Café o té: ¿Qué bebida es mejor para empezar el día y cuidar la salud?

El despertar diario tiene dos protagonistas: café y té. Estas bebidas atraviesan fronteras y culturas porque inspiran rutinas, aportan energía y, según la ciencia, también pueden ser aliadas del bienestar. En cualquier parte del mundo, hay quienes defienden con pasión la intensidad del café y otros la calma del té.
Café: energía rápida y más que cafeína
El café es el clásico despertador de muchas personas. Su cafeína actúa casi como un interruptor. Al bloquear la adenosina, un neurotransmisor que promueve el sueño, la mente se siente más alerta y la sensación de fatiga disminuye. No solo se trata de un efecto mental; el café puede mejorar la concentración y la rapidez mental en cuestión de minutos tras su consumo.
Pero el café ofrece más que solo un “empujón” de energía. En cada taza se encuentran antioxidantes (como los ácidos clorogénicos), que ayudan a proteger las células ante el daño oxidativo. Además, hay pequeñas cantidades de vitaminas del grupo B, potasio y magnesio. Estudios recientes vinculan el café con una mejoría en el estado de ánimo por las mañanas, aporte a la prevención de enfermedades cardiovasculares y hasta un menor riesgo de mortalidad si se consume en la primera parte del día.
Cabe mencionar que el consumo excesivo puede provocar efectos no tan deseados. Algunos experimentan ansiedad, insomnio o sensación de nerviosismo si beben en exceso. Además, el café sin filtrar puede elevar levemente los niveles de colesterol. Los más sensibles a la cafeína, o quienes consumen varias tazas al día, pueden notar molestias como palpitaciones o acidez. Sin embargo, en la mayoría de personas adultas sanas, una o dos tazas en la mañana pueden integrarse a un estilo de vida saludable.

Té: suavidad y equilibrio en cada sorbo
El té, elaborado a partir de las hojas de la planta Camellia sinensis, ofrece un despertar distinto, más progresivo y equilibrado. Cada tipo de té (verde, negro, oolong, blanco) contiene cafeína, pero en menor concentración que el café. Su impacto en la energía es más suave; muchos describen una sensación de “alerta calmada”.
Esto sucede en parte gracias a la L-teanina, un aminoácido presente principalmente en el té verde y el té negro, que modula la acción de la cafeína y favorece la concentración relajada, sin causar somnolencia. El té verde se destaca por su cantidad de polifenoles, especialmente catequinas, que funcionan como antioxidantes y ayudan a proteger el sistema cardiovascular. Este tipo de té también se asocia a una reducción del estrés, ya que ayuda a disminuir los niveles de cortisol. A largo plazo, algunos estudios encuentran que el consumo habitual de té puede fortalecer el sistema inmune y ayudar a la prevención de enfermedades crónicas.
Las diferencias entre los tipos de té afectan tanto el sabor como los efectos. El té negro tiene más cafeína que el verde y puede favorecer la memoria y la función mental, aunque sin la “sacudida” propia del café. El té blanco y el oolong, más sutiles, son elegidos para quienes buscan una experiencia aún más ligera pero igualmente rica en antioxidantes.
Cada taza de té añade algo más que calor y sabor. Si bien se habla tanto de té, muchas infusiones populares como la manzanilla o el rooibos técnicamente no son té no contienen cafeína ni provienen de la planta Camellia y aportan otros tipos de beneficios.
Comparación final: café y té para tu bienestar diario
¿Ambas bebidas aportan energía? Sí, pero con matices. El café entrega un impulso inmediato y potente, ideal para quienes necesitan arrancar rápido la jornada o mantenerse enfocados en las primeras horas del día. Por el contrario, el té provee una activación gradual, una sensación de equilibrio que resulta perfecta para quienes prefieren un despertar progresivo y son sensibles a los estímulos fuertes.
Ambos están llenos de antioxidantes que contribuyen al bienestar a largo plazo. El café, además de estimular, podría ayudar a mejorar el ánimo. El té, sobre todo el verde y negro, ayuda a mantener estable el ánimo y contribuye con su efecto calmante. La variedad y la forma en la que se preparan (con o sin azúcar, filtrados o no, solos o combinados) también pesan en la balanza para la salud.
La moderación es clave sin importar la elección. El contexto cultural y los hábitos juegan un papel enorme: para algunos, prepararse un café o un té por la mañana es un rito tan importante como el sabor mismo. Escuchar al propio cuerpo sigue siendo el mejor consejo. Hay quienes toleran mejor una bebida que otra y cambian su café de la mañana por té en la tarde, o viceversa, adaptando la rutina según lo que les sienta mejor.
Finalmente, tomar café o té no es solo ingerir cafeína: es regalarse un momento propio al comenzar el día, una pausa consciente antes del movimiento diario. Observar el vapor de una taza, oler el aroma fresco, sentir la calidez entre las manos, se vuelve parte de ese ritual de autocuidado matutino.
