Asocian el incremento de cáncer colorrectal en jóvenes a una infección bacteriana en la infancia

El cáncer colorrectal dejó de ser un problema casi exclusivo de los adultos mayores. En los últimos años, su incidencia en personas menores de 50 años creció y preocupó tanto a médicos como a investigadores. La atención se centra en nuevos factores de riesgo, especialmente la exposición a infecciones bacterianas en la infancia. Comprender estos nuevos mecanismos puede cambiar el rumbo de la prevención y detección precoz, además de tener un gran impacto en salud pública.
La epidemia creciente de cáncer colorrectal en jóvenes
El incremento de casos de cáncer colorrectal en jóvenes es uno de los fenómenos más inquietantes en oncología reciente. Las cifras internacionales muestran que en las últimas dos décadas la incidencia en menores de 50 años se duplicó, una tendencia que no respeta fronteras ni estilos de vida. Lo más llamativo es que muchos de estos pacientes no presentan los factores clásicos como antecedentes familiares o enfermedades inflamatorias crónicas. Este perfil nuevo desafía la capacidad de los sistemas de salud y pone en evidencia la falta de cribados preventivos en este grupo etario.
Algunos síntomas aparecen tarde, como sangrado rectal o cambios persistentes en los hábitos intestinales. Dado que la mayoría de los programas de detección están enfocados en mayores de 50 años, muchos diagnósticos llegan en fases avanzadas. Las proyecciones indican que, de no mediar cambios, estos números seguirán creciendo y el impacto social será aún mayor.
Tendencias epidemiológicas y características de la enfermedad
La distribución global del cáncer colorrectal en jóvenes es desigual. Países como Estados Unidos, Argentina y España reportan incrementos sostenidos desde el año 2000. La franja de edad más afectada se ubica entre los 20 y 49 años, y en muchos casos los tumores muestran una agresividad superior y una tendencia a ser diagnosticados más tarde que en adultos mayores.
Estos pacientes jóvenes suelen buscar atención médica después de varios meses de síntomas. La falta de sospecha clínica, combinada con la percepción de que “el cáncer de colon es de viejos”, genera retrasos que complican el tratamiento y reducen la supervivencia.
Factores de riesgo: más allá de la herencia y el estilo de vida
La explicación tradicional del cáncer colorrectal apunta a la genética y los hábitos: dietas altas en grasas y carnes rojas, sedentarismo, obesidad y antecedentes familiares. Sin embargo, una gran parte de los nuevos diagnósticos de jóvenes se da en personas sin ningún factor de riesgo evidente. Esto llevó a mirar más de cerca el papel del microbioma intestinal y los mecanismos de inflamación crónica silenciosa.
La investigación actual apunta a que factores ambientales, cambios en la dieta y exposiciones tempranas también pueden estar detrás del fenómeno. Lo más novedoso es la atención que hoy recibe el posible rol de bacterias intestinales en la aparición temprana de este tumor.

El papel de la infección bacteriana en la infancia en el cáncer colorrectal de inicio temprano
Los estudios recientes identificaron un patrón llamativo en los genomas de jóvenes con cáncer colorrectal. En ellos aparece la huella de una toxina llamada colibactina, producida por cepas específicas de la bacteria Escherichia coli, que se transmite principalmente por el agua o los alimentos. Al adquirir la bacteria en la infancia, deja marcas únicas en el material genético del colon, aumentando el riesgo de desarrollar tumores décadas después.
Estos descubrimientos provienen de análisis exhaustivos de casi mil casos de cáncer en 11 países, donde las firmas mutacionales específicas fueron tres veces más frecuentes en pacientes jóvenes que en adultos mayores. Esto sugiere que la exposición a bacterias nocivas en la infancia tiene un efecto duradero y podría ayudar a explicar la epidemia actual.
La colibactina y sus efectos moleculares
La colibactina es la clave de esta nueva hipótesis. Se trata de una molécula capaz de penetrar el núcleo de las células del intestino y provocar lesiones puntuales en el ADN. Este daño se traduce en mutaciones identificables, conocidas en la literatura como ID18 y SBS88. Son un verdadero “registro de accidentes” en el genoma, una bitácora de exposiciones pasadas.
En términos sencillos, es como si la colibactina dejara cicatrices invisibles cada vez que ataca las células. Algunas de ellas pueden quedar silentes durante años y, con el tiempo, favorecer el crecimiento descontrolado característico del cáncer. Lo más preocupante es que estas firmas se detectan en una proporción llamativa en jóvenes con la enfermedad.
Evidencia científica y hallazgos globales
Los avances en secuenciación genómica permitieron rastrear la huella de la colibactina en muestras tumorales de países de todos los continentes. Analizando más de 900 genomas de cáncer colorrectal, los científicos hallaron que las mutaciones ligadas a esta toxina se acumulan sobre todo en pacientes diagnosticados antes de los 40 años y en regiones con alta incidencia, como Sudamérica, Asia Oriental y Europa del Este.
La presencia de estas firmas confirma la hipótesis de la exposición bacteriana infantil: los daños en el ADN ocurren en la niñez, quedan latentes y manifiestan su impacto años después. Estas variaciones regionales también abren preguntas sobre diferencias ambientales, sanitarias y dietéticas que podrían modular el riesgo.
El hallazgo plantea un cambio profundo en la comprensión del cáncer colorrectal. Si se confirma la implicancia causal de la bacteria, la prevención podría pasar por mejorar la calidad del agua, el control de alimentos y el desarrollo de estrategias para modificar la microbiota intestinal en los primeros años de vida.