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Pareja

¿Dónde se es más infiel? Este es el top 10 mundial según las estadísticas

Ser infiel es un tema que pocas veces deja indiferente y cada país tiene su propia mirada al respecto. Aunque la infidelidad se asoció durante mucho tiempo a la traición y el escándalo, las cifras muestran que su presencia es mucho mayor de lo que la mayoría imagina. Estudios recientes revelan no sólo la magnitud del fenómeno sino la enorme variedad de matices en cómo se vive y justifica en distintas culturas.

Los países donde la infidelidad es más frecuente

El ranking mundial deja claro que la infidelidad no es privilegio de una sola cultura o continente. Tailandia ocupa el primer lugar global, con un impresionante 51% de su población casada admitiendo haber engañado alguna vez a su pareja. Este porcentaje coloca al país asiático muy por encima de las demás naciones, aunque Europa occidental completa la mayoría del top ten. Tras Tailandia, Dinamarca registra 46%, empatada muy cerca con Alemania e Italia con 45% cada una. Le sigue Francia con 43%, país donde la visión liberal de las relaciones ha naturalizado el engaño y, según recientes encuestas, solo una minoría afirma arrepentirse de haber sido infiel.

Más al norte, Noruega llega al 41%, reflejando costumbres escandinavas que relativizan las normas tradicionales acerca de la monogamia. Bélgica marca 40%, un país donde las plataformas de citas extramatrimoniales han tenido un crecimiento explosivo. España aparece con 39%, cifra llamativa en una sociedad que aún oscila entre la tradición y una creciente apertura sexual. Cubren la lista Finlandia y el Reino Unido con 36% cada uno, mostrando que el fenómeno está presente incluso en culturas conocidas por su discreción o su fama de conservadoras.

En América Latina, la prevalencia de la infidelidad crece sostenidamente, aunque rara vez se publica en los principales rankings mundiales. Países como Colombia y Brasil han mostrado aumentos notables en reportes de relaciones extramatrimoniales, motivados por factores sociales, la influencia de los medios y los cambios en las estructuras familiares.

Cada país del top 10 tiene particularidades culturales que influyen en estos números. En lugares donde las relaciones abiertas, el placer y la aventura se valoran, como ocurre en buena parte de Europa occidental, la infidelidad encuentra espacios de mayor tolerancia. En cambio, las sociedades más marcadas por la religión u otras formas de control social tienden a esconder el fenómeno, aunque no necesariamente son menos infieles: simplemente, quienes engañan tienden a no admitirlo.

Particularidades de la infidelidad en Tailandia, Europa y América Latina

En Tailandia la infidelidad ni siquiera se oculta. Existe el concepto social de la “mia noi”, la segunda esposa o pareja paralela aceptada en voz baja. Los comportamientos extramatrimoniales resultan tan comunes que forman parte del paisaje cotidiano, normalizados incluso por la cultura pop y el turismo sexual. La figura tradicional masculina, que puede sostener varias mujeres, refleja una estructura social donde la fidelidad rara vez se exige con rigor.

En Europa, la infidelidad se vive en un contexto diferente. En países como Francia, Alemania, Noruega o Bélgica, la mentalidad liberal y la autonomía personal permiten explorar formas de amor fuera del matrimonio tradicional, incluyendo los acuerdos abiertos. Aplicaciones de citas extramatrimoniales y foros para aventuras han hecho más accesible este tipo de contactos, diluyendo la noción de pecado y reforzando la visión del amor como territorio libre y negociable.

Por otro lado, en Latinoamérica la situación es más ambigua. El peso de la religión, especialmente el catolicismo, sigue modelando discursos de condena moral, aunque la realidad social está marcada por contradicciones. En lugares como Colombia o Brasil, la infidelidad es frecuente pero también altamente juzgada, lo que alimenta una cultura de secretos, al tiempo que populariza el doble discurso: lo que se condena en público, se normaliza en privado. Mitos como el “hombre conquistador” o la mujer “tentadora” persisten y se mezclan con nuevas formas de vivir la pasión, allí donde las redes sociales y los cambios de valores tienen cada vez más peso.

Foto Freepik

Factores socioculturales y diferencias de percepción

El fenómeno no se entiende igual en todas partes. Las normas sociales, el nivel de desarrollo, la historia colectiva, la religión y la ruptura de viejos esquemas marcan grandes diferencias. En lugares donde la individuación y el placer son valores centrales, como en buena parte de Europa occidental, si una relación pierde chispa, buscar alternativas fuera del matrimonio se percibe casi como una decisión lógica, a veces incluso compartida. La aceptación social de estas prácticas es alta y rara vez se considera una “traición imperdonable”.

En cambio, para quienes viven en sociedades conservadoras, la infidelidad puede significar uno de los mayores atentados contra la familia y el orden tradicional. Aquí la sanción social pesa más que el deseo personal y quienes cruzan el límite suelen hacerlo en secreto, cargando con mayor culpa y angustia.

Las diferencias de género también son notables. Diversos estudios muestran que los hombres tienden a considerar la infidelidad sólo cuando reina el acto sexual, mientras que muchas mujeres lo definen desde lo emocional. Para algunas, un simple beso o el “sexting” ya es motivo de conflicto. La diferencia de percepción condiciona las discusiones en las parejas y marca la lupa con la que se juzga la fidelidad en cada cultura.

Motivaciones y formas de infidelidad a nivel mundial

Entre las razones más citadas para ser infiel destacan la búsqueda de novedad y aventura, el cansancio de la rutina, la insatisfacción sexual, la soledad o la necesidad de reafirmar el atractivo personal. Algunas personas se escudan en heridas pasadas o relaciones insatisfactorias que no logran romper. Otras buscan emociones nuevas como fuga del aburrimiento o el desamor. La necesidad de validación o el impulso del momento suelen jugar un rol tan grande como cualquier explicación racional.

La manera de ser infiel también cambió. Hace unas décadas, el engaño dependía de encuentros casuales o la vida nocturna. Hoy, con las redes sociales y aplicaciones especializadas, el contacto es más rápido y discreto. Los límites de la infidelidad ya no son tan evidentes y, dependiendo del país, un simple mensaje coqueto, un abrazo en la oficina o una relación virtual pueden interpretarse como traición.

La percepción va de un extremo al otro: en América, muchos evalúan hasta los gestos pequeños como infieles, mientras que en Europa el estándar está más alto y se toleran ciertas “zonas grises” sin crisis. La falta de consenso sobre qué se considera infidelidad alimenta el debate y muestra cuán elástica es la frontera de la fidelidad según la cultura, la pareja y el momento de la vida.

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