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Insólito

Veinte minutos con un hombre de Tinder le “destrozaron” la vida: la pesadilla de una mujer

Todo parecía una cita más sacada de una app de citas: un match en Tinder, unas semanas de conversación simpática y la ilusión de empezar algo nuevo. Pero para Nadia, una madre de 34 años en Escocia, esos 20 minutos con Christopher Harkins se convirtieron en el inicio de un año de miedo, amenazas y acoso.

Su historia apareció primero en la BBC y fue recogida por medios como Lanature.ca, y se ha convertido en un ejemplo extremo de los peligros ocultos que pueden esconderse en las apps de citas. No se trata de asustar a nadie, sino de entender qué pasó, cómo falló la respuesta policial y qué podemos aprender para protegernos mejor.

Quién era Nadia y cómo empezó el encuentro con el “depredador de Tinder”

En 2018, Nadia era una mujer de 34 años, madre, con una vida bastante normal. Trabajaba, cuidaba de su hija y, como mucha gente, usaba Tinder para conocer a alguien con quien compartir su día a día. Ahí apareció Christopher Harkins, un hombre que se presentaba como encantador, seguro de sí mismo y atento.

Durante semanas hablaron por la app y por mensaje. Él era halagador, parecía interesado en su vida y en su hija, hacía bromas y sabía cómo crear confianza. Nada en sus palabras hacía pensar que fuera peligroso. Al contrario, se mostraba como el típico hombre seductor pero educado, el tipo de persona que parece “totalmente normal”.

Con el tiempo, acordaron verse en persona. Él le propuso quedar en su apartamento antes de salir a cenar. A Nadia le pareció razonable; llevaban tiempo hablando, sentía que lo conocía y no detectaba nada raro. Años después, se sabría que Christopher Harkins no era un hombre cualquiera, sino un depredador en serie y estafador que llevaba años usando apps de citas para cazar mujeres.

Una cita que debía ser normal y se volvió inquietante desde la puerta

El mal presentimiento empezó nada más llegar. Harkins abrió la puerta en ropa de casa, con pantalones de chándal, y le dijo que estaba demasiado cansado para salir a ningún sitio. Le propuso cenar allí mismo en lugar de ir a un restaurante. Nadia ya sintió algo raro, pero entró.

El piso casi no tenía muebles, no había sofá ni mesa como tal, y la televisión estaba sobre unas cajas. Ese ambiente vacío, frío y descuidado chocaba con la imagen de hombre estable y seguro que él había vendido durante semanas por Tinder. Algo no cuadraba y la incomodidad empezó a crecer.

En un momento de la cita, Nadia tiró sin querer un poco de refresco. Fue un accidente mínimo, algo cotidiano, pero la reacción de él cambió por completo el aire de la habitación. La miró con rabia, le dijo que no respetaba su propiedad, que era un payaso, que no tenía educación. Su tono se volvió agresivo, sus ojos se endurecieron y dejó salir insultos gratuitos.

Esa agresividad súbita, la falta total de empatía y la necesidad de humillarla fueron señales de alarma claras. Nadia decidió entonces que no quería quedarse ni un minuto más y buscó la forma de irse cuanto antes.

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De salir corriendo a vivir un año de amenazas y acoso constante

Nadia logró marcharse, pero lo que pasó después fue aún peor. Ese rechazo de solo veinte minutos desató una tormenta. Nada más irse, él empezó a enviarle mensajes llenos de odio. Se burló de su aspecto, la llamó “vaca gorda”, le dijo que parecía un cerdo y atacó cada parte de su cuerpo y su autoestima.

Las amenazas subieron de nivel muy rápido. Le escribió que iba a rociar su casa con gasolina y quemarla, que la mataría, que también iría a por su padre. Los mensajes llegaban uno tras otro, durante horas, hasta la madrugada. No era un enfado puntual, era una campaña de terror.

Al día siguiente, Nadia fue a la policía escocesa para denunciar lo que estaba pasando. Allí le dijeron que no podían hacer mucho, que eran solo mensajes, que no había un delito claro. Mientras tanto, el acoso no se detenía. Cuando ella bloqueaba un número, él buscaba otra forma de contactarla. Usaba redes sociales, amigos en común, cualquier vía para seguir presente.

Este hostigamiento se alargó más de un año. La golpeó en lo económico, en lo emocional y en su día a día. Nadia ha contado que, si no hubiera tenido a su hija, habría llegado a pensar en quitarse la vida. El miedo permanente, la sensación de que nadie la protegía y la culpa que muchas víctimas sienten en estos casos hicieron el daño todavía más profundo.

Más víctimas, estafas y una condena histórica

Con el tiempo se supo que el caso de Nadia no era un hecho aislado. Christopher Harkins llevaba años haciendo lo mismo con otras mujeres, usando Tinder, Facebook y otras plataformas para localizar nuevas víctimas. Lo que parecía una mala experiencia de citas en línea era, en realidad, parte de un patrón sostenido de abusos y estafas.

Investigaciones periodísticas y el trabajo de la BBC destaparon que se trataba de un auténtico depredador. No buscaba amor ni compañía, buscaba control, dinero y poder sobre mujeres que confiaban en él. El caso acabó ante los tribunales en 2024 y marcó un antes y un después en cómo se habla de la violencia ligada a las apps de citas.

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Al menos 30 mujeres atrapadas por el mismo patrón

Los reportajes revelaron que, desde 2012, al menos once mujeres habían intentado denunciarlo de una forma u otra. Se sospecha que pudo dañar a unas treinta en total. Muchas eran mujeres con estudios, trabajos estables, vidas aparentemente “ordenadas”. No encajaban en ningún estereotipo de vulnerabilidad. Simplemente confiaron en alguien equivocado.

El patrón se repetía. Primero, encanto inicial. Luego, control emocional. Más tarde, violencia psicológica, económica y física. Harkins llegó a estafar más de 242.000 euros en distintos fraudes. Pedía dinero, inventaba inversiones, sacaba créditos a nombre de las víctimas, las dejaba con deudas enormes. Varias mujeres denunciaron agresiones sexuales y físicas. Algunas contaron que grabó videos íntimos sin su permiso para usarlos como herramienta de control.

Su historia ha aparecido en documentales como “Catching the Tinder Predator” y “Disclosure: Matched With A Predator”. En ellos se ve la lucha de las víctimas por ser escuchadas y los fallos serios de un sistema que, durante años, no unió los puntos.

Juicio, 12 años de cárcel y la respuesta insuficiente de la policía

La presión mediática y la valentía de varias mujeres cambiaron el rumbo del caso. En 2019 se abrió por fin una investigación a fondo, y en 2024 Christopher Harkins fue llevado a juicio. El tribunal lo declaró culpable de 19 delitos contra 10 mujeres, incluyendo fraudes, agresiones sexuales y amenazas graves.

Lo condenaron a 12 años de prisión y lo incluyeron en el registro de delincuentes sexuales. Sobre el papel, la justicia llegó. Pero para muchas víctimas, incluida Nadia, llegó tarde. Muy tarde.

La policía de Escocia reconoció que los casos se habían tratado como incidentes separados, o como simples conflictos civiles, sin ver que detrás había un mismo agresor. Una responsable policial habló de cambios dentro del cuerpo y de nuevas prácticas, pero evitó pedir perdón de forma directa. Para Nadia, la sensación es clara: si la policía hubiera actuado desde las primeras denuncias, varias mujeres se habrían ahorrado años de terror.

Señales de alarma y pasos básicos para protegerte en las citas en línea

Existen señales que conviene no ignorar. Si alguien presiona para quedar muy rápido, quiere que vayas a su casa en la primera cita, o se enfada cuando pones límites, toca frenar. Lo mismo pasa con personas que ocultan detalles básicos de su vida, se contradicen mucho o reaccionan con rabia por cosas pequeñas, como un cambio de plan o una broma.

Siempre es mejor quedar primero en un lugar público y decirle a alguien de confianza dónde vas a estar. Mandar la ubicación a un amigo o familiar, o acordar un mensaje rápido después de la cita, son gestos simples que suman seguridad. Si algo te hace sentir incómoda, no hace falta una gran explicación. Puedes irte. Tu incomodidad ya es motivo suficiente.

Si hay amenazas o acoso, guardar pantallazos, anotar fechas y contar lo que está pasando ayuda a la hora de denunciar. Y si la primera respuesta de la policía es floja, insistir. Hablar con asociaciones de apoyo o colectivos de mujeres también puede marcar una diferencia enorme. Nunca es culpa de la víctima y la responsabilidad siempre es del agresor.

Las apps de citas siguen siendo una forma válida de conocer gente. Si usas Tinder u otra app, recuerda esto: tu intuición vale, tus límites cuentan y mereces una respuesta rápida y seria cuando dices que alguien te da miedo. Nadie debería pasar por lo que vivió Nadia. Y cuanto más hablemos de estas historias, más difícil será que depredadores como Harkins sigan actuando en la sombra.

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