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Salud

Cáncer de hígado: cómo evitar 3 de cada 5 casos al reducir 4 factores de riesgo

Tres de cada cinco casos de cáncer de hígado se podrían evitar con cambios alcanzables en el día a día. Se trata de un tumor que nace en el hígado, ese órgano que filtra toxinas, procesa nutrientes y ayuda en la digestión.

¿Qué es el cáncer de hígado y por qué afecta tanto?

El cáncer de hígado aparece cuando células del hígado crecen sin control y forman un tumor. El tipo más común es el carcinoma hepatocelular. Suele desarrollarse sobre un hígado ya dañado por cirrosis, infecciones crónicas o acumulación de grasa. En fases tempranas, no siempre da señales. Esto complica el diagnóstico y retrasa el tratamiento.

Se observan síntomas como fatiga persistente, dolor abdominal en la parte derecha, pérdida de peso sin causa clara, ictericia o inflamación abdominal. No son exclusivos de este cáncer, por eso la detección temprana con chequeos resulta decisiva, sobre todo en personas con riesgos conocidos. La evaluación médica con análisis, ecografía o pruebas específicas permite identificar lesiones a tiempo.

Los datos recientes señalan que es el sexto cáncer más común en el mundo y una de las principales causas de muerte por cáncer. Las proyecciones hasta 2050 son preocupantes si no se actúa, con más diagnósticos y muertes evitables. Sin embargo, los expertos coinciden, controlar factores modificables puede frenar la tendencia. Informes de referencia, como los de la Mayo Clinic, la American Cancer Society y resúmenes de Cancer.gov, confirman que alrededor del 60% de los casos se asocian a factores prevenibles. Centros clínicos en Europa, incluida la Clínica de Barcelona, llegan a conclusiones similares en sus análisis de 2025.

Los cuatro factores de riesgo que puedes eliminar para prevenir el cáncer de hígado

Una parte muy importante del riesgo nace de situaciones que se pueden cambiar. Estudios de 2025 difundidos por American Cancer Society, medios como El País y entidades como Prevent Cancer Foundation indican que tres de cada cinco casos se relacionan con cuatro frentes claros. Abordarlos, juntos, multiplica el beneficio para el hígado.

Infección crónica por virus de la hepatitis B y C

Los virus hepatitis B y hepatitis C provocan inflamación continua en el hígado. Ese daño mantenido, con el tiempo, impulsa fibrosis, cirrosis y, después, cáncer. A escala global, es el factor más común. La hepatitis B se puede evitar con vacuna, que forma parte del calendario público en muchos países. La hepatitis C no tiene vacuna, aunque desde hace años existen fármacos muy efectivos que curan la infección en la mayoría de los casos.

La prevención comienza con dos pasos simples. Primero, vacunarse contra hepatitis B si no se ha hecho o si hay dudas sobre la inmunidad. Segundo, hacerse una prueba de hepatitis B y C si existen antecedentes como transfusiones antiguas, procedimientos sin control sanitario, tatuajes o perforaciones en lugares no regulados, compartir agujas o haber nacido en zonas de alta prevalencia. El cribado de adultos, recomendado por varias guías en 2025, reduce nuevos casos y corta cadenas de transmisión.

La protección diaria se refuerza con prácticas seguras, no compartir elementos punzantes, usar preservativo en relaciones con riesgo de sangre y acudir a servicios sanitarios confiables. Con vacuna, cribado y tratamiento antiviral, el efecto protector es enorme, y millones de infecciones y cánceres se evitan en las próximas décadas.

Foto Freepik

Consumo excesivo de alcohol y su impacto en el hígado

El alcohol en exceso irrita y debilita el tejido hepático. Primero acumula grasa, después produce hepatitis alcohólica y fibrosis, y a largo plazo lleva a cirrosis y cáncer. El vínculo está bien establecido, y reforzado por análisis de 2025 que estiman que recortar el consumo puede prevenir una parte importante de los casos, en torno a un 30% en poblaciones con alto consumo, según datos divulgados por Cancer.gov y organizaciones aliadas.

Reducir es posible. Las guías recomiendan no más de una bebida al día en mujeres y dos en hombres. Menos siempre será mejor, y en personas con hígado dañado, la abstinencia ofrece la mejor protección. Cuando existe alcoholismo, pedir ayuda funciona, desde terapia conductual hasta grupos de apoyo o medicación. La política pública también ayuda, mejor etiquetado, control de venta en menores y campañas de salud han mostrado resultados en la población general. Cada semana con menos alcohol suma protección para el hígado.

Obesidad y la enfermedad del hígado graso no alcohólico

El exceso de peso favorece la acumulación de grasa en el hígado. Hoy se usa el término MASLD para referirse a este hígado graso asociado a disfunción metabólica. La grasa desencadena inflamación y, si progresa, fibrosis y cirrosis. El riesgo se amplifica con diabetes, hipertensión y colesterol alto. En 2025, el sedentarismo y las dietas ultraprocesadas mantienen esta condición en alza.

La prevención pasa por hábitos sostenibles. Mantener un peso saludable protege el hígado. Una alimentación con verduras, frutas, legumbres, granos integrales, proteínas magras y grasas saludables reduce la grasa hepática. El movimiento regular, caminar a paso ligero, ejercicios de fuerza y actividades placenteras, ayuda a usar la grasa como energía. Las guías proponen al menos 150 minutos de actividad moderada por semana.

La evidencia clínica es clara, perder entre un 5 y un 10% del peso corporal mejora el hígado y recorta el riesgo de progresión a cáncer, de acuerdo con recomendaciones de la Mayo Clinic. No se trata de dietas extremas, se trata de constancia y de cambios pequeños que se sostienen con el tiempo.

Tabaquismo como factor oculto de daño hepático

El tabaquismo introduce sustancias tóxicas que circulan por la sangre y alcanzan el hígado. Esas toxinas aumentan el estrés oxidativo y empeoran la inflamación. El riesgo existe incluso en personas que no beben alcohol. Las revisiones de 2025 señalan que dejar de fumar reduce la incidencia de cáncer de hígado a lo largo de los años y mejora la función general del órgano.

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Dejar el tabaco tiene retorno rápido. La circulación mejora en semanas y los marcadores de inflamación bajan con el tiempo. Hay varios apoyos disponibles, parches, chicles, fármacos recetados y terapia conductual. Evitar el humo pasivo en casa y trabajo también protege. Sumar recursos, apoyo social y seguimiento profesional incrementa las probabilidades de éxito.

Pasos prácticos para proteger tu hígado todos los días

La prevención efectiva combina varias acciones sencillas. Vacunarse contra la hepatitis B y realizar pruebas de hepatitis C cuando existe riesgo corta las causas más frecuentes. Modificar el consumo de alcohol, con límites claros o abstinencia si hay daño hepático, reduce la inflamación. Adoptar una dieta amigable con el hígado, con protagonismo de alimentos frescos, cocción simple y menos azúcares añadidos, ayuda a bajar grasa corporal y frena el hígado graso. Dejar el tabaquismo libera al hígado de tóxicos y alivia el trabajo del órgano.

Los chequeos periódicos marcan la diferencia. En personas con factores de riesgo, como cirrosis, hepatitis crónica o MASLD avanzada, los equipos clínicos suelen recomendar ecografía y análisis cada cierto tiempo. La detección temprana ofrece mejores opciones terapéuticas y mayores tasas de supervivencia. En 2025, varios países amplían el acceso a pruebas y tratamientos, con programas públicos para vacuna, cribado y antivirales, que ya muestran impacto en la reducción de casos.

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