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Salud

Una madre de 47 años con Alzheimer temprano comparte los primeros signos que la alertaron

Staci Marklin, una mujer de 47 años de Ohio, embarazada y con mucho trabajo, empezó a sentir que su mente iba más lenta. Ella misma lo llamaba mom brain, esa sensación de estar agotada y olvidadiza que muchas madres conocen bien.

Con el tiempo, esos pequeños fallos dejaron de ser graciosos y empezaron a dar miedo. Palabras que no salían, frases raras, rostros que parecían conocidos pero no lograba ubicar. En este artículo, la historia de Staci sirve como espejo para muchas familias, sobre todo adultos jóvenes y padres, que quieren entender mejor los primeros síntomas del Alzheimer de inicio temprano y cómo crear recuerdos conscientes mientras todavía hay tiempo.

Staci no solo está luchando contra la enfermedad, también está llenando de sentido cada día junto a su marido, su hijo pequeño y su hijastra, grabando momentos que un día podrían ser el único puente con su memoria.

Qué es el Alzheimer precoz y por qué también afecta a personas jóvenes

El Alzheimer de inicio temprano es el mismo tipo de Alzheimer que se ve en personas mayores, pero aparece antes de los 65 años. Puede empezar en los 50, en los 40 e incluso un poco antes en algunos casos. Sigue siendo raro en menores de 50, y justo por eso la historia de Staci impacta tanto, porque rompe la imagen clásica del abuelo que olvida nombres.

En personas jóvenes, el cuadro a veces no empieza con los típicos olvidos de dónde está la cartera o las gafas. Los primeros cambios pueden estar en el trabajo, en la concentración, en el lenguaje o en tareas que antes parecían fáciles. En el caso de Staci, los síntomas aparecieron mientras cuidaba de su hijo pequeño y atravesaba el embarazo, lo que hizo que al inicio casi todo el mundo culpara al estrés, al cansancio y a la carga mental.

Más que simples despistes

Muchas personas jóvenes con Alzheimer precoz describen que los primeros meses se sienten como vivir en modo automático, porque creen que solo están saturadas por el trabajo, la crianza o alguna etapa dura de la vida. En lugar de pensar en una enfermedad, piensan en estrés crónico o depresión, y siguen adelante sin hacer preguntas.

En una madre con hijos pequeños, como Staci, estos cambios golpean a toda la familia. No se trata solo de que se olvide una cita, sino de ver cómo esa persona empieza a tener errores extraños y repetidos que no encajan con su forma de ser habitual. Por eso es tan importante no minimizar lo que ocurre cuando los fallos aumentan y empiezan a interferir con la vida diaria. No todo despiste es Alzheimer, pero cuando la sensación de que algo va mal no desaparece, merece ser escuchada.

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Los primeros síntomas que notó esta madre de 47 años

Staci cuenta que sus primeros síntomas parecían pequeños detalles fáciles de justificar. El más llamativo fue el del lenguaje. Empezó a usar palabras que no encajaban en la frase, como decir “mueve la alfombra” cuando en realidad quería decir “mueve la cortina”. Al principio se reía, pensaba que solo estaba agotada por el embarazo, las noches sin dormir y la montaña de tareas en casa.

Con el tiempo notó que esos errores se volvían más frecuentes y más raros. Le costaba seguir conversaciones largas, perdía el hilo de lo que estaba explicando y sentía que su boca no lograba seguir el ritmo de su cabeza. Esa sensación de que las palabras se escapaban empezó a preocuparla. No era solo un olvido puntual, era algo que se repetía una y otra vez.

Luego llegó algo todavía más inquietante. Un día, se cruzó con un colega con el que había trabajado de forma muy cercana, pero su mente se quedó en blanco. Sabía que había algo familiar, pero no podía ubicar quién era. No le pasaba con alguien que había visto solo una vez, le sucedía con una persona que formó parte de su vida diaria. Esa experiencia la dejó helada, porque sentía con claridad que debería reconocerlo, aunque su cerebro no respondía.

Esos episodios empezaron a sumarse. No hablamos de olvidar dónde estaba el móvil, sino de momentos en los que información importante parecía simplemente borrada. La frecuencia y la intensidad de estos fallos la llevaron a pedir ayuda médica, guiada también por el recuerdo de su abuela, que había tenido Alzheimer. Lo que al principio fue explicado como cansancio acabó siendo una señal temprana de algo mucho más serio.

Cuando las palabras se enredan

La confusión de palabras fue una de las primeras alarmas claras. Staci notó que cada vez era más común decir una cosa cuando quería decir otra. No encontraba términos sencillos, cambiaba nombres de objetos y se quedaba en blanco en medio de una frase. Lo achacaba al “mom brain” típico de la maternidad reciente, ese estado de mente nublada por el sueño y las preocupaciones.

Estos fallos de lenguaje frecuente y extraño pueden ser un signo temprano de problemas cognitivos, sobre todo cuando no mejoran con descanso o vacaciones. En algunos casos de Alzheimer de inicio temprano, los cambios en el habla y la comprensión se adelantan a los grandes olvidos, lo que hace que los médicos, si no conocen bien el caso, tarden en sospechar de la enfermedad.

Olvidos que asustan

El episodio con su colega fue un punto de inflexión. Staci describe esa sensación como un hueco en blanco, un vacío incómodo, sabiendo que había una historia compartida ahí dentro, pero sin poder recuperarla. No es lo mismo que confundir un nombre o tardar un momento en recordar, es sentir que la información ha desaparecido.

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Con el paso de los meses, estos momentos se hicieron más comunes y más inquietantes. Empezó a preocuparse por su futuro, por su hijo, por la posibilidad de repetir la historia de su abuela. Esa combinación de errores de lenguaje y olvidos profundos la llevó a insistir en que algo no iba bien y a buscar una evaluación más completa.

Del primer miedo al diagnóstico: pruebas, tratamiento y lucha contra los prejuicios

El camino de Staci hasta el diagnóstico de Alzheimer precoz, que llegó en 2024, fue largo y cargado de emociones intensas. Primero se encontró con la respuesta que reciben muchas personas jóvenes: “a tu edad es raro”, “seguro que es estrés”, “descansa un poco”. Aunque sabía que algo estaba fallando, tuvo que insistir y apoyarse en el antecedente de su abuela para que la tomaran en serio.

Finalmente, le hicieron pruebas más profundas, donde los estudios de imagen y análisis específicos mostraron placas de beta amiloide en su cerebro, una de las marcas típicas del Alzheimer. Las pruebas cognitivas revelaron que su rendimiento estaba en el 10 % más bajo para su grupo de edad. Ya no eran solo sensaciones, había datos claros de que su cerebro estaba cambiando.

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Miedo, lágrimas y una nueva realidad

Recibir el diagnóstico fue un golpe seco. Staci y su marido estaban juntos cuando el médico les confirmó que se trataba de Alzheimer de inicio temprano. Ella cuenta que se rompió a llorar, que sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Pensó en su hijo pequeño, en los años que tal vez no recordaría, en la historia de su abuela repitiéndose delante de sus ojos.

Su marido también se derrumbó, pero se propusieron enfrentar la situación como un equipo. Juntos escucharon la explicación del especialista, las opciones de tratamiento y los pasos a seguir. El diagnóstico no solo pone un nombre a lo que pasa, también obliga a mirar de frente una nueva realidad que afecta a los planes, al trabajo y a la dinámica familiar.

Cómo intenta frenar la enfermedad

Tras el diagnóstico, Staci empezó a recibir lecanemab (Leqembi), un tratamiento moderno que se usa en fases tempranas de Alzheimer. Este medicamento está diseñado para ayudar a eliminar el beta amiloide del cerebro, esas placas que se acumulan y dañan las neuronas. No cura la enfermedad, pero puede ralentizar su avance en algunas personas y dar más tiempo de calidad.

El lecanemab se administra por vía intravenosa y requiere controles médicos frecuentes, porque puede tener efectos secundarios y no es adecuado para todo el mundo. Va acompañado de otras formas de apoyo que también cuentan mucho, como la terapia, la organización de rutinas claras en casa, la estimulación cognitiva, el ejercicio y el cuidado de la salud mental. El tratamiento médico se combina con una red de cariño y ajustes en la vida diaria que ayudan a Staci a sentirse menos sola.

Crear recuerdos antes de olvidarlos

Frente al miedo al olvido, Staci decidió llenar su vida de huellas. Usa TikTok y su cuenta @tryingnottoforget para grabar momentos con su hijo pequeño, su marido y su hijastra. Esos vídeos son más que contenido para redes, son una caja fuerte de recuerdos para el futuro, una forma de decir “estuve aquí, así era nuestro día a día”.

Habla de juegos en el salón, de risas en la cocina, de pequeñas rutinas que cualquier familia podría tener. Lo hace con ternura, pero también con una sensación de urgencia: quiere crear la mayor cantidad de recuerdos posible mientras su mente se lo permite. Cada vídeo, cada foto, cada conversación importante que se guarda es una semilla de memoria para su hijo, para que un día pueda conocer no solo la enfermedad, sino sobre todo el amor de su madre.

Vídeos, momentos simples y amor: la forma de dejar huella

Lo que más emociona de la historia de Staci no son solo los tratamientos ni las cifras médicas, sino su decisión de convertir la vida cotidiana en legado. No busca grandes gestos, se centra en momentos simples, como leer un cuento, cantar en el coche o abrazar a su hijo antes de dormir. Esos instantes, que a veces damos por hechos, se convierten para ella en tesoros que quiere proteger.

Sus vídeos en TikTok también ayudan a otras personas que viven algo parecido. Muestran que, incluso frente al Alzheimer precoz, el amor sigue siendo una fuerza poderosa. No borra el dolor ni el miedo, pero da sentido a cada día. Su historia invita a mirar con más atención a quienes nos rodean, a hablar de estos temas sin vergüenza y a buscar apoyo cuando algo no cuadra.

Hablar de Alzheimer precoz con empatía, compartir información y apoyar a quienes lo viven puede cambiar la forma en que enfrentamos esta enfermedad. Tal vez el mejor homenaje a historias como la de Staci sea cuidar nuestros vínculos hoy, crear recuerdos con intención y no tener miedo de pedir ayuda cuando la memoria empieza a fallar.

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