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¿Demasiada proteína? Estas 7 consecuencias podrían afectar tu salud más de lo que creés

Las proteínas cumplen funciones clave en el cuerpo. Participan en la estructura muscular, el mantenimiento de tejidos y la producción de enzimas y hormonas. Por eso, muchas personas buscan dietas altas en proteínas para favorecer el aumento de masa muscular o perder peso. Sin embargo, el interés creciente en estas dietas ha llevado a que cada vez más personas sobrepasen las cantidades recomendadas.

Riesgos metabólicos y renales de una ingesta elevada de proteínas

Una dieta rica en proteínas exige que el cuerpo procese una mayor cantidad de productos de desecho nitrogenados. Este proceso sobrecarga los riñones, ya que deben filtrar y eliminar compuestos como la urea y el ácido úrico. A largo plazo, esta sobrecarga puede afectar la función renal, en particular en quienes ya tienen cierta sensibilidad o enfermedad preexistente. A medida que aumenta la eliminación de estos desechos, también crece la necesidad de agua, lo que incrementa el riesgo de deshidratación, sobre todo si no se ingiere suficiente líquido para compensar la pérdida.

El exceso de proteínas incrementa la acidez interna, lo que obliga al cuerpo a buscar estrategias para mantener el equilibrio. Una de ellas implica el uso de minerales, como el calcio, provenientes de los huesos.

Acidosis metabólica y salud ósea

Cuando la dieta es muy alta en proteínas animales, el cuerpo genera una carga ácida significativa. Para contrarrestarla, utiliza los minerales de los huesos, lo que debilita la masa ósea a lo largo del tiempo. Este mecanismo puede favorecer la aparición de osteoporosis, fracturas y pérdida de densidad ósea, especialmente en mujeres posmenopáusicas y adultos mayores.

La eliminación de calcio a través de la orina se ve potenciada, y cuanto más prolongado sea este desequilibrio, mayor el riesgo de fracturas y problemas óseos en la vida adulta. Por eso, mantener el balance entre proteína, calcio y otros nutrientes es clave para proteger la salud esquelética.

Consecuencias para los riñones y formación de cálculos

La hiperfiltración renal es uno de los efectos más claros de una ingesta crónica elevada de proteínas. Este esfuerzo adicional, cuando se mantiene en el tiempo, puede provocar disminución progresiva de la función filtrante, sobre todo si hay predisposición genética o antecedentes de enfermedad renal.

La excreción de calcio y ácido úrico también predispone a la formación de cálculos renales. Además, los episodios recurrentes de cólicos o infecciones urinarias pueden inscribirse en personas que abusan de suplementos proteicos o consumen cantidades considerablemente por encima de lo recomendado.

Desequilibrios y efectos en el metabolismo, la digestión y el sistema cardiovascular

El exceso de proteínas suele desplazar otros alimentos esenciales de la dieta. Cuando frutas, verduras y cereales integrales se relegan a un segundo plano, la alimentación comienza a carecer de micronutrientes indispensables como la fibra, vitaminas y antioxidantes. A su vez, las dietas hiperproteicas pueden afectar negativamente la microbiota intestinal, el metabolismo hormonal y la salud cardiovascular.

La calidad de la fuente proteica también es central. Si la mayoría de las proteínas proviene de alimentos animales ricos en grasas saturadas, los riesgos para el corazón y los vasos sanguíneos aumentan de forma considerable.

Foto Freepik

Deficiencia de nutrientes esenciales y alteraciones en la microbiota

Al priorizar el consumo de proteína, muchas personas dejan fuera del plato alimentos fuentes de fibra y compuestos bioactivos, claves para el buen funcionamiento digestivo. Esta reducción puede causar estreñimiento, malestar abdominal e incluso inflamación intestinal.

Al mismo tiempo, la falta de diversidad en la dieta disminuye la cantidad y variedad de bacterias beneficiosas en el intestino. Las alteraciones en la microbiota favorecen la irritación digestiva y pueden promover procesos inflamatorios que afectan tanto la salud digestiva como la inmunológica.

Efectos secundarios: mal aliento, sudor intenso y problemas digestivos

Una característica común en quienes consumen más proteína de la que requieren es el mal aliento persistente. Esto se relaciona con el aumento de amoníaco y cuerpos cetónicos en el metabolismo, que producen ese olor fuerte y desagradable en la boca o el sudor.

El exceso de proteínas también se asocia a digestiones pesadas, hinchazón, gases y malestar general. Cuando el cuerpo no consigue digerir toda la proteína ingerida, parte de ella se fermenta en el intestino, dando lugar a incomodidad e irritación.

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La deshidratación agrava este panorama, pues sin suficiente agua, los riñones no logran eliminar con eficiencia los residuos y los síntomas digestivos tienden a empeorar.

Impacto sobre el peso y el riesgo cardiovascular

Aunque las proteínas generan saciedad y ayudan en el control del apetito, comerlas en exceso puede terminar contribuyendo al aumento de peso. El cuerpo transforma cualquier caloría sobrante, incluidas las provenientes de proteínas, en grasa acumulada si no se utilizan.

Por otro lado, quienes basan su alimentación en fuentes animales como carnes rojas y procesadas tienden a consumir más grasas saturadas. Este tipo de grasa eleva los valores de colesterol LDL y suma riesgo de enfermedades cardiovasculares, especialmente cuando se mantiene durante tiempo prolongado.

El equilibrio es fundamental: una dieta balanceada, que respete las necesidades reales de proteína, incluye también variedad de alimentos vegetales y fuentes saludables de grasa. Mantener este balance no solo protege el corazón, sino también la salud metabólica y digestiva.

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