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Salud

Demencia: estas señales que nadie nota (y que no tienen nada que ver con la pérdida de memoria)

La mayoría asocia la demencia con la pérdida de memoria. Sin embargo, el deterioro cognitivo incluye mucho más que olvidos. Reconocer señales poco conocidas puede cambiar la vida de quienes están en riesgo y de su entorno. Detectar estos cambios permite actuar antes, buscar apoyo médico y comprender mejor el proceso, ayudando a mantener la calidad de vida y el bienestar.

El rostro oculto de la demencia: señales sutiles y comportamentales

Existen síntomas que suelen pasar desapercibidos porque no encajan con la idea clásica de la demencia. Los cambios de personalidad ocurren de forma inesperada. Personas antes sociables pueden volverse reservadas o desinteresadas por actividades que antes disfrutaban. No es simple desánimo ni señal de pereza. Aparecen dificultades para planificar rutinas o para terminar tareas sencillas del día a día: desde organizar el día hasta completar una operación básica, como pagar una factura.

El retiro social puede sorprender a familiares y amigos. Ya no buscan tanto la compañía. Las reuniones se evitan, surge incomodidad ante grupos o lugares ruidosos. La irritabilidad aparece sin razón aparente. Puede haber estallidos de enojo ante detalles mínimos o reacciones poco habituales. Es común que familiares interpreten estos episodios como parte del carácter, sin pensar que puedan indicar un problema mayor.

Las alteraciones del juicio se notan cuando alguien toma decisiones poco prudentes. Gastos innecesarios, descuidos personales o elecciones que ponen en riesgo la seguridad pueden aparecer de la nada. También surgen comportamientos extraños, como hacer comentarios fuera de lugar o usar palabras inapropiadas incluso en público. Esos actos, a menudo chocantes, suelen dejar perplejos a quienes rodean a la persona afectada.

La falta de motivación o apatía es constante. No es flojera: algo cambió en su cerebro y la energía parece apagarse. Tareas que antes ocurrían en automático, como vestirse con orden, pueden hacerse a destiempo. No es casual ver a alguien con ropa fuera de contexto o perdida en simples actividades cotidianas.

Estos signos no tienen que ver exclusivamente con el envejecimiento. A veces, se manifiestan en personas jóvenes, incluso antes de los 60 años. Comprender que estos cambios pueden señalar una alteración neurológica y no solo el paso del tiempo es clave para buscar ayuda a tiempo y ofrecer apoyo adecuado.

Foto Freepik

Alteraciones perceptivas, emocionales y funcionales que marcan la diferencia

En muchas ocasiones, los primeros síntomas no tienen nada que ver con olvidar nombres. Surgen problemas leves de visión o percepción. Alguien que confundía distancias al conducir puede estar dando señales. Tropiezos frecuentes, dificultad para identificar colores o notar cambios de luz y sombras pueden aparecer sin explicación.

Las emociones también cambian. Aparecen cuadros de ansiedad que antes no existían, miedo sin motivo o depresión repentina. Se alternan días de euforia y tristeza sin un patrón claro. Las personas pueden mostrar desconfianza exagerada, sospechas o sentirse perseguidas, lo que genera conflictos con quienes las rodean.

El fallo en la toma de decisiones se observa, por ejemplo, en la gestión económica. Personas organizadas comienzan a cometer errores graves con sus cuentas o a regalar dinero sin comprender las consecuencias. La dificultad para seguir reglas sociales es evidente. Comportarse de manera extravagante, contar chistes fuera de lugar o desinhibirse en público puede ser parte de estos cambios.

Surgen errores en las tareas cotidianas. Por ejemplo, mezclar el orden de las acciones diarias: ducharse vestido, preparar el té sin agua, poner la ropa al revés o salir de casa a deshoras. No es simple torpeza; el cerebro empieza a fallar en procesos básicos. Estos comportamientos suelen atribuirse solo a despistes o estrés, pero pueden esconder un problema neurológico serio si se repiten con frecuencia.

En ocasiones, aparecen alucinaciones visuales leves. Ver pequeños objetos que no están, confundirse ante formas o imágenes extrañas. Aunque estas percepciones no sean continuas, deben llamar la atención si se combinan con otros síntomas.

El enlentecimiento en la respuesta es otro indicador. Personas que antes respondían con agilidad, ahora tardan en contestar o parecen distraídas constantemente. Esa lentitud, sumada a la dificultad para realizar varias cosas a la vez, puede ser el primer aviso antes de cualquier olvido notorio.

Comprender estas señales antes de que la memoria falle abre puertas a un diagnóstico temprano. La vida puede cambiar, pero reconocer el problema permite reorganizar el cuidado y el acompañamiento. Observar y comprender estos cambios permite apoyar, intervenir y mejorar el día a día de quienes viven con demencia. La educación y un entorno atento marcan la diferencia. Estar alerta a los detalles menos evidentes puede ayudar a cambiar el rumbo de la historia familiar.

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