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Sexo y relaciones

Pienso en alguien que no es mi pareja durante el sexo, ¿es grave?

¿Alguna vez ha pensado en otra persona en plena intimidad y se ha asustado? La sola idea puede generar culpa, ansiedad y dudas sobre la relación. La realidad es que este pensamiento es frecuente y no siempre señala un problema grave. De hecho, muchos expertos en psicología y sexología lo consideran parte normal de la imaginación erótica humana.

¿Es normal fantasear con otra persona durante el sexo?

Sí, es normal y bastante común. Psicólogos y sexólogos explican que estas imágenes mentales funcionan como sueños despiertos que activan el deseo y la creatividad. No suponen una infidelidad en sentido físico o emocional cuando quedan en la mente. Son parte de una vida erótica saludable, con mecanismos similares a los de los sueños nocturnos, donde hay transformaciones, condensaciones y cambios de roles. El cerebro juega, reorganiza recuerdos y estimula la excitación.

Especialistas como Sébastien Garnero describen estas escenas como guiones mentales o escenarios que alimentan la respuesta sexual sin dañar a la pareja. Pueden aparecer por muchas razones. A veces sirven para compensar una rutina sexual o para añadir un punto de novedad. Otras veces buscan un amor idealizado, una versión romántica que funciona como espejo y ayuda a reconocerse a uno mismo. También pueden dar chispa a la relación actual, como si se añadiera un color nuevo a una pintura conocida.

En el día a día, se parece a imaginar un viaje perfecto para motivarse con el trabajo. Alguien puede visualizar una cita en la playa o una escena de película mientras hace el amor con su pareja para mantener vivo el entusiasmo. Mientras esos pensamientos se queden en la fantasía, no ponen en riesgo real el vínculo. En muchos casos indican un psiquismo activo y equilibrado que usa el imaginario para sostener el deseo.

Razones comunes detrás de estos pensamientos

Las causas varían según la historia personal y el momento de la relación. Una de las más habituales es la frustración en la sexualidad actual. Cuando el deseo baja o la intimidad se resiente, la mente compensa con escenas que satisfacen lo que en ese instante falta. No es una traición, es una regulación natural del sistema erótico para mantener el interés y la conexión consigo mismo.

Otra razón es la necesidad de variedad para combatir la monotonía. La novedad nutre el deseo, y la imaginación ofrece escenarios sin costo ni riesgo físico. En ese sentido, fantasear introduce un elemento sutil y un poco subversivo que revuelve lo previsible y despierta el cuerpo. También puede aparecer el impulso de explorar un yo ideal o una versión más segura de uno mismo, más atractiva o con menos vergüenza. La mente crea un avatar interno que da permiso para sentir más placer y menos juicio.

En el plano afectivo, estos pensamientos pueden colmatar un vacío temporal, una falta de ternura o de admiración que la vida diaria no siempre cubre. No sustituyen el cariño real, pero alivian tensiones y ayudan a reposicionarse en la relación. En síntesis, enriquecen la vida psíquica y favorecen un mejor equilibrio emocional cuando se viven con naturalidad y sin culpa.

Beneficios para tu relación íntima

Bien llevadas, las fantasías pueden fortalecer la conexión con la pareja. Alimentan la libido, previenen el estancamiento y reducen el peso de las expectativas. Quien imagina con libertad tiende a tener una mente creativa y curiosa, algo que se asocia con salud mental y sexual. No sustituyen el vínculo, lo nutren desde dentro, como un laboratorio privado donde se prueban sensaciones.

No traicionan al compañero ni implican menor amor. Son la expresión de una erótica personal que se despliega para activar el cuerpo y la emoción. En algunas parejas, compartir ideas en términos generales, sin caer en detalles que puedan doler, abre la puerta a una comunicación más sincera. Decir “me excita un plan más romántico” o “me gusta imaginar un lugar distinto” ayuda a traducir la fantasía en acuerdos reales y placenteros.

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¿Cuándo estos pensamientos podrían ser un problema?

No hay problema cuando la fantasía es pura y ocasional, y no afecta la cercanía con la pareja. Sí conviene atender señales de alerta cuando se transforman en una infidelidad psíquica o virtual. Ocurre, por ejemplo, si la persona mantiene flirteos online con avatares o bajo seudónimos, si se crea complicidad fuera de la relación, o si aparece una doble vida digital. El anonimato puede dar una sensación mágica de poder y ausencia de consecuencias, pero la experiencia emocional es real y puede dañar la confianza.

También puede ser problemático si estos pensamientos generan culpa constante, si crean distancia emocional con la pareja o si aparecen preferidos afectivos fuera de la relación. En casos de adicción al irreal, cuando se busca una identidad nueva para escapar de insatisfacciones profundas, la fantasía deja de ser un juego y se vuelve un síntoma de malestar. La cuestión no es imaginar, sino el impacto real en la intimidad y la presencia en el vínculo. Si hay apego hacia la otra persona o baja el deseo con la pareja por estos pensamientos, es tiempo de actuar.

Señales de alerta en tu relación

Las señales más claras aparecen en la experiencia diaria. Si los pensamientos son persistentes y crean ansiedad, algo pide atención. Si se prefiere la compañía mental de otra persona y se reserva emoción para un tercero, la conexión con la pareja se resiente. Cuando se usan redes para coquetear o sostener conversaciones íntimas fuera del acuerdo de la pareja, ya hay una forma de infidelidad virtual que erosiona la confianza. Ese entorno puede parecer seguro por el anonimato, pero trae consecuencias reales.

Otra señal es el aumento de secretos, cambios en los hábitos digitales o evitación del contacto sexual con la pareja mientras la mente se vuelca a historias con otra persona. La fidelidad sigue siendo un valor clave para la mayoría de las parejas. Ignorar estas señales puede abrir la puerta a discusiones, rupturas y sensación de traición. Detectarlas a tiempo permite decidir con calma y sin dramatismos.

Consejos prácticos para manejar estos pensamientos

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El primer paso es observar sin juzgar. Reconocer qué activa la fantasía y qué necesidad cubre ayuda a darle un lugar sano. A veces expresa deseo de novedad, otras un pedido de más ternura o de mayor juego. Nombrar esto en privado ya reduce la culpa y baja la ansiedad.

El segundo paso es comunicar. No se trata de contar nombres o escenas explícitas, sino de traducir la fantasía a demandas concretas y amables. Puede ser más humor, un ambiente cuidado, más tiempo de caricias o explorar roles suaves. Hablar con honestidad fortalece el vínculo y evita malentendidos. La imaginación puede usarse de forma positiva para innovar en la intimidad, con respeto por los límites de ambos.

Si los pensamientos generan malestar, técnicas de mindfulness, respiración profunda o enfoques de terapia cognitivo conductual ayudan a gestionar rumiaciones y culpa. También se puede buscar apoyo de un sexólogo o psicoterapeuta cuando la vergüenza, el secreto o la angustia persisten. Pedir ayuda es un acto de cuidado, no un fracaso.

Cómo mejorar la intimidad con tu pareja

La intimidad mejora cuando hay presencia y juego. Introducir novedades sencillas, como cambiar el ambiente, probar horarios distintos o alternar roles consentidos, despierta el deseo sin forzar nada. La práctica de atención plena durante el encuentro, con foco en la sensación del cuerpo y la respiración, baja la mente al momento y calma comparaciones.

Explorar fantasías compartidas en términos generales puede ser un puente seguro. Frases como “me excita un ritmo más lento” o “me gustaría probar un lugar distinto” permiten alinear expectativas y sumar placer. La comunicación abierta reduce culpas y aporta un clima de confianza. Cuando la pareja traduce la imaginación en gestos concretos, la experiencia se vuelve más rica, más cercana y más libre.

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