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Belleza

¿Cuáles son las diferencias entre el Botox y el ácido hialurónico?

El atractivo de una imagen fresca y natural impulsa a miles de personas a explorar tratamientos estéticos menos invasivos. El Botox y el ácido hialurónico destacan entre las opciones más solicitadas por su eficacia y seguridad. Aunque muchas veces se mencionan juntos, cumplen funciones distintas y se eligen según los objetivos particulares. La diferencia fundamental reside en cómo actúan sobre el rostro, por lo que entender sus características ayuda a tomar mejores decisiones en busca de un aspecto rejuvenecido.

¿Qué es el Botox?

El Botox, nombre comercial de la toxina botulínica tipo A, se originó como un recurso médico y hoy es un referente en el campo estético. Esta proteína bloquea temporalmente la comunicación entre los nervios y los músculos, consiguiendo que estos se relajen. El resultado visible es una reducción sustancial de las arrugas dinámicas, aquellas que aparecen con los movimientos faciales.

Las zonas favoritas para su uso incluyen la frente, el entrecejo y las famosas patas de gallo. Bastan unos minutos para administrarlo mediante microinyecciones, que prácticamente no dejan marcas. Los primeros cambios suelen apreciarse a los pocos días y el efecto completo llega en una semana. La duración típica oscila entre tres y seis meses, por lo tanto, requiere aplicaciones periódicas.

Además del ámbito estético, el Botox se emplea para tratar el bruxismo, la hiperhidrosis (sudoración excesiva) y algunas afecciones neurológicas. No obstante, este método no está exento de posibles efectos secundarios, como pequeños hematomas, hinchazón leve o, en raros casos, caída temporal del párpado si no se aplica correctamente. Por eso, debe administrarse solo por profesionales certificados.

¿Qué es el ácido hialurónico?

El ácido hialurónico es un componente natural que ya existe en el organismo, especialmente en la piel, las articulaciones y los ojos. Su función principal es captar y retener agua, lo que le da un papel esencial en la hidratación y firmeza cutánea. En la medicina estética, se utiliza como relleno dérmico para restaurar volúmenes perdidos, definir contornos y atenuar arrugas estáticas, esas que se ven incluso con el rostro en reposo.

Este tratamiento es altamente versátil. Gracias a la variedad de densidades, se adapta para hidratar labios, perfilar pómulos o eliminar surcos pronunciados, como los pliegues nasogenianos. Los resultados se notan al instante y pueden durar de seis meses a un año y medio, según el producto utilizado y la zona intervenida. Al ser reabsorbible y biocompatible, el riesgo de reacciones alérgicas es bastante bajo.

Entre los efectos secundarios posibles se encuentran inflamación localizada, enrojecimiento o aparición de pequeños bultos, generalmente de resolución espontánea. Si aparece un resultado no deseado, es posible revertirlo aplicando una enzima llamada hialuronidasa, lo cual da un nivel extra de seguridad y confianza.

Aunque ambos tratamientos rejuvenecen el rostro, el mecanismo del ácido hialurónico difiere por completo del Botox. El primero rellena y aporta volumen; el segundo relaja la musculatura causante de arrugas.

Foto Freepik

Diferencias principales entre Botox y ácido hialurónico

La diferencia clave entre Botox y ácido hialurónico es cómo y dónde actúan en la piel. El Botox se concentra en eliminar las líneas de expresión activas, aquellas que surgen al gesticular. Relaja de forma selectiva los músculos responsables de las arrugas dinámicas, dejando el rostro más relajado, aunque no aporta volumen ni rellena surcos profundos.

En contraste, el ácido hialurónico se utiliza para recuperar volúmenes, rellenar arrugas estáticas, esculpir labios y contornos faciales. Su acción principal es hidratar y dar soporte, por lo que resulta ideal para áreas donde el paso del tiempo causa flacidez o pérdida de firmeza.

El perfil de duración también varía. El Botox necesita retoques cada tres o cuatro meses, mientras que el ácido hialurónico puede mantenerse hasta un año y medio, dependiendo del producto, la técnica y la zona tratada.

Respecto a la seguridad, ambos presentan un buen perfil si se aplican por expertos. El Botox puede causar debilidad muscular temporal, y el ácido hialurónico, hinchazón o nódulos que generalmente se resuelven fácilmente.

La elección entre uno u otro depende del objetivo. Si el problema son arrugas dinámicas como las de la frente, se opta por Botox. Si el paciente busca rellenar labios, pómulos o surcos profundos, el ácido hialurónico es la mejor opción. Muchos especialistas combinan ambos tratamientos para lograr un rejuvenecimiento integral y un perfil armónico, siempre evaluando las necesidades particulares de cada rostro.

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