Correr a 35 grados no adelgaza más ni te hace más fuerte, pero sí te pone en grave peligro

Salir a correr bajo el sol abrasador puede parecer una hazaña digna de admiración y, para muchos, una forma rápida de perder peso y aumentar la resistencia. Sin embargo, la realidad contradice estos mitos. Entrenar a temperaturas extremas como 35 grados no potencia la quema de grasa ni crea corredores más resistentes, pero sí expone al cuerpo a riesgos alarmantes y consecuencias negativas.
¿Por qué correr a 35 grados no ayuda a adelgazar más ni mejora la fortaleza física?
El cuerpo humano responde a condiciones de intenso calor de manera muy distinta a lo que muchos imaginan. Aunque algunos piensan que sudar más equivale a quemar más grasa, el sudor no es un indicador de mayor gasto energético ni de pérdida de tejido adiposo. Correr cuando el termómetro marca 35 grados solo provoca una fuerte pérdida de líquidos y minerales, no una mayor reducción de grasa corporal. Al contrario, la fatiga se presenta antes y el rendimiento físico baja drásticamente.
Impacto del calor extremo en el rendimiento y metabolismo del corredor
Cuando la temperatura ambiental supera los 33 grados, el cuerpo redirige sangre de los músculos a la piel para liberar calor y mantener la temperatura corporal dentro de un rango seguro. Este mecanismo reduce la cantidad de oxígeno disponible para los músculos, obliga al corazón a trabajar el doble y provoca agotamiento en un menor tiempo. La eficiencia metabólica disminuye y la intensidad real del entrenamiento cae, aunque la sensación subjetiva de esfuerzo aumente.
La alta temperatura no solo limita el rendimiento deportivo sino que impide que los músculos trabajen a su máximo potencial. Las sesiones que se hacen bajo estas condiciones extremas son menos productivas, facilitan lesiones y pueden dejar una sensación de cansancio que tarda días en superar.
El mito del sudor y la pérdida de peso
Confundir sudoración con pérdida significativa de grasa es un error común. Al hacer ejercicio con calor, el cuerpo expulsa principalmente agua y minerales como sodio y potasio. El peso que se pierde durante una sesión en estas condiciones se debe principalmente a la deshidratación, no a la eliminación de grasa. Al rehidratarse, ese peso vuelve de inmediato.
La verdadera quema de grasa ocurre mediante el déficit calórico y la constancia, no por la cantidad de sudor evacuado en una sola sesión. La balanza puede mostrar menos kilos tras correr a 35 grados, pero esa diferencia es temporal y puede incluso ser peligrosa si no se reponen los líquidos y electrolitos perdidos.
Graves riesgos para la salud al correr en temperaturas extremas
Cuando el ejercicio intenso se combina con temperaturas elevadas, el cuerpo comienza a fallar en sus intentos de mantenerse fresco. El riesgo para la salud va mucho más allá de un simple mareo o cansancio pasajero.

Consecuencias fisiológicas
El golpe de calor es una de las emergencias médicas más peligrosas relacionadas con el ejercicio a altas temperaturas. Ocurre cuando la temperatura interna del cuerpo supera los 40 grados, superando la capacidad natural de regulación térmica. Los síntomas varían desde debilidad extrema, desmayos, vómitos y confusión hasta convulsiones e incluso el coma. La piel puede ponerse seca y caliente, y el corazón entra en una sobrecarga que puede desencadenar paro cardíaco o daño renal irreversible.
La deshidratación severa aparece rápidamente si no hay una reposición constante de agua y minerales. Esta falta de líquidos altera cada función corporal: desde la circulación sanguínea hasta el equilibrio nervioso, aumentando el riesgo de calambres, arritmias y pérdida del conocimiento.
¿Por qué aumenta la percepción de fatiga y el riesgo cardiovascular?
A temperaturas como 35 grados, el sistema cardiovascular se sobrecarga para tratar de enfriar el cuerpo a través del sudor y la redistribución del flujo sanguíneo. Esto eleva la frecuencia cardíaca y la presión arterial, duplicando el esfuerzo que el corazón realiza en reposo. La sensación de fatiga se multiplica, el cuerpo se agota más rápido y la posibilidad de sufrir arritmias o eventos cardíacos aumenta, en especial en personas con antecedentes o poca adaptación al ejercicio extremo.
La sobrecarga circulatoria no solo reduce la capacidad de mantener el esfuerzo físico, sino que incrementa peligrosamente el riesgo de accidentes cardiovasculares, sobre todo si la actividad es prolongada y la hidratación insuficiente.
Factores agravantes
La humedad alta eleva aún más el peligro, ya que dificulta que el sudor se evapore y, por lo tanto, complica la refrigeración corporal. Sin la posibilidad de liberar calor por la piel, el cuerpo se recalienta más rápido y la deshidratación se agrava. Hacer ejercicio sin haber pasado por un proceso de aclimatación, es decir, sin que el cuerpo se haya adaptado de forma gradual al calor, multiplica el riesgo de colapso.
La elección del horario es crucial. Las horas centrales del día concentran el mayor peligro; la temperatura y la radiación solar alcanzan su punto máximo y la exposición se vuelve insostenible incluso para corredores experimentados. Es preferible ejercitarse bien entrada la mañana o al atardecer, cuando la temperatura baja y el cuerpo puede regularse mejor.
Vestir ropa ligera, mantener siempre agua disponible y escuchar al cuerpo para detenerse ante el menor síntoma de malestar, son estrategias clave para reducir riesgos, aunque nunca eliminan completamente el peligro de correr bajo condiciones extremas. La preparación y el sentido común marcan la diferencia entre una rutina saludable y una situación de emergencia.