Martillazos en la cara, cirugía, esteroides… La inquietante tendencia “Looksmaxxing” que arrasa en TikTok

En los últimos años, el fenómeno del looksmaxxing ha explotado en TikTok y otras redes sociales, sobre todo entre adolescentes y jóvenes. Lo que empezó como un interés por mejorar el aspecto físico rápidamente se convirtió en una tendencia que empuja los límites del autocuidado. Hoy, muchos buscan transformar su rostro y cuerpo con prácticas tan extremas como peligrosas.
¿Qué es el looksmaxxing y cómo surgió?
El looksmaxxing es el intento de maximizar la apariencia física usando todo tipo de métodos, desde rutinas de autocuidado hasta procedimientos invasivos. Nació en foros en línea, sobre todo en comunidades incel y grupos masculinistas anglosajones, obsesionados con la “mejor versión” de la apariencia masculina.
Las redes sociales, y TikTok en particular, actuaron como trampolín para que estas ideas llegaran a millones de jóvenes. Lo que antes quedaba entre nichos, hoy se esparce con vídeos explicativos, “recetas” para conseguir mandíbulas marcadas y rankings de belleza irrealistas. El salto del mundo digital a la vida real ya no es anecdótico: cada vez más adolescentes buscan resultados visibles, de cualquier forma.
Softmaxxing vs hardmaxxing
No todo el looksmaxxing es igual. El softmaxxing agrupa los métodos “seguros”: higiene, skincare, ejercicios, peinado, postura y hábitos saludables. Muchos jóvenes se animan con estas técnicas porque prometen resultados accesibles sin complicaciones médicas.
El hardmaxxing está en el polo opuesto. Aquí entran desde el uso de esteroides anabólicos hasta el “bones smashing” (golpearse la cara con objetos para remodelar huesos), cirugías plásticas, ortodoncia extrema y mewing (postura bucal forzada). A pesar de los peligros, la popularidad de estas prácticas crece porque prometen cambios rápidos y radicales, y porque en internet proliferan los testimonios y retos que lo muestran como “fácil” y “valiente”.
Las prácticas extremas del looksmaxxing
Entre los ejemplos más preocupantes está el bones smashing: golpear deliberadamente los propios pómulos o mandíbula con martillos para “remodelar” los huesos. Esta locura, sin base médica, se ha visto en decenas de vídeos virales y la creencia viene de una mala interpretación de la Ley de Wolff sobre adaptación ósea, pero la realidad es que sólo genera fracturas, lesiones nerviosas y cicatrices permanentes.
Otra corriente igual de alarmante es el abuso de esteroides y anabólicos, incluso sin supervisión, todo para lograr músculos definidos y mandíbulas tipo “modelo de perfume”. También han ganado terreno los rellenos faciales, la rinoplastia estética y la ortodoncia forzosa, muchas veces promovidos por influencers que muestran resultados inmediatos sin advertir de complicaciones reales: infecciones, deformidades, dependencia psicológica y trauma físico.
El rol de TikTok e influencers en la normalización de estas prácticas
TikTok ha sido la verdadera gasolina que ha encendido el looksmaxxing extremo. El algoritmo premia los vídeos de transformaciones físicas, antes y después, o retos absurdos, dándoles visibilidad a millones. Influencers masculinos —algunos muy jóvenes— convierten sus propios cuerpos en laboratorios, documentando cada paso como si fuera un experimento cotidiano.
El scroll infinito lleva a comparaciones constantes y crea una ilusión de que todos están cambiando menos tú. Nadie habla de los peligros, de las recaídas ni de las heridas invisibles que deja este bombardeo. La estética “dominante” y la promesa de éxito social están a solo un reto viral de distancia.
Consecuencias psicológicas y sociales en adolescentes y jóvenes
El looksmaxxing dispara un cóctel de consecuencias emocionales negativas, como baja autoestima, ansiedad crónica, obsesión con el espejo, y hasta trastornos de imagen corporal como la dismorfia, son cada vez más consultados por psicólogos y orientadores escolares. Muchos jóvenes, sobre todo varones, sienten que nunca están a la altura y que solo cambiando físicamente tendrán aceptación o éxito social.
El aislamiento social también aumenta y quienes no logran cambios drásticos sienten vergüenza y evitan relaciones o actividades, convencidos de no “merecer” ser vistos. Los algoritmos refuerzan este perfeccionismo irreal: la diferencia entre el yo real y el yo filtrado nunca se cierra.
La tendencia está íntimamente ligada a los foros incel y corrientes masculinistas, donde la apariencia física es convertida en un puntaje, un dato, un valor de mercado. Las mujeres reciben etiquetas cosificadoras (“Stacys”, “Beckys”), mientras que los chicos se agrupan según su nivel de atractivo, reforzando el desprecio a lo diferente y la competencia constante. La cultura de la comparación no perdona: alimenta la insatisfacción y normaliza el odio propio y hacia los demás.