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Salud

¿Qué comer en caso de gastroenteritis?

Durante un cuadro de gastroenteritis, la alimentación se convierte en una parte clave de la recuperación. Elegir qué comer y qué evitar ayuda a aliviar los síntomas, aporta energía y reduce el riesgo de complicaciones. Saber cómo cuidar la hidratación y qué alimentos elegir puede marcar la diferencia en la evolución del malestar digestivo. En este artículo se ofrecen consejos prácticos, sencillos y respaldados por expertos para acompañar el proceso de mejora.

Alimentación recomendada durante la fase aguda

En los primeros días de infección intestinal, es frecuente sentir poco apetito, malestar general y molestias digestivas como vómitos o diarrea. Sin embargo, dejar de comer o prolongar el ayuno puede empeorar el cuadro y aumentar el riesgo de deshidratación. La hidratación constante y una selección adecuada de alimentos suaves puede acelerar la recuperación y prevenir complicaciones graves.

La clave está en consumir alimentos fáciles de digerir, con bajo contenido de fibra, en pequeñas cantidades y varias veces al día. Este enfoque permite al sistema digestivo trabajar menos mientras el organismo se recupera. La reintroducción de la comida debe ser gradual, evitando forzar al estómago en exceso.

Líquidos y electrolitos: prioridad para evitar la deshidratación

La pérdida rápida de líquidos y sales minerales ocurre sobre todo por los episodios de diarrea y vómitos. Por esa razón, beber suficientes líquidos claros es la medida más importante para evitar la deshidratación. El agua, los caldos suaves y los tés sin cafeína son opciones ideales. Las soluciones de rehidratación oral (disponibles en farmacias o preparadas en casa siguiendo indicaciones médicas) resultan especialmente útiles para reponer sodio y potasio, elementos esenciales que se pierden durante el proceso.

Hay que evitar refrescos, bebidas azucaradas o con cafeína, ya que pueden irritar el estómago y empeorar la deshidratación, además de provocar más diarrea. Tomar pequeños sorbos con frecuencia es más efectivo que consumir grandes cantidades de una sola vez.

Alimentos suaves y fáciles de digerir

Durante la fase aguda, el sistema digestivo tolera mejor opciones sencillas como plátano, arroz blanco, puré de manzana sin azúcar, papas cocidas, pan tostado blanco y yogur con probióticos. Las sopas claras de verduras, el pollo cocido sin piel ni grasas y la zanahoria cocida pueden formar parte de la dieta, siempre en porciones pequeñas. Estos alimentos aportan energía sin sobrecargar el intestino ni irritar más la mucosa.

Comer despacio y en cantidades reducidas ayuda a evitar las náuseas y la sensación de pesadez. Cada persona puede ajustar la frecuencia según su tolerancia, prestando atención a la evolución de los síntomas.

Foto Freepik

Qué alimentos y bebidas evitar

Algunos alimentos y bebidas pueden aumentar la irritación gástrica, empeorar la diarrea y dificultar la recuperación. Por eso, lo mejor es evitar alimentos fritos, grasos, embutidos, cremas, lácteos enteros, quesos fuertes y comidas picantes durante estos días. Los vegetales crudos, las leguminosas enteras, el maíz, la cebolla y otros productos muy ricos en fibra pueden resultar difíciles de digerir en este periodo.

Las bebidas gaseosas, energéticas o que contengan cafeína tampoco son recomendables porque irritan la mucosa del estómago y pueden producir más molestias. Los jugos concentrados o muy dulces deben evitarse por el mismo motivo. Los expertos aconsejan esperar hasta sentirse mejor antes de reintroducir estos productos.

Recuperación y cuidados alimenticios tras la gastroenteritis

Cuando los síntomas comienzan a disminuir, la dieta puede volverse más variada y rica en nutrientes. Es el momento de recuperar energía y fortalecer el intestino. Mantener la hidratación y reponer los minerales perdidos sigue siendo clave, pero también se recomienda avanzar hacia una alimentación más completa, idealmente en un plazo corto para evitar déficits nutricionales.

Volver demasiado rápido a comidas pesadas o irritantes puede provocar recaídas, mientras que una reintroducción paulatina mejorará el bienestar general.

Progresión hacia una dieta normal

El siguiente paso tras la fase aguda es aumentar de forma gradual la variedad de alimentos y las fuentes de fibra, siempre observando la tolerancia individual. Primero se pueden incorporar verduras cocidas como calabacín o zanahoria, carnes magras sin grasa, pescado blanco, pastas simples y pan blanco. Reforzar las comidas con frutas blandas peladas, como pera o manzana cocida, ayuda a aportar vitaminas.

Es recomendable evitar la fibra insoluble (presente en cáscaras, semillas o granos integrales) hasta sentirse completamente recuperado. Después se puede ir subiendo la cantidad de fibra y variedad según el apetito y la tolerancia digestiva de la persona.

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El papel de los probióticos y otros aliados digestivos

Los probióticos, presentes en algunos yogures y leches fermentadas, pueden favorecer la restauración de la flora intestinal alterada durante la gastroenteritis. Al fortalecer esta microflora, ayudan a reducir la duración de la diarrea y a proteger frente a nuevas infecciones. No todos los productos comerciales contienen las cepas más eficaces, por eso es recomendable consultar con un profesional de la salud sobre la conveniencia de usar suplementos específicos.

Además, incluir pequeñas cantidades de alimentos fermentados, como kéfir o chucrut (casero y natural), puede aportar beneficios adicionales, siempre y cuando se toleren sin molestias.

Prevención de recaídas y buenas prácticas

El cuidado alimenticio debe ir acompañado de hábitos de higiene para evitar nuevas infecciones y proteger la salud de quienes conviven con la persona afectada. Lavarse bien las manos antes de manipular alimentos, después de ir al baño y tras cambiar pañales es una de las medidas más efectivas.

También conviene desinfectar superficies que puedan haber estado contactadas con fluidos corporales. Si la diarrea es muy persistente, aparecen signos de deshidratación (como sequedad en la boca, poca orina o mareos), fiebre alta o sangre en las heces, será necesario buscar atención médica para un mejor diagnóstico y seguimiento.

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