Esta es la razón por la que nunca debes besar a una persona muerta

En momentos de dolor, muchas familias sienten el impulso de despedirse con un último gesto de cariño hacia un ser querido que ha fallecido. El beso de adiós parece un acto de consuelo y amor; sin embargo, es un gesto que puede exponer a riesgos de salud importantes. Comprender los peligros y ese choque entre costumbre y salud pública ayuda a tomar decisiones informadas en un momento tan sensible, donde las emociones, la tradición y la protección personal se mezclan en un entorno lleno de incertidumbre y fragilidad.
Riesgos de salud al besar a una persona fallecida
Pocas horas después de la muerte, el cuerpo humano inicia un proceso natural de descomposición. En este tiempo, las bacterias que normalmente residen en el organismo empiezan a liberarse a gran velocidad. Algunas de estas bacterias pueden ser inofensivas en vida, pero fuera de control después del fallecimiento representan una amenaza para los vivos, sobre todo para quienes tienen sistemas inmunológicos debilitados.
Además, muchos cuerpos reciben preservativos químicos como el formaldehído antes de un velorio. Aunque estos compuestos ayudan a demorar la descomposición, pueden irritar la piel y mucosas de quienes los tocan o besan. El contacto cercano también puede facilitar la transmisión de enfermedades poco comunes, en especial si la persona fallecida fue víctima de alguna infección contagiosa antes de morir.
En casos recientes de epidemias, como el Covid-19, autoridades sanitarias aconsejaron evitar cualquier acercamiento directo con el cuerpo para prevenir el contagio, incluso después de la muerte. Los restos de alimentos en los labios pueden provocar, incluso, alergias graves en contactos vulnerables, al igual que el peligro de exposición a bacterias que afectan el sentido del olfato.
El riesgo aumenta si no se utilizan guantes o mascarillas adecuadas, sobre todo en contextos hospitalarios o donde se desconocen las causas exactas del fallecimiento. En estos casos, los besos, aunque cargados de amor, pueden convertirse en un canal de infecciones peligrosas que ponen en riesgo la salud de quienes quedan atrás.

Aspectos culturales y emocionales frente a la despedida
En muchas culturas, el contacto físico con una persona fallecida representa respeto y cierre emocional. Un simple beso o caricia se perciben como formas de demostrar amor y acompañar a quienes ya no están. Este tipo de despedida simboliza un puente entre el dolor de la ausencia y el consuelo de la memoria.
Sin embargo, los rituales tradicionales en ocasiones chocan con las recomendaciones médicas. La ciencia reconoce que la mayoría de los cuerpos no representan un riesgo grave cuando no existe una enfermedad contagiosa, pero advierte que el peligro nunca es cero. Los médicos insisten en encontrar maneras seguras y simbólicas de decir adiós, manteniendo la dignidad post mortem y el respeto que merece el cuerpo.
Para quienes buscan despedirse, existen alternativas igual de significativas, como escribir cartas, compartir recuerdos durante el velorio o participar en ceremonias conmemorativas. Estas prácticas permiten un cierre emocional mientras se protege la salud de familiares y amigos.
El apoyo emocional tras la pérdida cobra especial importancia en niños y adolescentes, quienes pueden verse afectados por la experiencia de enfrentar la muerte de cerca. La educación y el acompañamiento psicológico ayudan a procesar el duelo y a entender las razones detrás de las normas sanitarias, evitando sentimientos de culpa o incomprensión cuando no se permite un último contacto físico.
Frente a la tensión entre tradición y modernidad, se impone la empatía y la información clara, para que cada familia encuentre la mejor manera de honrar la memoria de sus seres queridos, sin comprometer su bienestar físico ni la seguridad colectiva.
