¿Puede el alcohol causar demencia? Lo que hoy sabe la ciencia
Cuando hablamos de memoria, concentración y claridad mental, casi todo el mundo piensa en el paso del tiempo. Se asume que la cabeza “se va gastando” y poco más. Pero cada vez hay más pruebas de que nuestros hábitos también cuentan, y mucho.

En los últimos años, varios estudios grandes han llegado al mismo punto incómodo: incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden aumentar el riesgo de demencia.
La demencia no es una sola enfermedad, sino un conjunto de síntomas que afectan a la memoria, al pensamiento y a la forma de manejar la vida diaria. No se trata solo de olvidar cosas, también puede cambiar el carácter, la capacidad de organizarse y la manera de relacionarse con los demás.
Dentro de la demencia existen varios tipos. La más conocida es la enfermedad de Alzheimer , pero no es la única. También existe la demencia vascular, que se relaciona con problemas en los vasos sanguíneos del cerebro, entre otras formas menos frecuentes. Todas comparten un mismo fondo: el cerebro deja de funcionar como antes porque sus células y conexiones están dañadas.
Puedes imaginar las neuronas como pequeñas centrales eléctricas que se comunican entre sí por millones de cablecitos. Cuando estas células mueren o esas conexiones se debilitan, la información ya no fluye igual. Esa es la base de muchos problemas de memoria y orientación, y ahí es donde el alcohol puede entrar en juego.
Demencia, envejecimiento y estilos de vida
La edad sigue siendo el factor de riesgo más fuerte para la demencia. Cuantos más años cumplimos, más probable es que aparezcan fallos en el cerebro. Pero la edad no lo explica todo. El estilo de vida, la forma en que comemos, cuánto nos movemos, si fumamos y cuánto alcohol tomamos, influye en que esos problemas lleguen antes o más tarde.
Cuidar el cerebro a lo largo de los años es como cuidar una cuenta de ahorros. Cada elección suma o resta. Aunque no se pueda cambiar la fecha de nacimiento, sí se puede cambiar lo que se hace cada día, y eso marca una diferencia real en cómo se llega a la vejez.
¿Puede el alcohol causar demencia realmente?
La respuesta corta es que el alcohol aumenta el riesgo de demencia, y la evidencia reciente es cada vez más clara. Grandes investigaciones con cientos de miles de personas, además de datos genéticos, han mostrado que el riesgo crece con cada bebida, incluso en cantidades que muchas personas consideran “moderadas”.
Durante años se pensó que beber poco podía proteger el corazón y quizá también el cerebro. Los estudios nuevos están corrigiendo esa idea, porque cuando se analizan mejor los datos, incluyendo la información genética, se ve que cuanto más alcohol se consume, mayor es la probabilidad de desarrollar demencia a lo largo de la vida. La ciencia habla en términos de aumento de riesgo, no de causa al cien por cien, porque influyen otros factores, pero la relación es muy firme.

Lo que dicen los estudios científicos más recientes
Los estudios actuales no se basan solo en encuestas pequeñas, ya que hablamos de investigaciones con cientos de miles de participantes, seguidos durante años, cruzando información sobre cuánto bebían, cómo estaba su salud general y qué pasaba con su memoria con el paso del tiempo.
Además, se usan datos genéticos que ayudan a separar mejor la influencia del alcohol de otros factores, como la dieta o el nivel económico. Cuando se tienen en cuenta todos estos elementos, la conclusión se repite: no hay una dosis que pueda llamarse segura para el cerebro. Hoy la ciencia es más precisa que hace unas décadas y la vieja idea de que un poco de alcohol “venía bien” para la cabeza ya no se sostiene.
Consumo moderado vs consumo excesivo
Está claro que un consumo muy alto de alcohol daña el cerebro de forma intensa y rápida. Eso se ve en personas que beben en grandes cantidades de forma habitual, con problemas marcados de memoria, atención y coordinación. Sin embargo, el consumo moderado, repetido a lo largo de muchos años, también se asocia con más riesgo de demencia.
Piensa en el cerebro como en una pared que se va picando y un golpe fuerte deja una marca grande al instante. Golpes suaves, día tras día, quizá no parezcan graves al principio, pero al final la pared también queda dañada. Con el alcohol ocurre algo parecido. Ninguna cantidad es totalmente segura, aunque beber menos siempre es mejor que beber mucho.
Cómo afecta el alcohol al cerebro y aumenta el riesgo de demencia
El alcohol actúa rápido en el cerebro, cruzando las defensas naturales que lo protegen y entra en contacto directo con las neuronas. Esa sustancia, que puede parecer inofensiva en una reunión social, tiene un lado tóxico para las células cerebrales.
Con el tiempo, el consumo repetido de alcohol se relaciona con cerebros que pierden volumen, como si se encogieran. También se daña la materia blanca, que permite que las diferentes zonas del cerebro se comuniquen entre sí. Todo esto reduce lo que los científicos llaman “reserva cerebral”, es decir, la capacidad del cerebro para soportar daños sin que se noten tanto en la vida diaria. Cuanta menos reserva, más fácil es que aparezca demencia.

¿Se puede reducir el riesgo de demencia si dejo de beber alcohol?
La buena noticia es que el cerebro también tiene capacidad de recuperación. Dejar de beber, o reducir mucho la cantidad, puede ayudar a frenar el daño y, en algunos casos, a mejorar. Esto se ve con más claridad en personas que bebían bastante y que, tras un tiempo sin alcohol, notan que piensan con más claridad y se concentran mejor.
Cuanto antes se cambie el hábito, más margen tiene el cerebro para recuperarse. Aun así, nunca es tarde para empezar a cuidar la salud cerebral. Hablar con un profesional de la salud puede orientar sobre cómo reducir el consumo de una forma segura, sobre todo si se bebe a diario o en grandes cantidades. Combinar menos alcohol con mejor sueño, alimentación equilibrada y algo de actividad física potencia el efecto protector.
