¿Desde qué edad y cada cuánto tiempo es recomendable hacerse una mamografía?
Detectar el cáncer de mama en etapas tempranas puede cambiar el rumbo de los tratamientos y expectativas de vida. Las mamografías son la principal herramienta para reducir la mortalidad por este tumor, el más frecuente entre las mujeres.

Edad recomendada para iniciar las mamografías
Las sociedades científicas y los programas sanitarios han establecido recomendaciones claras aunque variables respecto a la edad de inicio, según el riesgo de cada mujer.
Para quienes tienen un riesgo promedio (sin antecedentes familiares relevantes ni mutaciones genéticas de alto riesgo), la mayoría de las guías aconsejan comenzar a los 40 o 50 años. En España las autoridades de salud suelen citar la franja de 50 a 69 años como el intervalo ideal, siguiendo la evidencia que demuestra el mayor beneficio en esta etapa. Sin embargo, hay autonomías que adelantan el comienzo del cribado a los 45 años. En Estados Unidos y otros países europeos el rango sugerido comienza a los 40 años, opción respaldada por datos que muestran un descenso de la mortalidad cuando la detección inicia antes.
La controversia en la edad de inicio radica en el equilibrio entre los beneficios y los posibles riesgos. Las mamografías pueden detectar el cáncer con años de antelación, pero en mujeres jóvenes la densidad mamaria complica la interpretación y los riesgos de sobrediagnóstico son mayores. Por eso, algunos expertos sugieren que la decisión se individualice según las circunstancias de cada mujer.
Las mujeres con alto riesgo (antecedentes genéticos como las mutaciones BRCA1, BRCA2 u otros genes relacionados, o varios casos de cáncer de mama en la familia) deben adelantarse: las recomendaciones suelen fijar el inicio desde los 30 años o incluso antes, según el caso más joven diagnosticado en la familia, a menudo junto con resonancias magnéticas para aumentar la sensibilidad del cribado.

Frecuencia adecuada de las mamografías y variaciones según el riesgo
La periodicidad estándar para mujeres de riesgo promedio aconsejada por las principales sociedades científicas, como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y la American Cancer Society, es una mamografía cada dos años entre los 50 y 69 o 74 años. Esta frecuencia permite reducir la mortalidad por cáncer de mama en al menos un 20 por ciento, con una buena relación entre detección y riesgos asociados.
En algunos países y contextos, se recomienda una frecuencia anual a partir de los 40 años, especialmente en mujeres que prefieren controles más exhaustivos o presentan otros factores de riesgo intermedios. Tras los 70 o 74 años, el beneficio del cribado rutinario baja y la decisión se vuelve más personalizada, evaluando el estado de salud general y la expectativa de vida.
Mujeres con alto riesgo requieren un enfoque intensivo y protocolos hechos a medida. Se aconsejan mamografías y resonancias mamarias anuales y alternas desde los 30 años si existen mutaciones genéticas de alto riesgo, o desde 5 a 10 años antes de la edad más temprana del diagnóstico en la familia. Para mujeres con mutaciones de riesgo intermedio, el cribado suele comenzar alrededor de los 40 años. En casos de antecedentes personales (tratamiento de cáncer de mama previo, radioterapia torácica) los protocolos pueden ser aún más estrictos.
Cabe añadir que el cribado poblacional ofrecido por los sistemas públicos está pensado para la detección masiva en mujeres sanas de la población general. El cribado oportunista se dirige a mujeres que acuden al médico por síntomas, preocupaciones o antecedentes específicos, y puede requerir pruebas adicionales o más frecuentes según el juicio clínico.
Las tecnologías actuales, como la mamografía digital y la tomosíntesis, han mejorado la precisión del diagnóstico y permiten ajustar los protocolos a casos específicos, especialmente en aquellas mujeres con mamas densas, donde las imágenes convencionales pueden ser menos concluyentes.
La autoexploración mamaria mensual sigue siendo una práctica relevante para identificar cualquier cambio, aunque no sustituye los controles médicos. Las mujeres deben informar de inmediato a su médico si notan bultos, dolor, secreciones o alteraciones en la piel.
Las recomendaciones están avaladas por estudios de calidad, pero la última palabra la tiene siempre el equipo médico junto con la mujer, valorando historia familiar, genética y estado general de salud. Así se construye un plan de vigilancia efectivo y alineado con las necesidades reales, evitando tanto los riesgos del sobrediagnóstico como los de un diagnóstico tardío.
La información y el seguimiento regular son el mejor recurso para adelantarse al cáncer de mama. La relación cercana con los especialistas y la atención a cualquier síntoma nuevo dan a cada mujer la oportunidad de actuar con rapidez y confianza en su cuidado.