Cómo saber si aún amas a tu pareja

¿Cómo saber si aún amas a tu pareja? Antes de decir que el amor ha terminado es necesario entender y aceptar el hecho de que el enamoramiento tiene su propia duración y luego se extingue y, no menos importante, conocerse a sí mismo y conocer su manera de expresarse en el amor es muy importante.
Muy a menudo en una relación se experimentan momentos de confusión. Hay momentos en que la duda nos ataca hasta que aparece en nuestras mentes la pregunta «¿Todavía te amo? Algunos están aterrorizados ante esta pregunta mientras que otros creen que si la duda se ha colado, entonces significa que la chispa se está extinguiendo. Actúan en consecuencia y abandonan a su pareja. Se acabó el juego.
El eterno dilema «La amo o no la amo» surge de una confusión básica sobre las diferencias entre el amor y el enamoramiento, así como de la falta de conocimiento de cómo funciona el mecanismo del enamoramiento.
En teoría, todos debemos tener claro que el enamoramiento y el amor son dos conceptos distintos, cada uno de los cuales tiene su propia función en la regulación de la relación de pareja. Enamorarse puede definirse como el pegamento y el amor como el combustible de la relación. Podemos decir que el enamoramiento está ligado a la biología y el amor, en cambio, a la espiritualidad.
Cuando estás enamorado sientes muchos sentimientos y emociones como los famosos latidos del corazón, mariposas en el estómago, adrenalina, etc…. Sabemos que estamos enamorados porque sentimos esos sentimientos.
Por lo tanto, vivimos midiendo nuestros sentimientos hacia nuestra pareja en proporción a la intensidad de las emociones que sentimos. Es una pena, sin embargo, que las emociones sean, por su naturaleza, transitorias e inadecuadas para entender si hay amor o no. Amar es una elección, punto. Y de hecho, si las mariposas en el estómago y el latido del corazón desaparecen, entonces la duda «ya no siento lo que sentía antes» se arrastra.
Es perfectamente normal no probar lo que uno sintió al principio de la relación y esta es la demostración de que las leyes de la biología están tomando su curso. Veamos en qué sentido.
Aquí es apropiado referirse a las dinámicas que regulan el mecanismo del enamoramiento. En este proceso, según estudios realizados por dos neuropsiquiatras, el Dr. Donald Klein y el Dr. Michael Liebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, estaría involucrado un neurotransmisor, la feniletilamina, cuya tarea sería generar esos impulsos neuronales que nos hacen sentir enamorados de la otra persona y crecer en nosotros el deseo de estar cerca de ella.
La acción de este neurotransmisor está conectada al cerebro de los reptiles, cuando en la época de las cuevas las vidas de los hombres estaban amenazadas por animales feroces. Para garantizar la conservación de la especie, se necesita un sistema que mantenga unida a la familia y, sobre todo, que garantice que el hombre no abandone a la mujer y al recién nacido después del nacimiento de este último. Así que el cerebro primitivo puso la feniletilamina en acción.
Este neurotransmisor está involucrado en las emociones que sentimos cuando estamos enamorados y en querer estar lo más cerca posible de la persona que amamos. Así que, volviendo al hombre primitivo, tuvo que quedarse con la mujer hasta que se recuperó del parto y fue capaz de defenderse a sí misma y a su descendencia en ausencia del hombre. ¿Cuánto tiempo se necesitó? 18 meses: nueve meses iguales a la duración del embarazo y otros nueve meses de recuperación para la mujer. Así que aún hoy, enamorarse dura un máximo de 24 meses, según estudios realizados en psicología.
Después de este período de tiempo, el neurotransmisor se queda sin función y abrimos los ojos y vemos a nuestro compañero como lo que realmente es. Puede que nos guste o no lo que vemos y por eso decidimos si continuar o no con él. Entonces sería mejor ser consciente desde el principio de que enamorarse y amar son dos cosas diferentes y que la forma en que vemos a nuestra pareja cambiará en el futuro.
Si partimos de este supuesto, estaremos preparados para afrontar el momento en que la chispa inicial se apague. No pensaremos que ya no lo amamos, sino que tendremos la posibilidad de amar al otro por lo que realmente es, con sus fortalezas y debilidades. Como pueden ver, esta es una decisión que se deja a nuestra voluntad.
Todavía tenemos que hacer una aclaración y decir que las personas que pueden verse más afectadas por esta transformación en el informe son las ansiosas. Generalmente, estos sujetos son guiados por emociones que sienten y racionalizan poco sus sentimientos. Son personas que viven las relaciones a merced de las emociones del momento y esto les lleva a tener mayores posibilidades de conocer a la pareja equivocada (como de hecho ocurre). Los ansiosos intercambian las ansiedades que la relación crea por enamorarse. En realidad, es sólo su mecanismo de apego el que se activa en virtud del comportamiento de la otra persona.
El ansioso vive la relación bajo la amenaza constante de pérdida o abandono; de ahí los sentimientos de ansiedad, latidos del corazón, mariposas en el estómago que siente por su pareja. Estos sentimientos se confunden con el amor y si faltan pueden hacer que la persona ansiosa piense que la persona con la que está no es la adecuada para él.
Del mismo modo, si la pareja se comporta de manera más segura con el paso del tiempo, los ansiosos ya no se sentirán en riesgo de abandono. Paradójicamente, como su sistema de apego no se activará y no sentirá esas emociones turbulentas de las que hemos hablado, entonces surge la duda «¿pero la sigo amando?
Pues bien, está claro que el riesgo de arruinar una relación aunque no existan las condiciones es muy alto y esto por dos razones: la falta de conciencia sobre la diferencia entre el amor y el enamoramiento y el poco o ningún conocimiento del mecanismo del enamoramiento. Finalmente, también hay una falta de conocimiento de uno mismo.
Cada uno de nosotros debe al menos conocer su sistema de apego y el lenguaje que habla en el amor para que podamos ser comprendidos por el otro y, al mismo tiempo, tomar las contramedidas necesarias para nuestro propio bienestar, el de la otra persona y el de la pareja misma.
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