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Salud

¿Qué causa la hipertensión arterial?

La hipertensión arterial, también conocida como presión alta, ocurre cuando la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias permanece elevada a lo largo del tiempo. Este aumento de presión puede pasar desapercibido durante años, pero poco a poco daña órganos vitales como corazón, cerebro, riñones y ojos. Comprender sus causas y los factores que la favorecen es la clave para prevenir riesgos y vivir con salud.

Causas principales de la hipertensión arterial

La hipertensión no aparece por un solo motivo. En la mayoría de los casos, se desarrolla de manera gradual y sin una causa clara; en otros, es el resultado directo de una enfermedad o condición específica. Por eso, los médicos distinguen entre hipertensión primaria (o esencial) y hipertensión secundaria. La primaria representa la enorme mayoría de los diagnósticos y se vincula a una combinación de factores hereditarios y hábitos de vida. En cambio, la secundaria se debe a problemas de salud identificables que requieren atención médica específica.

Hipertensión arterial primaria o esencial

La hipertensión primaria constituye más del 90% de los casos y aparece sin una causa identificable. Suele desarrollarse de forma lenta con el paso de los años, a medida que influyen distintos factores. El peso de la genética es muy importante; si existen antecedentes en la familia, el riesgo aumenta notablemente. La edad también juega un papel fundamental: el riesgo crece a partir de los 40 años, sobre todo en personas sedentarias o con otros factores de riesgo.

Otro elemento clave es cómo el organismo regula el volumen sanguíneo y la resistencia vascular. Cuando los riñones o los vasos sanguíneos pierden capacidad para adaptarse a los cambios, la presión arterial tiende a elevarse de forma constante. Estos desajustes pueden deberse tanto a condiciones heredadas como adquiridas con el tiempo. Todo esto demuestra que la hipertensión primaria surge de una suma de pequeños factores internos y externos que, con los años, afectan el equilibrio natural del cuerpo.

Hipertensión arterial secundaria

En la hipertensión secundaria, siempre se identifica una causa precisa que dispara el problema. Las enfermedades renales son el ejemplo más habitual, ya que los riñones regulan el volumen de líquidos y la cantidad de sal. Si fallan, el cuerpo retiene más agua y sube la presión. Alteraciones hormonales como hipertiroidismo, hiperaldosteronismo o el síndrome de Cushing también pueden provocar aumentos bruscos.

Trastornos como la apnea del sueño, el embarazo (preeclampsia), el uso de medicamentos (como anticonceptivos, corticosteroides o antiinflamatorios) y los excesos de alcohol o sal en la dieta, contribuyen a este tipo de hipertensión. Detectar y tratar el desencadenante específico suele permitir un mejor control de la presión arterial. Por eso, en personas jóvenes o cuando aparece repentinamente, siempre se busca una causa secundaria.

Foto Freepik

Factores de riesgo y hábitos que favorecen su aparición

La presión arterial se ve afectada tanto por condiciones que no se pueden cambiar como por hábitos de vida. La combinación de factores no modificables y modificables marca la probabilidad de desarrollarla. Entender estos aspectos ayuda a tomar decisiones más informadas para cuidar la salud.

Factores no modificables

Algunos elementos aumentan el riesgo de padecer hipertensión y no pueden evitarse, pero sí tenerse en cuenta para tomar precauciones. La edad es uno de los más importantes: con los años, los vasos sanguíneos se vuelven menos elásticos y la presión sube. Los antecedentes familiares también cuentan; si existe historial de hipertensión en padres o hermanos, la susceptibilidad es mayor. El sexo influye, ya que los hombres tienen mayor predisposición antes de los 55 años, mientras que en mujeres el riesgo crece después de la menopausia. El origen étnico no debe pasarse por alto: personas de ascendencia africana suelen presentar mayor sensibilidad a la sal y riesgo más alto.

Estos factores generan un terreno propicio para la aparición de la enfermedad, pero conocerlos permite estar atentos y realizar controles regulares.

Factores modificables y estilo de vida

La mayor diferencia está en los factores modificables, aquellos que dependen de los hábitos diarios. Un consumo elevado de sal en la dieta aumenta el volumen de sangre al retener agua, lo que obliga al corazón a trabajar más. Las dietas ricas en grasas saturadas y alimentos ultraprocesados también juegan en contra.

El sedentarismo potencia el riesgo, ya que el ejercicio regular mantiene el corazón fuerte y los vasos flexibles. La obesidad resulta especialmente dañina: el aumento de tejido graso obliga al corazón a bombear con más fuerza y afecta la respuesta de los vasos sanguíneos.

Fumar daña las arterias y favorece el endurecimiento de las paredes vasculares. El alcohol en exceso eleva la presión y reduce la eficacia de los medicamentos.

Modificar estos hábitos reduce considerablemente el riesgo. Adoptar una alimentación equilibrada, caminar a diario, dejar el tabaco y moderar el consumo de alcohol marcan una enorme diferencia en la salud cardiovascular.

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Otras afecciones y medicamentos

Otras condiciones pueden contribuir al aumento de la presión arterial. La apnea del sueño no solo interrumpe el descanso, sino que también favorece el desarrollo de hipertensión al generar descensos bruscos de oxígeno y estrés en el organismo.

Alteraciones endocrinas como el hipertiroidismo y el síndrome de Cushing modifican el equilibrio hormonal y afectan la presión. Algunos medicamentos, como los antiinflamatorios no esteroides, anticonceptivos y corticosteroides, pueden elevar la presión, especialmente al ser usados sin control médico.

En todos estos casos, el seguimiento especializado es esencial para ajustar tratamientos y controlar los valores de presión arterial, evitando complicaciones a largo plazo.

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