No era mi hija’: el brutal motivo por el que un padre mató a golpes a su bebé de un año

Maya Simor Pereira, una bebé de apenas un año, fue encontrada muerta en su propia casa. Los detalles del caso, que involucran violencia extrema y abuso sistemático, expusieron una dura realidad sobre la violencia familiar y el abuso infantil.
Según los informes policiales, Maya fue víctima de maltratos constantes. Su padre, Thiago Colodino Barcelos, confesó el crimen y ahora enfrenta cargos graves. La bebé no solo sufrió golpes indiscriminados; su cuerpo mostró señales de agresiones previas, incluidas mordidas y hematomas en varias partes. Además, la autopsia reveló un patrón de violencia sostenido.
La madre de Maya, Eliana Aparecida Simor Pereira, de 19 años, también fue arrestada por su implicación directa o por no actuar para salvar a su hija. Las autoridades señalan que ella conocía la situación de abuso y mintió para proteger al padre, lo que agravó la tragedia y dejó a la bebé sin la mínima defensa y protección.
Los forenses recalcaron la intensidad y continuidad de los daños, lo que mostró una indiferencia estremecedora hacia el sufrimiento de una niña indefensa.
Sospechas y el ambiente familiar
La familia de Maya estaba formada por ella, sus padres y el abuelo paterno. Según vecinos y testigos, la desconfianza del padre hacia la paternidad de la niña fue el germen de muchos de los conflictos. El padre sospechaba que no era su hija y volcó ese rencor en maltratos físicos.
La madre de Maya vivía atemorizada, y relató episodios previos de violencia tanto hacia ella como hacia la pequeña. Muchos aseguran que el miedo la paralizó y los signos de violencia eran visibles, pero no suficientes para que el entorno interviniera a tiempo.

La investigación policial
Brasil cuenta con equipos especializados en crímenes contra menores, y en este caso la Policía Científica y el Instituto Médico Legal actuaron con rapidez. Su labor recogiendo y analizando pruebas físicas fue fundamental.
El trabajo forense permitió reunir indicios de abuso sistemático y las autoridades pudieron reconstruir una cronología clara de la violencia, lo que ayudó a asegurar que tanto el padre como la madre fueran detenidos y enfrentaran un proceso penal acorde con la gravedad de los hechos.
La noticia se viralizó en medios y redes sociales. El horror y la impotencia de la sociedad brasileña se sintieron en miles de mensajes pidiendo justicia por Maya. Las autoridades confirmaron que, dadas las circunstancias, la fiscalía actuó con máxima severidad.
El Ministerio Público formuló cargos por homicidio calificado y tortura, con agravantes por tratarse de una víctima menor de 14 años. La expectativa social es que estas condenas sirvan de ejemplo, desmotivando a futuro posibles casos de maltrato y violencia infantil. Es un mensaje claro: lastimar a un niño tendrá consecuencias graves e irreversibles.
La historia de Maya nos recuerda la urgencia de detectar señales tempranas de maltrato. Un moretón inexplicado, una actitud temerosa o un llanto persistente pueden ser pedidos de ayuda silenciosos. Las instituciones y la comunidad deben estar atentos, brindar apoyo, acompañar denuncias y contener a quienes ya han sido vulnerados.
No basta con castigar a los culpables, por lo que hay que fortalecer redes de apoyo, facilitar el acceso a servicios sociales y, sobre todo, hablar del tema sin tabúes ni excusas. Prevenir el abuso infantil es tarea de todos. La denuncia a tiempo puede salvar vidas, incluso cuando hay miedo e incertidumbre. La protección a la infancia no puede depender solo de la familia, sino del compromiso real de toda la sociedad.
