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Estilo de vida

Esta palabra es mejor que decir “lo siento” y revela una alta inteligencia emocional, según Steve Jobs

En la vida diaria muchas personas repiten “lo siento” casi sin darse cuenta. Lo usan para rellenar silencios, para suavizar un pequeño retraso o incluso para dar una opinión. Sin embargo, varios expertos señalan que este hábito constante no siempre ayuda y puede sabotear la propia imagen de seguridad.

Según distintos análisis sobre liderazgo, usar “gracias” en lugar de abusar de “lo siento” proyecta más confianza, madurez e influencia. No significa dejar de pedir perdón cuando hay un daño real, sino dejar de disculparse por existir. El propio Steve Jobs llevó esta idea al escenario en momentos clave de Apple, como el polémico acuerdo con Microsoft en 1997.

Por qué decir siempre “lo siento” puede restar seguridad

Repetir “lo siento” por todo comunica algo más que educación. A menudo lanza un mensaje oculto de inseguridad, de baja autoestima o de necesidad de agradar a cualquiera que esté alrededor. La persona se coloca de forma automática en una posición inferior, casi como si pidiera permiso para ocupar espacio.

Distintos trabajos en comunicación interpersonal coinciden en que las disculpas continuas pierden fuerza y suenan menos sinceras. La científica del comportamiento Shadé Zahrai ha advertido que este patrón debilita la credibilidad y crea dudas sobre las propias decisiones. Quien se disculpa cada pocos minutos, en una reunión o en un correo de trabajo, termina pareciendo más inseguro que respetuoso.

En la oficina es frecuente oír frases como “lo siento, una pregunta”, “perdón por insistir” o “siento molestar” cuando no hay ningún daño real, solo una interacción normal.

El impacto emocional del lenguaje en la autoestima

El lenguaje que una persona usa a diario moldea también lo que piensa de sí misma. Cuando cada pequeño movimiento va precedido de un “lo siento”, la mente se acostumbra a verse en falta, incluso sin motivo. La interacción gira alrededor de la culpa y del supuesto error propio.

Elegir las palabras con intención es una forma básica de inteligencia emocional. Un lenguaje más equilibrado refuerza la sensación de control y envía una señal diferente: “sé lo que hago, respeto al otro y también me respeto a mí”.

La palabra que propone Steve Jobs: por qué “gracias” es más poderosa

La alternativa no es misteriosa; es tan simple como cambiar la disculpa automática por un “gracias” cuando no hay un daño real. Este giro, defendido por muchos especialistas y atribuido a la forma de comunicar de Steve Jobs, modifica de raíz el tono de la conversación.

En vez de centrar todo en el fallo propio, el agradecimiento pone el foco en la actitud positiva de la otra persona. Se pasa de “he hecho algo mal” a “valoro lo que tú has hecho”. Esa pequeña variación reduce la tensión, cuida la relación y, al mismo tiempo, mantiene la dignidad de quien habla.

Usar “gracias” en contextos de fricción leve no borra la responsabilidad, pero sí cambia la emoción dominante, de culpa a reconocimiento.

De la culpa al reconocimiento: cómo cambia el enfoque al decir “gracias”

Cuando alguien llega tarde y dice “lo siento por el retraso”, lo que resalta es el fallo. Si en su lugar dice “gracias por esperar”, reconoce el inconveniente, pero subraya la paciencia del otro. El mensaje suena menos derrotista y más cooperativo.

Lo mismo ocurre al cambiar “siento molestarte” por “gracias por escucharme” o “perdón por tantos correos” por “gracias por tu atención”. Son frases que mantienen la empatía, pero suman firmeza sin agresividad y empatía sin sumisión. Muchos expertos consideran que este equilibrio del lenguaje delata una inteligencia emocional más desarrollada.

Foto Freepik

El ejemplo de Steve Jobs: reformular los conflictos con agradecimiento

En 1997 Apple estaba en una situación delicada y necesitó el apoyo de Microsoft. En lugar de presentar el acuerdo como una humillación, Steve Jobs habló en público de que había que abandonar la idea de que para que Apple ganara, Microsoft tenía que perder, y añadió que era momento de dar las gracias a Bill Gates y a su equipo por el apoyo.

Al usar el agradecimiento, no una disculpa, cambió la historia que se contaba sobre ese pacto. En vez de sonar a rendición, proyectó visión estratégica y confianza en el futuro de la compañía. Algo parecido ocurrió en presentaciones con problemas técnicos, como las que tuvieron fallos de conexión Wi-Fi. Jobs pedía colaboración al público dando las gracias por su ayuda, en vez de recrearse en el error. Reformulaba la tensión y mantenía el control del mensaje.

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Un primer paso consiste en observar cuándo aparece la disculpa como muletilla. En muchas reuniones, llamadas o mensajes, la persona dice “perdón” sin haber hecho nada dañino, solo por pedir un cambio, hacer una pregunta o necesitar tiempo.

En esos casos, puede resultar más sano cambiar la estructura de la frase. En el trabajo, “gracias por revisar este informe tan rápido” suena más sólido que “siento mandártelo tan tarde”. En familia, “gracias por esperarme para cenar” mantiene el respeto sin dramatizar el retraso. En atención al cliente, “gracias por su paciencia” transmite cuidado y profesionalidad.

El perdón sigue siendo clave cuando hay un perjuicio real, pero usarlo en exceso lo vacía de valor. Aplicarlo con intención, y no por inercia, mejora tanto la autoestima como la calidad de las relaciones.

Ejemplos sencillos para entrenar este tipo de comunicación

Resulta útil practicar frases breves hasta que salgan de forma natural. Decir “gracias por tu comprensión” en lugar de “lo siento por el cambio” o “gracias por tu tiempo” en vez de “perdón por robarte un minuto” modifica el clima emocional de la conversación.

Estos pequeños ajustes repetidos a diario hacen que la persona se perciba, y sea percibida, con más seguridad y claridad. No se busca negar errores, sino comunicarse con más conciencia y menos culpa automática, algo que encaja con el modelo de comunicación atribuido a Steve Jobs.

Pedir perdón cuando se ha causado un daño sigue siendo una muestra básica de respeto. Sin embargo, recurrir a “gracias” en situaciones de simple espera, cambio de planes o roce cotidiano revela una inteligencia emocional más afinada, porque protege la autoestima y cuida el vínculo. La forma en que Jobs reformulaba los momentos difíciles, cambiando la disculpa por el agradecimiento, recuerda que a veces una sola palabra basta para que liderazgo y seguridad personal se vean de otra manera.

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