Los oncólogos están en alerta: el cáncer de pulmón ya no es solo cosa de fumadores
Durante años se pensó que el cáncer de pulmón era casi exclusivo de los fumadores. Esa idea ya no encaja con la realidad, ya que los oncólogos observan un aumento constante de casos en personas que nunca han encendido un cigarrillo, en especial mujeres y pacientes más jóvenes, algunos en plena edad laboral.

Por qué el cáncer de pulmón crece en personas que nunca han fumado
El panorama ha cambiado de forma clara. Antes casi todo se atribuía al tabaco, ahora la evidencia muestra que hasta uno de cada cinco diagnósticos se da en no fumadores o en personas que solo han fumado de forma muy ocasional. Este grupo ya no es una excepción rara, forma parte de la práctica diaria de muchos servicios de oncología.
Estos tumores suelen tener un perfil diferente. Se observa más cáncer de pulmón en mujeres que nunca han fumado y en jóvenes con pocos antecedentes de riesgo clásicos. A menudo se trata de adenocarcinomas, un tipo de tumor que se relaciona con cambios genéticos concretos en las células del pulmón. Este cambio de perfil obliga a los oncólogos a replantear cómo piensan y cómo exploran a los pacientes, porque muchas personas se sienten a salvo solo por no fumar y retrasan la consulta cuando aparecen síntomas.
El papel de la contaminación del aire y el entorno urbano
La contaminación del aire se ha convertido en un actor silencioso pero muy presente. Las partículas finas que flotan en el ambiente y los gases procedentes del tráfico y de algunas industrias pueden dañar el tejido pulmonar de forma continua. Con el tiempo, ese aire sucio favorece cambios en el ADN de las células que se parecen a los que provoca el tabaco.
El problema se intensifica en grandes ciudades, cerca de autovías con tráfico intenso o en polígonos industriales con emisiones constantes. La calidad del aire interior también importa, sobre todo en viviendas mal ventiladas o próximas a focos de humo. Para quienes nunca han fumado, vivir durante años en un entorno con alta polución puede aumentar de forma clara el riesgo de cáncer de pulmón, aunque no siempre sean conscientes de ello.
Radón, humo ajeno y otros factores que pasan desapercibidos
Otro enemigo poco visible es el gas radón. Se trata de un gas natural, sin olor ni color, que procede del subsuelo y puede acumularse en casas, sótanos y locales mal ventilados. En zonas de suelo granítico o determinadas áreas rurales y urbanas se han detectado concentraciones elevadas. La exposición continua, durante años, incrementa el riesgo de cáncer de pulmón incluso en personas que nunca han fumado.
El humo de segunda mano también tiene un papel claro. Compartir casa con fumadores, trabajar en entornos donde todavía se fuma o pasar muchas horas en espacios mal ventilados supone inhalar sustancias tóxicas día tras día. A esto se añaden riesgos laborales como el amianto, la sílice, algunos hidrocarburos y disolventes, presentes en determinadas industrias y trabajos. En muchas zonas rurales del mundo, el uso de leña o carbón en cocinas cerradas genera humo espeso en el interior del hogar, lo que daña los pulmones desde edades tempranas. Todos estos factores suelen pasar desapercibidos, porque no se relacionan de inmediato con la idea de cáncer.
Cuando la genética y los nuevos tratamientos cambian la historia
En una parte importante de los casos de cáncer de pulmón en no fumadores aparecen mutaciones concretas en genes de las células tumorales. Cambios en EGFR, ALK o ROS1 son algunos de los más estudiados. Estas alteraciones hacen que la célula reciba señales de crecimiento continuo, como si un interruptor se hubiera quedado atascado en la posición de encendido.
La identificación de estas mutaciones ha abierto la puerta a un tratamiento personalizado. Los equipos de oncología, apoyados en comités moleculares y laboratorios de diagnóstico genómico, seleccionan terapias dirigidas que actúan sobre esas dianas concretas. Estos fármacos y la inmunoterapia han mejorado la supervivencia y la calidad de vida, incluso en estadios avanzados. No son una garantía absoluta, pero sí una fuente real de esperanza, sobre todo cuando el tumor se detecta pronto y se dispone de acceso equitativo a estas opciones en todos los hospitales, también en áreas rurales.

Por qué los oncólogos piden más prevención y diagnóstico temprano
Los especialistas insisten en un mensaje claro, no basta con no fumar. La prevención del cáncer de pulmón incluye revisar la calidad del aire, reducir la contaminación, ventilar las viviendas, medir el radón en zonas de riesgo y proteger mejor a los trabajadores expuestos a sustancias peligrosas. Las políticas públicas que recortan emisiones industriales y de tráfico no son solo un asunto ambiental, también son políticas de salud.
La detección temprana es otra pieza clave. En regiones como Andalucía, más del 60 por ciento de los casos se diagnostica en fases avanzadas, lo que limita las opciones de curación. Por eso los oncólogos defienden programas de cribado con TAC de baja dosis en grupos de riesgo, circuitos rápidos hacia el diagnóstico y una Atención Primaria sensibilizada. Ante síntomas de alerta como tos que no mejora, falta de aire, dolor torácico o pérdida de peso sin motivo, recomiendan acudir al médico aunque la persona nunca haya fumado. Cuando el tumor se encuentra a tiempo, las posibilidades de control y de vida a largo plazo aumentan de manera clara.
El mensaje que dejan los especialistas es sencillo y firme. El cáncer de pulmón ya no puede verse como una enfermedad exclusiva de fumadores empedernidos. La sociedad necesita actualizar esa idea, cuidar el entorno, apoyar medidas que limpien el aire y prestar atención a los síntomas que se alargan. Cada persona puede contribuir con pequeñas decisiones, desde evitar el humo de segunda mano hasta exigir ciudades más respirables. En ese cambio de mirada, la información y la prevención se convierten en una herramienta poderosa para proteger los pulmones de las próximas generaciones.
