industrial. Tenía 47 años, era conocido entre sus compañeros por su actitud tranquila y su ética de trabajo constante.
La muerte trágica de Carlos visibilizó los riesgos que viven personas en situación de vulnerabilidad laboral. No solo enfrentó condiciones precarias por la subcontratación, sino también faltas de respeto y abusos, hasta el punto más cruel. Hoy, México exige justicia, y el caso invita a reflexionar sobre la urgencia de proteger la dignidad en los entornos laborales. Esta es la historia que muestra los peligros reales del acoso en el trabajo, y por qué ya no podemos mirar hacia otro lado.
El incidente que cambió todo
El día que cambió todo empezó como cualquier otro. Durante su almuerzo, Carlos sacó su botella de suero de electrolitos. Apenas lo probó, notó un sabor raro pero pensó que quizá la bebida estaba pasada o contaminada. En minutos, empezó a sentir un intenso dolor y malestar, perdiendo poco a poco la conciencia. Sus compañeros se dieron cuenta de que algo grave ocurría y lo trasladaron de urgencia a la Clínica 71 del IMSS en Torreón.
El diagnóstico fue devastador: el suero contenía desengrasante industrial que le provocó daño orgánico irreversible. Sufrió quemaduras químicas en la tráquea, los pulmones y los riñones. Permaneció hospitalizado 19 días, luchando entre la vida y la muerte, mientras su familia no se despegó de su lado ni un solo momento. El 18 de septiembre, Carlos falleció dejando un vacío imposible de llenar. Su familia quedó destrozada y marcada por el dolor que ningún castigo puede reparar. La pregunta de cómo una broma terminó en muerte aún resuena, provocando miedo, rabia y una profunda tristeza.
Antecedentes de acoso laboral
El episodio final de Carlos no fue un hecho aislado. Su familia denuncia un acoso constante desde hace meses: robaron su comida, perdió su teléfono en “extrañas circunstancias”, dañaron su bicicleta y era objeto frecuente de burlas y agresiones verbales. Su madre lo relata con dolor y firmeza, pidiendo justicia y explicando que su carácter sereno lo volvía blanco fácil ante la crueldad.

La vulnerabilidad de Carlos se acentuaba por el modelo de subcontratación: no era empleado directo del supermercado, sino de una empresa externa. Esa falta de vínculo directo traduce en menos protección y menos vigilancia de las condiciones laborales.
En este entorno, el abuso pasa desapercibido y, muchas veces, no hay nadie que lo detenga a tiempo. Queda claro que la vulnerabilidad laboral hizo posible este resultado tan cruel. El patrón de abuso era una suma de pequeñas y grandes violencias cotidianas.
Reacciones públicas e investigación
La noticia de la muerte trágica de Carlos prendió la chispa de la protesta social. Grupos de familiares, amigos y vecinos organizaron plantones frente al supermercado, portando carteles con mensajes de “justicia para Papayita” y exigiendo responsabilidad para los culpables. La indignación no se limitó al entorno local, ya que redes sociales y medios amplificaron las voces de protesta. Miles de usuarios compartieron mensajes y fotos, pidiendo investigaciones a fondo y acciones reales contra el bullying laboral.
La Fiscalía del Estado de Coahuila abrió una carpeta de investigación, solicitando vídeos de seguridad, entrevistas a testigos y compañeros, recabando testimonios para reconstruir lo sucedido. Hasta ahora no hay sanciones definitivas ni detenidos, lo que mantiene tensa a la comunidad y a la familia Gurrola.
El eco de la indignación sigue creciendo. Columnas de opinión, radios y foros públicos cuestionan las condiciones laborales en supermercados de México y la poca vigilancia ante los abusos. El caso refleja cuán urgente es tomar medidas serias y sostenidas para terminar con la violencia en los espacios de trabajo.
El sepelio de Carlos reunió a quienes lo querían y respetaban. Familiares, amigos y vecinos acudieron para despedir a un hombre solidario. Las palabras de quienes lo conocían fueron un testimonio de su dedicación, sencillez y bondad. Desde el ataúd humilde, la exigencia de justicia y castigo sonó clara. El barrio se unió, acompañado por organizaciones sociales que exigieron el fin de la impunidad y reclamaron espacios laborales más seguros para todos. El duelo se convirtió en un acto de resistencia y memoria viva.
