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Estilo de vida

11 efectos de la ansiedad en el cuerpo

Si la ansiedad te está afectando físicamente, este artículo te guía por 11 señales comunes para que entiendas lo que estás viviendo y sepas que no estás sola ni solo. Sigue leyendo para conocer qué hacer cuando estos síntomas se repiten.

La ansiedad no solo vive en la cabeza, también se siente en el cuerpo. Algunas veces se presenta como taquicardia, otras como nudo en el estómago, mareos o agotamiento sin explicación. Todo esto puede asustar y hacerte pensar que algo grave está pasando.

Cuando hay ansiedad, el cuerpo se pone en modo alerta, como si hubiera un peligro cerca y el sistema nervioso activa la conocida respuesta de lucha o huida y se liberan hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Asimismo, el corazón late más rápido, la respiración se acelera y los músculos se tensan, todo con la intención de ayudarte a reaccionar. El problema es que, en la ansiedad, muchas veces no hay un peligro real, solo pensamientos, preocupaciones o recuerdos. Aun así, el cuerpo responde como si hubiera una amenaza frente a ti y por eso aparecen tantos síntomas físicos.

Ritmo cardíaco acelerado y palpitaciones que asustan

Uno de los efectos más claros de la ansiedad es el corazón acelerado. Puedes sentir que late fuerte, rápido o de forma extraña, como si se saltara golpes. Algunas personas notan opresión en el pecho o una sensación de susto constante que no termina. Aunque estas sensaciones suelen ser muy molestas, no siempre significan una enfermedad grave del corazón. De todas formas, si se repiten, es recomendable comentarlo con un profesional de salud. En muchos casos, el cuerpo solo se está preparando para escapar de un peligro que en realidad no existe.

Respiración rápida, sensación de falta de aire y mareos

La ansiedad suele acelerar la respiración y hacer que esta sea más superficial. Empiezas a tomar más aire del que necesitas y eso cambia la cantidad de oxígeno y dióxido de carbono en la sangre. Aparecen sensación de ahogo, nudo en la garganta, dificultad para tragar o incluso la sensación de que el aire no llega. Esto puede provocar mareos, visión borrosa, hormigueos en manos, pies o alrededor de la boca. Al notar estos síntomas, el miedo aumenta y el ciclo de ansiedad se refuerza, lo que hace que todo parezca aún más intenso.

Tensión muscular, dolor de cuello, espalda y mandíbula

Cuando la ansiedad se mantiene durante horas o días, los músculos se quedan en tensión casi constante. Suele sentirse en el cuello, los hombros, la espalda y la mandíbula. Esta tensión puede causar dolores de cabeza, sensación de peso en la nuca o tirantez en la zona lumbar. En muchas personas aparece bruxismo, que es apretar o rechinar los dientes, sobre todo por la noche, y eso también genera dolor mandibular. El cuerpo permanece en modo alerta y, con el tiempo, esta rigidez se vuelve agotadora y muy dolorosa.

foto Adobe Stock

Efectos de la ansiedad en la digestión, el sueño y las defensas

La ansiedad no solo acelera el corazón y la respiración, también altera funciones básicas como la digestión, el descanso y las defensas. Cuando el cuerpo cree que hay un peligro, prioriza la alerta antes que el comer, el dormir o el reparar tejidos. Si esta situación se mantiene durante mucho tiempo, el organismo se debilita, aparecen más molestias físicas y es más fácil enfermarse. Por eso, muchos síntomas digestivos, problemas de sueño y resfriados frecuentes están relacionados con niveles altos de ansiedad sostenidos en el tiempo.

Dolor de estómago, náuseas y problemas digestivos

La conexión entre mente y estómago es muy directa. Ante ansiedad, el sistema digestivo cambia su ritmo y su forma de trabajar. Pueden aparecer dolor de estómago, náuseas, diarrea, estreñimiento, gases o ardor. Algunas personas sienten un nudo en el estómago antes de una reunión, un examen o una conversación difícil. Otras necesitan ir urgente al baño cuando viven una situación que les genera miedo o vergüenza. No es pura imaginación, es el cuerpo respondiendo al estrés emocional.

Cambios en el apetito y en el peso corporal

La ansiedad también altera el apetito. Hay personas que, cuando están muy nerviosas, comen casi sin darse cuenta, sobre todo alimentos dulces o muy calóricos. Otras, en cambio, pierden las ganas de comer y sienten rechazo por la comida. Estos cambios pueden producir subida o bajada de peso. El cortisol, una hormona relacionada con el estrés, favorece la acumulación de grasa en la zona del abdomen, aunque lo hace de forma gradual. Es importante recordar que estos cambios de peso son señales del cuerpo, no fallos personales.

Insomnio, despertares nocturnos y sueño poco reparador

La ansiedad tiene un gran impacto en el sueño. Cuesta conciliarlo porque la mente se llena de pensamientos, repasos del día y preocupaciones por el futuro. Cuando por fin logras dormir, puedes despertarte varias veces con sensación de alerta, sobresalto o con el corazón acelerado. Incluso si pasas muchas horas en la cama, el descanso no resulta profundo ni reparador. Al día siguiente aparece fatiga, irritabilidad y menos paciencia, lo que alimenta, de nuevo, más ansiedad y preocupación.

Foto Freepik

Sistema inmunológico más débil y más resfriados

Vivir con ansiedad constante significa que el cuerpo está recibiendo de forma continua el mensaje de peligro. El cortisol alto durante mucho tiempo altera el sistema inmunológico. Las defensas se debilitan y se vuelve más fácil contagiarse de virus o desarrollar infecciones leves. Algunas personas notan que se resfrían más, que tienen más aftas, molestias en la garganta o dolores musculares sin una causa clara. El cuerpo está avisando que necesita descanso, calma y cuidado.

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Cómo la ansiedad agota el cuerpo y afecta la mente

La ansiedad no solo genera síntomas físicos concretos, como palpitaciones o dolor de estómago, también produce un desgaste general. Aparece un cansancio profundo que no se quita con una sola noche de sueño. Al mismo tiempo, concentrarse se vuelve difícil, la memoria falla en cosas simples y la claridad mental baja. Entender que lo físico y lo mental están conectados ayuda a quitar culpa y a ver que lo que pasa tiene una explicación. Y, lo más importante, que se puede pedir ayuda y mejorar.

Fatiga, cansancio extremo y sensación de no poder más

La ansiedad crónica puede dejarte sin energía. Aunque duermas, te levantas cansado, como si no hubieras descansado nada. El cuerpo gasta mucha energía en mantener el estado de alerta, por eso terminas con sensación de agotamiento extremo. Este cansancio afecta el ánimo y puede complicar el rendimiento en el trabajo, los estudios y la vida diaria. A veces incluso actividades que antes eran sencillas, como salir a caminar o quedar con amigos, se sienten como un gran esfuerzo.

Dificultad para concentrarse, pensar con claridad y recordar

Cuando la ansiedad ocupa gran parte de la atención, la mente queda saturada de preocupaciones y miedos. Cuesta seguir una conversación, leer un texto completo o terminar tareas que antes parecían fáciles. La memoria se vuelve más frágil y se olvidan detalles sencillos, lo que aumenta la sensación de frustración. No es que seas poco capaz, es que tu cerebro está sobrecargado tratando de responder a una amenaza que en muchos casos solo está en los pensamientos.

Si estos síntomas son intensos o frecuentes, habla con un profesional de la salud mental o médica. Mientras tanto, pequeños gestos como practicar respiración consciente, cuidar el descanso, moverte de forma suave y buscar apoyo en personas de confianza pueden marcar una gran diferencia.

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