10 maneras sencillas de reducir el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular

Prevenir un accidente cerebrovascular no significa complicarse la vida ni seguir tratamientos difíciles o caros. Los pequeños cambios en los hábitos diarios marcan la diferencia. El riesgo de un accidente cerebrovascular o ACV puede disminuirse si se adoptan medidas claras relacionadas con la salud y el estilo de vida.
Controlar la presión arterial
La hipertensión es uno de los principales factores de riesgo. A menudo se la llama el “asesino silencioso” porque daña las arterias sin producir síntomas claros al principio. Llevar un registro regular, incluso en casa con un tensiómetro, ayuda a detectar cambios antes de que sea tarde. Reducir la sal, hacer ejercicio diario y consultar al médico sobre medicación asegura que la presión se mantenga en límites saludables.
Mantener un peso saludable
El sobrepeso y la obesidad pueden aumentar hasta un 64% el riesgo de ACV. Acumular grasa, sobre todo en el abdomen, eleva la presión arterial y puede causar diabetes tipo 2. Pequeñas reducciones de peso, como perder un 5% del total corporal, ya reducen el riesgo. Limitar refrescos, postres y alimentos ultraprocesados contribuye a alcanzar este objetivo.
Cuidar el colesterol
El exceso de colesterol LDL en sangre produce depósitos en las arterias que dificultan el paso de la sangre. Este problema, conocido como aterosclerosis, favorece bloqueos en el cerebro. Algunos cambios, como sustituir mantequillas por aceites vegetales y aumentar el consumo de vegetales, mejoran el perfil lipídico. El médico puede sugerir análisis regulares y medicación si es necesario.
Dejar de fumar
El tabaco multiplica el riesgo de ACV. Fumar daña directamente las paredes vasculares y vuelve la sangre más propensa a formar coágulos. Dejar de fumar es una de las decisiones más poderosas para proteger el cerebro y el corazón. Incluso quienes han fumado durante años notan beneficios en unas pocas semanas.

Hacer ejercicio de forma regular
La actividad física no solo ayuda a mantener el peso, sino que disminuye la presión arterial y mejora la salud del corazón. Caminar, bailar o andar en bicicleta bastan. Las recomendaciones apuntan a 150 minutos semanales de ejercicio moderado, como una caminata rápida, o 75 minutos de ejercicio vigoroso. La constancia multiplica los efectos positivos.
Seguir una dieta equilibrada
Una alimentación saludable, como la dieta mediterránea, protege el sistema vascular. Se basa en verduras, frutas, aceites vegetales, frutos secos y pocos alimentos procesados. Disminuir la ingesta de azúcares y grasas saturadas ayuda a controlar el peso y los niveles de colesterol. Un plato colorido es un plato más seguro para el cerebro.
Controlar la diabetes
La diabetes mal controlada desgasta los vasos sanguíneos y acelera los procesos de obstrucción. Es clave realizar controles regulares y mantener la glucosa en niveles recomendados. Cambios sencillos como reducir el consumo de bebidas azucaradas, comer porciones más pequeñas y elegir alimentos ricos en fibra marcan la diferencia.
Dormir bien
El sueño insuficiente o de mala calidad tiene efectos negativos sobre la presión arterial, el metabolismo y la salud vascular. Dormir entre 7 y 9 horas por noche permite que el cuerpo se repare y regule. Mantener horarios regulares y evitar pantallas antes de dormir mejora la calidad del descanso.
Evitar el sedentarismo
Sentarse durante largos períodos perjudica el flujo sanguíneo y aumenta el riesgo de coágulos. Interrumpir el tiempo sentado cada hora, aunque sea de pie o caminando, fomenta la circulación y protege el cerebro. Los pequeños movimientos diarios suman grandes beneficios a largo plazo.
Manejar el estrés
El estrés constante dispara la presión arterial y puede llevar a malos hábitos. Respirar profundo, reservar momentos para relajarse o practicar meditación ayuda a reducir la tensión. Compartir tiempo con seres queridos y salir a la naturaleza también ayuda a bajar el nivel de estrés acumulado durante el día.
Adoptar cualquiera de estas acciones cada día fortalece el cerebro y el corazón. Los cambios se notan con el tiempo y se suman. Ponerse en movimiento, cuidar la alimentación y escuchar al cuerpo permite reducir un riesgo que crece con la edad y los antecedentes familiares. Mantenerse al tanto de la salud y acudir a chequeos médicos regulares son aliados para una vida larga y activa.