De atleta olímpico a criminal: la historia del deportista y su esposa que aterroriza hoy al mundo

La historia de Ryan James Wedding parece sacada de una película, pero es dolorosamente real. Este canadiense fue una joven promesa del snowboard en los Juegos Olímpicos de invierno de Salt Lake City, donde muchos le veían ya colgado del podio. Años después, su nombre figura como uno de los jefes de una red internacional de narcotráfico ligada al cartel de Sinaloa, señalado por el FBI como un heredero de Pablo Escobar y de El Chapo Guzmán. A su lado, su esposa vive una vida marcada por el miedo, el dinero sucio y la vida en la clandestinidad.
Del sueño olímpico a la caída: quién era el deportista antes del crimen
Ryan Wedding nació en Thunder Bay, una ciudad fría y trabajadora en el norte de Ontario. Creció rodeado de nieve, montañas pequeñas y un ambiente familiar donde el esquí era casi una tradición. Mostró talento desde niño y pronto empezó a destacar en el snowboard, hasta convertirse en uno de los riders más prometedores de Canadá. Su gran salto llegó cuando entró en el equipo nacional para competir en los Juegos Olímpicos de invierno de Salt Lake City.
En aquella cita soñada, un error en su primera bajada arruinó cualquier opción de medalla. Lo que para otros habría sido un tropiezo, para él se convirtió en una herida que no cerró. Ese fracaso deportivo quedó grabado como una oportunidad perdida que le perseguiría durante años. De regreso a Vancouver, se matriculó en la universidad, pero combinó los estudios con trabajos nocturnos como portero en clubes donde se mezclaban dinero fácil, delincuentes y promesas rápidas de poder.
Una vida marcada por el deporte, la familia y la presión del éxito
Su entorno familiar ayudó a forjar el deportista y también la presión. Los abuelos gestionaban un pequeño centro de esquí, el padre era ingeniero y antiguo esquiador universitario, orgulloso de ver a su hijo ir más lejos que él. Sobre los hombros de Ryan se acumulaban las expectativas familiares y el sueño de convertir ese talento en gloria nacional. La presión por ganar se volvió constante, casi silenciosa, pero presente en cada carrera. Cuando el error olímpico llegó, no fue solo un fallo técnico, fue el derrumbe de una identidad que giraba alrededor del éxito en la nieve.
Del gimnasio al cartel: cómo el ex olímpico se convirtió en capo del narco
En los clubes de Vancouver descubrió otro tipo de adrenalina. Mientras se obsesionaba con el gimnasio y la imagen física, se fue acercando a clientes ligados a bandas criminales. Primero facilitó contactos, luego participó en negocios de drogas blandas, hasta que terminó al frente de un cultivo a gran escala de cannabis pensado para abastecer a Estados Unidos. Ese salto abrió la puerta a algo mayor y más oscuro.
En 2008 intentó mover un cargamento de cocaína desde San Diego hacia Canadá. Lo que creía una operación rentable era en realidad una trampa del FBI. Cayó detenido, pasó largos meses en un centro de detención y después fue condenado a varios años de cárcel en Texas. En prisión, según han relatado agentes que lo investigaron, no se replegó, sino que construyó relaciones con narcos mexicanos y colombianos. Al salir, y ya extraditado a Canadá en torno a 2011, regresó con una idea clara: dirigir una red internacional de narcotráfico hacia su país con el apoyo del cartel de Sinaloa.

Un matrimonio en la sombra: la vida con su esposa bajo amenaza y dinero sucio
En paralelo a la consolidación del capo, se fue dibujando la historia del hogar. Su esposa, identificada en documentos oficiales como Miryam Andrea Castillo Moreno, quedó ligada a él no solo en lo afectivo, también en lo económico y lo legal. Vivían entre casas de lujo y cambios constantes de residencia, con identidades falsas, teléfonos desechables y viajes forzados entre Canadá, México y, según distintas fuentes, también Colombia. Ese matrimonio bajo amenaza vivía rodeado de escoltas y desconfianza.
Las sanciones de Estados Unidos señalan a la esposa como pieza en el lavado de dinero y en la facilitación de movimientos del grupo. Sin embargo, puertas adentro, lo que domina es el miedo constante. Cada llamada puede traer noticias de un allanamiento, una emboscada o la muerte de un socio. La pareja quedó atrapada entre el recuerdo del pasado deportivo y la rutina actual de esconderse, sin margen para un regreso a la normalidad y con una vida en la clandestinidad que también marca a otros familiares.
El terror actual: asesinatos, alianza con el cartel y huida en México
Cuando la Policía Montada de Canadá frustró uno de los primeros grandes cargamentos vinculados a la organización de Wedding, él ya se había convertido en un intermediario clave para el cartel de Sinaloa. Ante el avance de las investigaciones, huyó a México y, lejos de bajar el perfil, consolidó desde allí una estructura que mueve cada año decenas de toneladas de cocaína hacia Canadá y Estados Unidos. Para hacerlo, su grupo contrata camioneros canadienses que cruzan la frontera con cientos de kilos ocultos en cada viaje.
En esa maquinaria tuvo un papel central Jonathan Acebedo García, un colombiano canadiense al que Wedding conoció en prisión. Acebedo coordinaba las rutas, los camiones y la entrega en la costa este. Detenido en Los Ángeles, aceptó colaborar con el FBI y se convirtió en un testigo clave dispuesto a declarar contra su antiguo jefe. Poco antes del juicio, fue testigo clave ejecutado en Medellín, en un asesinato por encargo que las autoridades atribuyen a órdenes directas de Wedding.
La reacción de los gobiernos fue inmediata. El director del FBI llegó a describir a Ryan Wedding como una versión moderna de Pablo Escobar y de El Chapo Guzmán, un rostro nuevo para viejas formas de terror. Fue incluido como uno de los diez más buscados por esa agencia, con una recompensa millonaria por información que lleve a su captura, cifrada en varios millones de dólares. Informes recientes apuntan a que sigue escondido en México, protegido por el cartel de Sinaloa, mientras las fuerzas de seguridad intentan cerrar el cerco alrededor de su círculo más cercano.
La trama de Ryan Wedding y su esposa sigue abierta, como un hilo que une aquel sueño olímpico roto con un presente dominado por armas, rutas de droga y sospechas cruzadas. Donde antes había un joven que soñaba con la gloria sobre la nieve, hoy se habla de un fugitivo acusado de mandar matar testigos y de inundar de cocaína a medio continente. En medio de todo, una familia vive pendiente de teléfonos encriptados y de puertas reforzadas, señal clara de cómo el brillo del deporte puede torcerse hasta quedar ligado para siempre al mundo del crimen.
