Soy entrenador deportivo y aquí están los 3 consejos que me ayudaron a perder 54 kilos
Perder 54 kilos siendo entrenador deportivo no solo transformó el cuerpo, sino que cambió para siempre la visión sobre la salud y el bienestar. La motivación para compartir estos consejos nace del recorrido propio, con aprendizajes obtenidos a base de constancia, errores y triunfos genuinos.

Adoptar hábitos de alimentación sostenibles
La gran diferencia no estuvo en un menú milagroso ni en eliminar grupos enteros de alimentos. El secreto fue elegir ajustes realistas y permanentes. En lugar de obsesionarse con listas interminables de restricciones, la decisión fue simplificar: optar por comidas accesibles, bajas en calorías y con alto valor nutricional. Frutas, verduras, proteínas magras y una dosis moderada de grasas saludables encabezaron el menú diario.
La reducción consciente de calorías nació de la planificación anticipada, evitando los antojos impulsivos. Los excesos puntuales ya no derrocaron los avances, porque lo importante fue mantener la constancia y no la perfección. Preparar de antemano varias comidas permitió controlar las porciones y sortear la tentación de recurrir a ultraprocesados. Beber suficiente agua también ayudó a regular el apetito y a tomar mejores decisiones al comer.
El riesgo más común es caer en el error de páginas o dietas rápidas: generan frustración y el temido efecto rebote. La estrategia real funcionó porque nunca se prohibió nada; en vez de eso, se priorizó el equilibrio. Disfrutar del pan, del arroz o de una pequeña porción de postre no frenó el progreso. Todo lo contrario: al evitar la culpa y los extremos, la alimentación se volvió sostenible, agradable y compatible con la vida cotidiana.

Construir una rutina de entrenamiento funcional
Al principio, la tentación de sobreentrenar era muy fuerte, buscando quemar el máximo de calorías en el menor tiempo posible. Sin embargo, el avance más notorio surgió cuando se adoptó una rutina funcional y variada, con ejercicios que involucraran grandes grupos musculares. Incluir sentadillas, flexiones, dominadas y movimientos compuestos resultó mucho más eficaz para transformar la composición corporal.
Alternar entrenamientos de fuerza con actividades aeróbicas suaves (como caminar o pedalear) aceleró el metabolismo y ayudó a mantener masa muscular durante la pérdida de peso. Lo crucial fue entender que no hay que agotarse para obtener resultados; el descanso es parte esencial del progreso. Respetar los días de recuperación evita el estancamiento, la fatiga y las lesiones a largo plazo.
Moverse más a lo largo del día hacia objetivos realistas, sin obsesión con cifras exactas, fue el cambio más sencillo y subestimado. Caminar todos los días, subir escaleras, realizar pequeñas pausas activas en el trabajo, cualquier excusa ayudó a incrementar el gasto energético de forma natural. Esta flexibilidad en la rutina permitió adaptarse a días buenos y malos, manteniendo una adherencia sólida, mucho más importante que la intensidad esporádica.
No hay una fórmula universal, y cada persona necesita adaptar los ejercicios a su nivel, sus limitaciones físicas y sus preferencias. Lo que nunca cambia es la importancia de la regularidad, combinando movimientos útiles, variados y progresivos para seguir motivado y observar avances reales.
La mentalidad adecuada para un cambio duradero
El mayor desafío no estuvo en la comida ni en el gimnasio, sino en la mente. Mantenerse enfocado requiere una actitud positiva, resiliencia para enfrentar caídas y capacidad de reconectar con la motivación inicial. Celebrar cada logro, incluso el más pequeño, marca la diferencia entre una simple racha y un cambio duradero.
Fijar metas claras y alcanzables ayuda a sostener el impulso. Sin embargo, los objetivos obsesivos como “ver cierto número en la balanza” suelen conducir a frustración. El verdadero avance se ve en el día a día: mayor energía, mejor ánimo, ropa que ajusta distinto, confianza renovada. Entender que el proceso va a tener altibajos, y aceptar que algunos días no serán perfectos, invita a cultivar la paciencia y a no rendirse ante los obstáculos.
El entorno es clave. Contar con apoyo de amigos, familia o compañeros de camino refuerza la motivación, disminuye el estrés y ayuda a enfrentar los momentos complicados. Hablar de las metas y pedir respaldo hace que el compromiso sea más sólido.
Mantener la salud mental y emocional, cuidar el sueño, diferenciar entre hambre real y emocional, buscar ayuda profesional cuando se necesita, estas son piezas igual de importantes que un buen plan de comidas o rutina de ejercicios. Sin una mentalidad fuerte y flexible, el progreso se vuelve frágil. Con una actitud firme y gentil a la vez, el cambio perdura.
