Esta es la razón por la que la grasa se acumula primero en el abdomen

Ver grasa acumulada en el abdomen es algo que preocupa a muchas personas. No solo es un asunto de apariencia, sino que está ligado a factores profundos como hormonas, genética y costumbres. La zona abdominal no solo refleja lo que comemos, sino también cómo responde nuestro cuerpo ante los cambios internos y nuestro modo de vida.
Factores fisiológicos y hormonales que favorecen la grasa abdominal
La acumulación de grasa abdominal es consecuencia de cambios hormonales que a menudo no se pueden controlar. Estrógenos, cortisol, y hormonas tiroideas juegan un papel clave. Cuando los estrógenos bajan, como ocurre en la menopausia, la grasa tiende a almacenarse cerca del ombligo y a rodear los órganos internos. Este fenómeno afecta a mujeres y hombres con la edad y se relaciona tanto con predisposición genética como con el envejecimiento natural.
Se distinguen dos tipos de grasa: la que se encuentra bajo la piel (subcutánea) y la que rodea los órganos abdominales (visceral). La grasa visceral es la más peligrosa, ya que aumenta el riesgo de enfermedades como diabetes tipo 2, hipertensión y problemas cardíacos.
El papel de las hormonas y la genética en la localización de la grasa
La menopausia en mujeres y el estrés crónico en ambos sexos alteran la forma en la que el cuerpo almacena energía. Cuando los niveles de estrógeno bajan, el cuerpo no solo cambia su forma, sino también la manera en la que guarda grasa, favoreciendo el abdomen.
A esto se suma la influencia de la genética. Si los familiares directos tienden a tener “panza”, es probable que se necesite más atención en el control del peso. El cortisol, la hormona del estrés, también impulsa al cuerpo a guardar grasa en el vientre, preparando energía de reserva para enfrentar períodos de tensión. El resultado: un círculo difícil de romper donde el estrés alimenta los depósitos grasos.
La pérdida de masa muscular y su efecto en la tasa metabólica
Con el paso de los años se pierde músculo. Esto es normal pero tiene consecuencias. El músculo activa el metabolismo y ayuda a quemar calorías incluso en reposo. Cuando hay menos músculo, el cuerpo consume menos energía y el excedente se guarda en forma de grasa visceral.
La reducción natural de testosterona y estrógenos con la edad no solo afecta la fuerza muscular, sino también cómo y dónde se almacena la grasa. Esto explica por qué muchas personas ven cómo la zona abdominal aumenta, aunque mantengan un peso estable.

Estilo de vida y hábitos que promueven el aumento de grasa en el abdomen
Lo que se come y cómo se vive pesan tanto como los genes. La dieta rica en azúcares refinados, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados, sumado a la falta de ejercicio y al mal descanso, crea el escenario perfecto para la “barriga difícil de perder”.
Un consumo frecuente de alcohol también agrava el problema. El exceso de calorías, especialmente cuando provienen de bebidas alcohólicas, se convierte en depósitos grasos, en especial en el abdomen. Además, el alcohol interfiere con el metabolismo normal de las grasas, favoreciendo su acumulación.
Impacto de la alimentación moderna en la grasa visceral
La comida rápida y los productos industriales han modificado la relación entre el cuerpo y la alimentación. Ultraprocesados, refrescos, pan blanco y otros productos llenos de azúcares o grasas industriales favorecen la aparición de grasa en el abdomen. Estos alimentos no solo suman calorías, sino que alteran el metabolismo, reduciendo la capacidad de quemar grasa.
Llevar una dieta balanceada basada en productos frescos, cereales integrales, verduras, legumbres y grasas saludables ayuda a controlar el peso y a mantener estable el nivel de azúcar en sangre, disminuyendo el riesgo de que el cuerpo “escoja” el abdomen para almacenar grasa.
Sedentarismo, manejo del estrés y calidad del sueño
El cuerpo necesita moverse. La falta de actividad física baja el gasto calórico y hace que cualquier exceso se convierta en grasa, sobre todo en la parte media del cuerpo. El ejercicio, especialmente el que suma fuerza y resistencia, protege el músculo y acelera el metabolismo.
El estrés crónico no solo afecta el ánimo. El organismo responde al estrés produciendo cortisol, lo que incentiva el hambre por comida alta en calorías y el almacenamiento de grasa abdominal. Dormir poco o mal altera las hormonas que regulan el apetito: aumenta la grelina, disminuye la leptina y se fomenta la acumulación de grasa central.
Cuidar la salud mental, priorizar el descanso nocturno y mantenerse activo día a día no son solo consejos, sino un escudo real contra la “barriga”.