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Estilo de vida

¿Lo haces o no? Este pequeño hábito en el súper revela tu nivel de empatía

¿Alguna vez has notado a esa persona que, sin nadie mirando, devuelve su carrito a su sitio después de hacer la compra? Quizá te parece algo sin importancia, pero ese pequeño acto esconde mucho más de lo que imaginas.

Todo comenzó como una conversación viral en redes sobre cómo algo tan sencillo, devolver el carrito tras usarlo, delata nuestro tipo de persona en sociedad. La llamada “teoría del carrito de la compra” plantea una pregunta clave: ¿haces lo correcto cuando nadie te vigila y no obtienes recompensa por ello?

Este gesto, en apariencia mínimo, ha cobrado relevancia en ciudades donde la convivencia depende del respeto a normas no escritas. El carrito, a pesar de ser solo un objeto, se vuelve una especie de “termómetro social” para medir el compromiso con la comunidad y el autocontrol personal. Si nadie te obliga y tampoco te premia por hacerlo, ¿por qué algunos se toman el esfuerzo de devolverlo? Para los psicólogos sociales, ahí está el verdadero valor del gesto.

Rasgos fundamentales de quienes devuelven el carrito

Devolver el carrito con regularidad refleja patrones de conducta que van más allá de educar a los hijos o seguir una regla, porque es una suma de valores internos que salen a la luz en lo cotidiano, incluso cuando nadie nos observa. Quienes lo hacen comparten una serie de rasgos que pueden percibirse dentro y fuera del supermercado.

De igual manera, hay personas que viven con la idea de que somos responsables de nuestro entorno, no solo de lo propio, y devuelven el carrito porque sienten que terminar las tareas pendientes es parte de ser adultos confiables. Este tipo de responsabilidad sale a la luz también fuera del súper: cumplen con lo que prometen, mantienen sus espacios limpios y ayudan a otros sin que se les pida. No esperan premios, hacen lo correcto porque les nace.

Por otro lado, la empatía es uno de los motores más poderosos de este comportamiento. Devolver el carrito es una forma silenciosa de decir “importas”, no solo a uno mismo, sino a los empleados del supermercado y al resto de clientes. Estas personas se ponen en los zapatos de quien tendrá que recoger los carritos desordenados y sienten una obligación interna de facilitar la vida a quienes les rodean. Desde un saludo amable, hasta dejar sitio en el aparcamiento, lo suyo es pensar más allá de sus propias necesidades.

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Consistencia y coherencia ética en los pequeños detalles

Quienes son coherentes con sus valores no hacen excepciones “solo por hoy”. Si eligen devolver el carrito un día lluvioso, cuando están apurados o nadie los observa, reflejan una ética sólida y capacidad de autocontrol. Esta coherencia aparece en otras áreas: pagan deudas a tiempo, cumplen normas aunque nadie las haga cumplir, y su palabra vale, tanto en casa como en la calle.

El respeto por los códigos sociales no escritos, como devolver el carrito, crea una atmósfera de cooperación y seguridad. No solo muestra que importan las reglas públicas, sino también las invisibles, esas que mantienen unidos a vecinos y desconocidos por igual.

¿Podemos aprender a ser más responsables y empáticos?

Ser responsable y empático no es un don con el que se nace, se puede entrenar. Pequeñas prácticas diarias marcan la diferencia y la psicología recomienda, por ejemplo, escuchar con atención para desarrollar empatía, planificar pequeñas acciones antes de salir al súper, y hacer una pausa para pensar cómo afectan tus actos a otros.

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