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Salud

Síndrome de Cotard: el trastorno que hace que las personas crean que están muertas

«Hasta la muerte, todo es vida», escribió Miguel de Cervantes, el autor de «Don Quijote de la Mancha», una de las grandes obras maestras de la literatura mundial. Sin embargo, hay personas que no perciben esa vida, porque tienen la convicción irracional e ilusoria de estar muertos. Esta condición particular se conoce como la síndrome de Cotard, descubierta en 1880 pero aún poco conocida, porque (afortunadamente) es muy rara.

¿Qué es la Síndrome de Cotard?

La síndrome de Cotard toma su nombre de Jules Cotard, el neurólogo francés que la describió por primera vez en 1880 y la definió como «el delirio de negación»: «No se trata necesariamente de personas con trastornos psicológicos manifiestos, sino que puede afectar a cualquiera, incluso a quienes hasta ese momento no habían mostrado signos de malestar», subraya la Dra. Cristina Colantuono, psicóloga y psicoterapeuta.

En esencia, la síndrome de Cotard se caracteriza por la creencia irracional de que la persona está muerta, ya sea física o espiritualmente. Los pacientes pueden sentir que han perdido órganos vitales o que su cuerpo se está pudriendo, llegando incluso a percibir que nunca nacieron. Esta anomalía en el cerebro les impide tener sensaciones corporales y psicológicas normales, lo que les lleva a aferrarse a la idea de que ya no están vivos.

Causas y factores de riesgo

Las causas de la síndrome de Cotard pueden ser diversas y variar de persona a persona. En algunos casos, puede estar relacionada con condiciones personales temporales, como vicisitudes privadas, traumas, períodos complicados o dificultades para adaptarse a cambios en la vida. «Por eso, en la mayoría de los casos, la síndrome de Cotard es transitoria y se limita a un solo episodio, que se resuelve espontáneamente hasta que desaparece por completo», explica la experta.

Sin embargo, en otras ocasiones, la síndrome puede surgir como consecuencia de traumatismos craneoencefálicos, tumores cerebrales, epilepsia del lóbulo temporal, demencia, migraña, esclerosis múltiple y otros trastornos psiquiátricos poco frecuentes. Estos factores neurológicos y médicos pueden desencadenar las alteraciones en la percepción y las creencias delirantes características de esta condición.

Síntomas y manifestaciones

Las personas con síndrome de Cotard, que suelen manifestarse alrededor de los 40-50 años, con una mayor incidencia en las mujeres, muestran una serie de síntomas característicos. Principalmente, no reconocen estar vivos o están convencidos de haber perdido sus órganos vitales.

«Es como si en su cerebro se creara una especie de ‘bug’, como se dice en informática, es decir, una anomalía que en este caso les impide tener sensaciones corporales y psicológicas. La percepción que experimentan es la de ya no ser dueños de su propio cuerpo, que puede sentirse transformado, petrificado, carente de alma, e incluso, en casos graves, percibir su propia carne en putrefacción», describe la Dra. Colantuono.

Además, es común que estas personas presenten un estado de ánimo depresivo, hipocondría y cenestopías (sensaciones «imaginarias» de dolor y sufrimiento en órganos vitales específicos). A medida que la condición progresa, pueden desarrollar una fuerte ansiedad, negatividad profunda y delirios de negación relacionados con su supuesta «no existencia» y la creencia de estar condenados a la inmortalidad como expiación de sus culpas.

Foto Freepik

Etapas de la Síndrome de Cotard

Según los expertos, la síndrome de Cotard pasa por tres etapas bien definidas:

Etapa Inicial o Germinal

En esta primera fase, se pueden observar los primeros signos de alerta: un estado de ánimo tendencialmente depresivo, hipocondría y cenestopías.

Etapa Florida

Dominada por una fuerte componente ansiosa y una profunda negatividad, en esta etapa aparece el delirio de negación, con ideas relacionadas con la supuesta «no existencia» del paciente y la creencia de estar condenados a la inmortalidad.

Etapa Crónica

Puede presentarse de dos formas: depresiva y paranoide. En ambas, el delirio de negación y el estado hipocondríaco continúan persistiendo.

Peligros y Consecuencias

Además de la profunda angustia que genera, la síndrome de Cotard puede derivar en consecuencias peligrosas. Dado que las personas se consideran «muertas», dejan de comer y beber, creyéndolos actos inútiles al considerarse «inmunes» a la muerte natural.

Asimismo, a menudo intentan suicidarse, viéndolo como la única forma de poner fin a su sufrimiento. «Además, no logran encontrar consuelo, porque amigos y familiares intentan alentarlos, negando su estado de ‘no existencia’, lo que finalmente hace que las personas con síndrome de Cotard se sientan aún más solas e incomprendidas«, admite la experta.

Diagnóstico y Evaluación

La diagnóstico de la síndrome de Cotard no se basa en exámenes o pruebas diagnósticas, sino en la observación de los síntomas que presentan los pacientes. Algunas frases típicas incluyen la negación total del cuerpo o de algunas partes del mismo («no existo», «estoy muerto», «no siento el corazón», «no tengo estómago»), del espíritu («estoy sin alma»), de los bienes materiales («no tengo ropa», «no tengo casa»), de las relaciones («no tengo familia») o incluso de la propia persona («no existo», «nunca nací»).

Tratamiento y Recuperación

Para tratar la síndrome de Cotard, es fundamental combinar el uso de antipsicóticos (recetados por un psiquiatra) con un tratamiento de psicoterapia específico. Aunque la falta de conciencia del paciente supone serias dificultades para establecer una relación terapéutica de confianza con el especialista, el proceso, aunque muy complejo, no es imposible y puede conducir a una recuperación completa.

El aspecto clave es que el psiquiatra y el psicólogo colaboren de manera sinérgica para implementar el mejor tratamiento posible y ayudar a los pacientes a recuperar un sentido de la realidad. Con el apoyo adecuado y un enfoque multidisciplinar, estas personas pueden superar gradualmente su creencia de estar muertas y volver a conectar con la vitalidad de la existencia.

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Veronica Pereira