Esta es la bacteria que multiplica el riesgo de cáncer

El vínculo entre las bacterias y el riesgo de cáncer representa un desafío prioritario para la salud pública global. Entender cómo ciertas infecciones bacterianas influyen en el desarrollo de tumores ayuda a avanzar en la prevención, mejorar el diagnóstico temprano y optimizar estrategias clínicas. El reconocimiento de agentes microbianos, como Helicobacter pylori, permite desarrollar campañas preventivas e intervenciones terapéuticas para disminuir la carga de cáncer vinculada a factores infecciosos. Abordar estas relaciones no solo salva vidas, sino que permite actuar sobre causas evitables.
Helicobacter pylori: la bacteria que multiplica el riesgo de cáncer gástrico
Helicobacter pylori es una bacteria que coloniza la mucosa gástrica de millones de personas en todo el mundo. Su presencia en el estómago, a menudo silente durante años, desencadena mecanismos biológicos que favorecen la aparición de cáncer gástrico. La persistencia de esta bacteria en la cavidad gástrica provoca una inflamación crónica, conocida como gastritis, que a su vez puede progresar a gastritis atrófica. Este proceso destruye las células que generan la mucosa protectora, generando un entorno que facilita el daño celular y el desarrollo de anomalías.
En muchas personas, la infección evoluciona lentamente y promueve cambios precancerosos, como la metaplasia intestinal, antesala del cáncer de estómago. La prevalencia de Helicobacter pylori es mayor en regiones de Asia, Europa del Este y Latinoamérica, donde la combinación de condiciones sociales, acceso a agua potable y educación en salud limita la capacidad de prevenir y tratar la infección, aumentando la proporción de tumores gástricos en estas zonas.
Mecanismos de acción y daños celulares de Helicobacter pylori
La infección crónica por Helicobacter pylori desencadena una respuesta inflamatoria continua. Esta bacteria libera toxinas que dañan el revestimiento interno del estómago, promoviendo la progresión hacia la gastritis atrófica. El daño persistente debilita la barrera natural contra ácidos y otras sustancias, haciendo que las células del estómago sean más vulnerables a mutaciones.
Estas mutaciones pueden desencadenar la formación de neoplasias (tumores) malignas, así como de linfoma gástrico tipo MALT, un cáncer poco frecuente pero directamente vinculado a la infección. Los genes de virulencia bacteriana, como cagA y vacA, han sido señalados por su papel clave en alterar los procesos normales de reparación celular, impulsando la transformación tumoral.

Epidemiología y factores que aumentan el riesgo
A escala mundial, la prevalencia de la infección por H. pylori varía. Más del 50% de la población de países con menos recursos puede estar infectada, aunque no todos desarrollan cáncer. Las condiciones socioeconómicas bajas, el hacinamiento y la falta de acceso a agua limpia influyen en la diseminación.
Además de estos, la dieta juega un rol importante. Dietas ricas en sal, conservas y alimentos ahumados aumentan los efectos nocivos de la bacteria sobre la mucosa gástrica. El bajo consumo de frutas y verduras reduce la protección antioxidante frente al daño celular. El cigarrillo y el alcohol agravan este impacto. Estos factores socioeconómicos y ambientales refuerzan la necesidad de políticas de salud pública, educación nutricional y acceso a tratamientos para controlar la infección.
Otras bacterias implicadas en el riesgo de cáncer
La investigación reciente no solo se limita a Helicobacter pylori. El microbioma intestinal, poblado por billones de microorganismos, también contribuye a la aparición de tumores en otras áreas. Entre las más destacadas, Escherichia coli productora de colibactina y Fusobacterium nucleatum participan en el cáncer colorrectal.
La presencia de estas bacterias en el intestino puede modificar el entorno local, influyendo en los mecanismos inflamatorios y la regeneración tisular, factores clave en la promoción de la carcinogénesis.
Toxinas bacterianas y daño genético
Algunas bacterias intestinales, como Escherichia coli, producen toxinas especializadas. La colibactina es una toxina capaz de provocar mutaciones en el ADN celular. Este tipo de daño genético, repetido y no corregido, se acumula con el tiempo, facilitando la aparición y crecimiento de células tumorales.
El microbioma intestinal también participa en el metabolismo de compuestos de la dieta y en la respuesta inmunológica. Un desequilibrio en la composición bacteriana puede favorecer la persistencia de cepas dañinas, aumentando el riesgo de cáncer.
Microbioma tumoral y progresión del cáncer
En algunos tumores, especialmente los de colon, se ha identificado la presencia de comunidades bacterianas que influyen de manera directa en la evolución del cáncer. El microbioma tumoral es capaz de alterar la respuesta inmune dentro del tejido afectado, haciendo que el sistema de defensa del cuerpo reconozca menos eficazmente las células malignas.
Esta interacción favorece la progresión tumoral, dando lugar a tumores más agresivos y resistentes a la terapia. Estas evidencias sugieren que controlar la composición bacteriana podría convertirse en una herramienta adicional en el manejo oncológico, marcando un paso importante hacia tratamientos personalizados.