Cinco partes de tu cuerpo que siempre olvidas proteger del sol

La exposición solar es parte de la vida, pero una piel sana necesita protección constante para evitar daños que van desde quemaduras hasta problemas más graves como el envejecimiento prematuro y el cáncer de piel. El sol actúa cada día, aunque el cielo esté nublado, y no solo en verano, por lo que muchas personas aplican protector de forma rutinaria, pero casi siempre dejan sin cubrir algunas zonas especialmente sensibles.
Las zonas que habitualmente olvidamos al aplicar protección solar
A menudo, el protector solar se aplica de memoria: cara, brazos, piernas y, como mucho, el escote. Sin embargo, hay áreas del cuerpo que casi nunca reciben una gota de protección, a pesar de la fina piel o la exposición continua que sufren. Empeines, orejas, corva, cuero cabelludo y plantas de los pies suelen pasar desapercibidos, pero se queman con facilidad y pueden causar un dolor difícil de ignorar.
Cada una de estas zonas tiene características únicas que las hacen más vulnerables. El empeine y las plantas tienen una piel fina, la corva casi nunca ve el sol, las orejas quedan desprotegidas cuando no se usa sombrero y el cuero cabelludo sufre si el cabello es escaso. La exposición accidental, sumada al desinterés, convierte estos puntos en objetivos fáciles para las quemaduras solares.
Empeine y plantas de los pies
Usar sandalias o caminar descalzo por la playa es una sensación veraniega inconfundible. Sin embargo, basta un paseo corto o una siesta tumbado bajo el sol para que los empeines y plantas de los pies se enrojezcan y quemen. La piel de estas regiones es fina y, al pasar la mayor parte del año cubierta, está poco preparada para resistir el impacto solar directo.
Una quemadura en los pies se puede convertir en un problema importante, porque cada paso duele. Además, la mayoría olvida aplicar protector en esta zona, convencidos de que el movimiento o la sombra de las sandalias bastan. El resultado son quemaduras que tardan días en curar y que pueden dejar marcas o manchas.
Orejas
El pabellón auditivo, su cara interna y los lóbulos tienen una vulnerabilidad especial. El sol incide con fuerza en las orejas, sobre todo si la persona lleva el pelo recogido o corto. Aunque la mayoría recuerda aplicar protección en la cara, pocas veces incluyen las orejas completas. Tras una jornada al aire libre, es común notar rojez, ardor y molestias al dormir, porque la fricción con la almohada acentúa el dolor de una quemadura.
No usar gorro o sombrero agrava la situación, exponiendo aún más esta piel tan sensible. La protección deficiente puede ocasionar no solo quemaduras, también a largo plazo puede favorecer la aparición de lesiones cutáneas serias.

Corva
En la parte trasera de la pierna, donde el muslo se une con la pantorrilla, está la corva o fosa poplítea. Esta zona rara vez ve la luz directa del sol y su piel es delicada debido a la flexión constante de la articulación. Cuando una corva se quema, moverse y doblar la pierna resulta incómodo o incluso doloroso, porque la fricción y el sudor agravan la irritación.
Las quemaduras en la corva suelen pasar desapercibidas al principio, pero si se ha estado tumbado boca abajo o haciendo deporte con ropa que deja expuesta la zona, el efecto llega rápido y se nota incluso al caminar.
Cuero cabelludo
El cuero cabelludo es, técnicamente, piel que requiere cuidado como cualquier otra parte del cuerpo. Las personas con cabello fino, calvicie incipiente o zonas despobladas lo saben por experiencia: una mala exposición puede causar descamación, enrojecimiento y escozor. Pero incluso quienes tienen el cabello más denso deben saber que los rayos UVA y UVB atraviesan hasta cierta profundidad, de modo que nadie está completamente a salvo.
Las insolaciones en la cabeza producen también dolor de cabeza, mareos o sensación de fatiga. Los peinados que dejan la raya al medio o la coleta alta exponen áreas específicas del cuero cabelludo a una agresión inesperada.
¿Cómo lograr una protección solar verdaderamente completa?
La clave para cuidar la piel de verdad está en extender la protección a todas las zonas expuestas, no solo a las más visibles. Elegir un protector solar de amplio espectro, con un SPF 30 o superior, forma la base de una rutina preventiva. Aplicar la crema solar de manera uniforme y generosa, prestando atención a las partes olvidadas como orejas, cuello, empeines, plantas de los pies y la corva, es imprescindible.
La fórmula debe reaplicarse cada dos horas, o con mayor frecuencia tras nadar o sudar. Para el cuero cabelludo, existen sprays ligeros de protección solar o se puede complementar con sombreros de ala ancha o gorras. Proteger los pies exige untar el producto en dedos, empeines y plantas antes de ponerse el calzado abierto. Las orejas piden cobertura total, especialmente si no se utiliza gorra.
Los tejidos densos y los accesorios como gafas con filtro UV y ropa especializada ayudan a minimizar el daño. Es recomendable evitar la exposición en las horas de mayor radiación y buscar sombra cuando sea posible. Cuidar la piel no acaba en la playa; también en paseos, deportes al aire libre o en la ciudad, el sol afecta sin avisar.
La prevención requiere atención diaria y un enfoque de protección activa en todas las temporadas, no solo en vacaciones o días de playa. Tomar en serio las zonas olvidadas es el paso más inteligente para mantener la piel saludable y joven mucho más tiempo.