¿Beberás alcohol esta Navidad? Estos son los medicamentos que no debes mezclar con alcohol
En diciembre, entre cenas de empresa, comidas familiares y brindis que se alargan, el alcohol aparece casi sin pedir permiso. El problema llega cuando en la misma mesa también están los medicamentos. La mezcla puede salir cara, incluso con fármacos “de toda la vida”.
La razón es simple: el hígado se encarga de procesar tanto el alcohol como muchos fármacos. Si se juntan, el medicamento puede hacer menos efecto, pegar más fuerte de lo previsto, o volverse más tóxico. El riesgo cambia según la dosis, cuánto se beba, la edad, el sexo, la genética y la salud general. En especial, mujeres, personas mayores y quienes tienen problemas hepáticos suelen tener más probabilidades de sufrir una interacción. Y algo clave en Navidad: no conviene suspender tratamientos por cuenta propia para “poder brindar”.
Por qué el alcohol cambia el efecto de un medicamento
Hay dos escenarios típicos. En uno, el cuerpo rompe el fármaco más rápido y el tratamiento pierde eficacia. En el otro, lo metaboliza más lento, sube el nivel en sangre y aumenta el riesgo de efectos graves, incluida una sobredosis en ciertos casos. Además, el alcohol suma efectos parecidos a los de varios medicamentos (sueño, mareo, torpeza), y esa “doble carga” es la que convierte una copa en un problema.
Medicamentos que no se deben mezclar con alcohol (los más comunes en fiestas)
La interacción no se limita a recetas del médico. También puede ocurrir con medicamentos sin receta, jarabes para la tos, suplementos “naturales” y productos de herbolario. En reuniones navideñas, donde se combinan comidas pesadas, poco sueño y bebidas, la tolerancia baja y los síntomas se notan antes.
Sedantes, ansiolíticos, pastillas para dormir y opioides: riesgo de respiración lenta y pérdida de conciencia
Con benzodiacepinas usadas para ansiedad (como diazepam, alprazolam o lorazepam), hipnóticos para dormir (como zolpidem) y analgésicos opioides o jarabes con codeína, el alcohol potencia la depresión del sistema nervioso. Puede aparecer somnolencia intensa, mala coordinación, confusión y respiración más lenta. En casos extremos, la mezcla se asocia a pérdida de conciencia, coma y muerte. Con algunos hipnóticos, el alcohol también favorece conductas extrañas durante el sueño, como levantarse y hacer cosas sin recordarlas después.
Paracetamol y antiinflamatorios: el hígado y el estómago pagan la cuenta
El paracetamol, tan usado en resfriados y resacas, no es buena compañía para el alcohol porque sube el riesgo de daño hepático. Con antiinflamatorios como ibuprofeno, naproxeno o aspirina, el foco suele estar en el estómago: más irritación, más riesgo de úlcera y sangrado. Señales de alarma: dolor fuerte de estómago, vómitos persistentes, heces negras, cansancio extremo, o piel y ojos amarillos.
Antibióticos y otros medicamentos con reacción fuerte: malestar, rubor y taquicardia, incluso después
Existe el mito de que “con antibióticos no se puede beber nunca”. En realidad, no todos dan el mismo problema, pero algunos sí. El metronidazol destaca por provocar reacciones intensas si se toma alcohol: náuseas, vómitos, rubor, falta de aire, mareo, palpitaciones y bajada de tensión. Y no siempre termina al acabar la caja, suele recomendarse evitar alcohol durante el tratamiento y al menos 24 horas tras finalizarlo.
Situaciones especiales y mitos típicos de Navidad
Con la píldora anticonceptiva, el alcohol no suele reducir su eficacia de forma directa. El riesgo real es indirecto: beber de más favorece olvidos y, si hay vómitos poco después de tomarla (por ejemplo, dentro de unas tres horas), puede fallar. Además, las hormonas pueden hacer que algunas personas se emborrachen antes y durante más tiempo.
Otro aviso menos conocido tiene que ver con cervezas artesanas o de elaboración casera. En personas que toman ciertos antidepresivos tipo IMAO u otros fármacos concretos, bebidas con más tiramina pueden disparar la presión arterial.
Qué hacer si se planea beber y se toma medicación
Lo más prudente es leer el prospecto y preguntar en farmacia antes de brindar, porque el consejo depende del medicamento y del historial de cada persona. Si el profesional lo permite, conviene limitar el alcohol y evitar mezclar sustancias (por ejemplo, alcohol más pastillas para dormir más jarabe para la tos).
Si aparece respiración lenta, desmayo, confusión marcada, vómitos que no paran, dolor fuerte de pecho o signos de sangrado, se necesita ayuda urgente. En Navidad, la norma sensata es simple: seguridad primero, y el tratamiento no se abandona de golpe para “salir del paso”.