Así es como se siente una persona cuando le falta vitamina D

La vitamina D, conocida como la “vitamina del sol”, es fundamental para funciones clave del cuerpo. Ayuda en la absorción de calcio y fósforo, mantiene la salud de los huesos y músculos, y participa en la función inmunitaria y el equilibrio emocional. La falta de vitamina D es frecuente en todo el mundo, incluso en países con mucho sol. Sin suficiente vitamina D, el cuerpo y la mente experimentan cambios que pueden pasar desapercibidos al principio, pero impactan la vida diaria más de lo que se cree.
Manifestaciones físicas cuando falta la vitamina D
El cuerpo responde al déficit de vitamina D con señales físicas muy claras. Los más notorios son la fatiga persistente, el dolor y debilidad muscular, el dolor óseo y los calambres. Estos síntomas pueden afectar todas las edades y dificultar actividades tan simples como caminar o cargar bolsas.
Las personas con huesos débiles sienten más molestias en las articulaciones y pueden notar que sus huesos se fracturan con más facilidad. La deficiencia de vitamina D fragiliza el sistema óseo, favoreciendo condiciones como la osteomalacia en adultos y el raquitismo en niños, además de aumentar el riesgo de osteoporosis. Las articulaciones pueden sentirse rígidas o doloridas, sobre todo después de periodos de reposo.
Sensaciones de fatiga, debilidad y dolor físico
La fatiga extrema es uno de los primeros síntomas. A menudo, la persona se despierta cansada y permanece así durante el día, aunque haya dormido bien. El agotamiento puede parecer desproporcionado en comparación con las actividades realizadas; hasta subir escaleras o salir a pasear resultan agotadores. El dolor físico se instala principalmente en los músculos y huesos, en ocasiones como una molestia difusa que no desaparece ni siquiera con el descanso.
La debilidad muscular aparece sobre todo en caderas, muslos, brazos y hombros, lo cual hace dificultoso levantarse de una silla o cargar peso. Incluso las tareas domésticas de rutina se perciben mucho más pesadas. La sensación de lentitud y falta de fuerza se convierte en parte del día a día.
Problemas óseos y musculares
Cuando la vitamina D escasea, los huesos pierden densidad y fortaleza. Se vuelven más propensos a microfracturas, dolores sordos y sensibilidad al tacto. No es raro experimentar dolor en la parte baja de la espalda, las piernas, las costillas o las rodillas. Muchas personas describen una incomodidad constante que se intensifica al hacer movimientos simples o tras reposar varias horas.
Los músculos también se resienten. Calambres nocturnos, “tirones” y sensación de pesadez o rigidez se presentan con frecuencia. Esto influencia negativamente la movilidad y puede generar miedo a caídas o tropiezos, sobre todo en personas mayores. El riesgo de lesión crece a medida que el cuerpo acumula tiempo sin suficiente vitamina D.

Alteraciones en piel y cabello
No solo huesos y músculos se ven afectados. La deficiencia de vitamina D suele provocar resequedad en la piel. Piel rugosa, tirante o con tendencia a grietas pueden indicar bajos niveles. En algunos casos aparecen manchas, enrojecimiento o incluso pequeñas descamaciones.
El cabello también se debilita. Es común notar más pelos en la almohada o en la ducha. La pérdida suele ser difusa y paulatina y puede ir acompañada de fragilidad y adelgazamiento del cabello. Las uñas, a su vez, pueden volverse quebradizas y mostrar manchas blancas.
Cambios emocionales y efectos en la salud mental
La mente responde a la falta de vitamina D igual que el cuerpo: se debilita, pierde claridad y se desestabiliza. Las alteraciones anímicas son frecuentes y surgen de manera gradual, muchas veces confundidas con el estrés o el ritmo apretado de vida.
Personas con deficiencia pueden experimentar tristeza inexplicable, irritabilidad, dificultad para concentrarse y problemas con el sueño. Además, es común sentirse menos motivado y experimentar una baja general en la energía emocional.
Trastornos del ánimo y síntomas depresivos
La tristeza persistente y el desánimo marcan el día a día de quienes tienen deficiencia de vitamina D. Emociones como la apatía, la falta de interés en actividades y la sensación de vacío son habituales. Muchas veces estos estados se prolongan durante semanas o meses, sin una causa identificable.
La irritabilidad también es común: respuestas exageradas a situaciones cotidianas o una sensación constante de impaciencia y frustración. Algunos pueden sentir que han perdido las ganas de disfrutar o planificar, y que el simple hecho de socializar se convierte en un esfuerzo extra.
Alteraciones cognitivas y del sueño
La falta de vitamina D puede nublar la mente. Las dificultades de memoria o para mantener la concentración aparecen cuando la deficiencia perdura. Es fácil olvidar citas, perder objetos o no poder seguir una conversación con claridad.
Muchos notan que tomar decisiones se vuelve un reto, incluso en cuestiones simples. Esto puede afectar la seguridad en uno mismo y alimentar la ansiedad. El sueño también cambia: insomnio al conciliar el sueño, despertares nocturnos frecuentes y cansancio matutino, aunque se haya dormido varias horas. Al día siguiente, el cuerpo y la mente no recargan energía y la fatiga se intensifica.