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Salud

¿Es el sol la única causa del cáncer de piel?

El cáncer de piel sigue creciendo en todo el mundo y es uno de los tumores más frecuentes del siglo XXI. Muchos asocian de inmediato su origen al sol, pero aunque la radiación ultravioleta es responsable de la mayoría de los casos, la ciencia ha confirmado que hay otros factores implicados. Entenderlos es esencial para reducir riesgos y actuar a tiempo. Descubrir todas las causas que influyen permite cuidarse mejor, proteger a la familia y reconocer señales de alerta.

El sol y la radiación ultravioleta como principal causa de cáncer de piel

La radiación ultravioleta (UV) del sol representa el motivo principal detrás de la mayoría de los cánceres cutáneos. Cuando la piel se expone a los rayos UV, pueden ocurrir lesiones en el ADN de las células superficiales. Estas alteraciones genéticas, con el tiempo, promueven un crecimiento celular descontrolado y originan tumores.

Dentro de la radiación solar existen dos tipos clave: UVA y UVB. Ambos alcanzan la superficie terrestre, atraviesan las capas más superficiales de la piel y pueden causar daño acumulativo. Los rayos UVB son responsables directos de las quemaduras solares y resultan especialmente peligrosos durante la infancia, etapa en que la piel es más vulnerable y el riesgo de daño a largo plazo aumenta. La radiación UVA penetra más profundo y produce cambios invisibles como fotoenvejecimiento y mutaciones silenciosas en las células.

Las quemaduras solares repetidas no solo dejan marcas temporales. Cada agresión provoca heridas microscópicas en el ADN, facilitando que, con los años, estas alteraciones deriven en cáncer. Eso explica por qué quienes han recibido quemaduras graves durante la infancia o adolescencia presentan un riesgo mucho mayor.

No solo el sol natural es peligroso. Camas de bronceado y lámparas artificiales emiten radiación UV concentrada, con un potencial de daño incluso mayor en sesiones cortas. La Organización Mundial de la Salud clasifica estos dispositivos como cancerígenos. La protección sigue siendo la clave para evitar daños: usar gafas de sol, ropa de manga larga, sombreros y protector solar de amplio espectro con un factor mínimo de 30, incluso en días nublados o en interiores con exposición prolongada a lámparas UV.

La mayoría de los expertos subrayan que la prevención centrada en la protección solar es capaz de reducir drásticamente la incidencia del cáncer de piel. Ni los niños, ni las personas de piel oscura, ni quienes “casi no se queman” están exentos del riesgo. Cuidarse a diario es apostar por una mejor salud futura.

Foto Freepik

Factores no solares en el origen del cáncer de piel

Aunque el sol es el gran protagonista, varios elementos ajenos a la exposición solar pueden aumentar la probabilidad de desarrollar cáncer cutáneo. Uno de los principales es la genética. Algunas personas heredan mutaciones o características específicas en sus genes que limitan la capacidad de la piel para reparar el daño celular. Familias con antecedentes de tumores cutáneos, presencia de lunares atípicos o síndromes genéticos como el xeroderma pigmentoso presentan una propensión mucho más alta.

El sistema inmunológico también juega un papel central. Defensas bajas – ya sea por enfermedades crónicas, uso prolongado de medicamentos inmunosupresores o después de un trasplante – restan capacidad al cuerpo para eliminar células anormales antes de que se conviertan en tumores. La inmunosupresión se considera un factor de riesgo mayor para varios tipos de cáncer, incluido el de piel.

El contacto regular con ciertos productos químicos tóxicos, como arsénico y algunos pesticidas, incrementa el peligro de mutaciones cancerígenas en las células cutáneas. La exposición a radiaciones ionizantes, como la radioterapia previa por otras enfermedades, añade otro riesgo a la lista. Además, quienes han sufrido quemaduras graves, heridas crónicas o cicatrices antiguas presentan una posibilidad aumentada de desarrollar tumores en esas áreas.

Algunos virus oncogénicos también se han relacionado con el cáncer de piel. El poliomavirus de células de Merkel y ciertos tipos de virus del papiloma humano (VPH) pueden invadir la piel y causar alteraciones celulares persistentes. Las coinfecciones y el efecto acumulativo de estos agentes, junto con otros factores ambientales, fortalecen el concepto del exposoma, la suma de todas las exposiciones externas e internas a lo largo de la vida.

La edad también importa. Con el paso de los años, la capacidad del organismo de reparar el ADN disminuye y es más fácil que errores acumulados den origen a tumores. Aquellas personas con antecedentes personales de cáncer de piel deben mantenerse bajo especial seguimiento, ya que el riesgo de recurrencia es superior al promedio. La vigilancia médica, el autoconocimiento de lunares y cambios en la piel, y la atención a los antecedentes familiares son fundamentales para un control efectivo.

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