9 síntomas que podrían indicar una falta de magnesio (y qué hacer al respecto)

El magnesio es un mineral esencial presente en cientos de funciones vitales para el organismo. Ayuda a transformar los alimentos en energía, apoya la relajación y contracción muscular, permite un ritmo cardíaco estable y colabora con la transmisión nerviosa. Sin embargo, no siempre es fácil detectar cuándo los niveles bajan, ni es raro pasar por alto señales de advertencia. Una deficiencia de magnesio, también llamada hipomagnesemia, se presenta cuando el cuerpo no cuenta con suficiente cantidad de este nutriente y, poco a poco, pueden aparecer molestias.
El papel del magnesio y causas de su deficiencia
El magnesio resulta clave para un metabolismo eficiente, un sistema nervioso equilibrado y el bienestar muscular y cardíaco. Más de un tercio de este mineral se encuentra en los huesos y una parte importante, en los músculos y tejidos blandos. Sin embargo, su absorción depende en gran medida de la calidad de la dieta y del buen funcionamiento intestinal.
Una alimentación baja en vegetales frescos, semillas, frutos secos y cereales integrales suele ser el motivo más frecuente de deficiencia. Comidas ultraprocesadas y refinadas contienen cada vez menos minerales, afectando el balance nutricional. La pérdida de magnesio también puede aumentar debido al estrés, ciertas enfermedades crónicas, el uso prolongado de diuréticos o antiácidos, el abuso de alcohol y situaciones que elevan las necesidades fisiológicas como el embarazo o el ejercicio extremo. El tracto digestivo y los riñones juegan un papel crucial, pues los trastornos de absorción y la mayor excreción pueden agotar progresivamente las reservas.
Síntomas que podrían indicar falta de magnesio
Detectar una deficiencia de magnesio a tiempo puede marcar la diferencia en la calidad de vida. Uno de los indicios más frecuentes incluye los calambres musculares y los espasmos, que aparecen de repente y suelen afectar piernas y pies, especialmente por la noche o tras el ejercicio. Muchas personas experimentan también una fatiga persistente, acompañada de debilidad sin motivo claro, que no mejora con el descanso habitual.
Alteraciones en el ritmo cardíaco, como palpitaciones o sensación de latidos irregulares, pueden ser señales tempranas de que el magnesio está en niveles bajos, especialmente si se acompañan de dolor en el pecho o sensación de mareo. Otro síntoma común es el insomnio o las dificultades para dormir bien, donde la dificultad para relajarse y las noches interrumpidas pueden vincularse con el déficit mineral.
La ansiedad, la irritabilidad y los cambios de humor sin causa aparente también pueden vincularse con la falta de este nutriente, ya que el magnesio participa en la regulación de neurotransmisores relacionados con el equilibrio emocional. Dolores de cabeza y migrañas frecuentes pueden presentarse junto a otros malestares, a menudo empeorando en situaciones de estrés.
En ocasiones, el déficit causa alteraciones digestivas como náuseas, falta de apetito o molestias inexplicables que persisten a lo largo de los días. Otras manifestaciones incluyen entumecimiento, sensación de hormigueo o debilidad en las extremidades, síntomas que avanzan progresivamente si el problema no se aborda.
Por último, los espasmos musculares involuntarios, temblores en los párpados o sacudidas en dedos y manos, pueden ser una manera muy específica del cuerpo de manifestar la carencia de magnesio, particularmente cuando estos episodios se vuelven diarios o repetitivos.

Qué hacer si sospechas que tienes déficit de magnesio
Ante la sospecha de déficit de magnesio, lo más responsable es consultar a un profesional de salud para obtener un diagnóstico fiable. El especialista suele solicitar un análisis de sangre para medir los niveles de magnesio y descartar otras causas detrás de los síntomas. Nunca se debe iniciar una suplementación sin esa evaluación. Un exceso de magnesio puede traer complicaciones y malestares, sobre todo en personas con enfermedades renales o en quienes toman medicamentos que alteran su metabolismo.
El primer ajuste pasa por mejorar la alimentación, priorizando una dieta variada e incluyendo fuentes naturales de magnesio en las comidas diarias. Los vegetales de hoja verde como espinacas o acelgas, legumbres como garbanzos y lentejas, nueces y semillas, además de cereales integrales y pescados como el salmón y la caballa, son opciones adecuadas para reforzar las reservas. Aumentar estos alimentos suele ser suficiente en casos leves.
Cuando la dieta no basta o existen condiciones específicas que impiden la recuperación, un médico puede indicar suplementos de magnesio en formas orgánicas de mejor absorción como citrato o lactato. La suplementación siempre requiere vigilancia para evitar efectos adversos y definir el tiempo de tratamiento, que puede extenderse durante varias semanas o meses, según la gravedad y los resultados de los controles.
El tiempo necesario para restablecer el equilibrio depende de cada persona. Habitualmente, una mejora sostenida puede notarse tras tres meses de cambios insistentes en los hábitos y bajo control médico. Es importante seguir las indicaciones, mantener la constancia y reevaluar el estado de salud de forma periódica para asegurar que el metabolismo recupera su estabilidad y los síntomas se resuelven.