Esta parte del cuerpo sería uno de los órganos humanos más contaminados por microplásticos

La contaminación por microplásticos dejó de ser una preocupación lejana y ya toca de cerca nuestros cuerpos. Estos fragmentos microscópicos, nacidos de la fragmentación de plásticos comunes, se han identificado en órganos humanos críticos. Los científicos pusieron especial atención al cerebro, donde se concentra una de las mayores cantidades de microplásticos de todo el organismo.
Cerebro: el órgano con mayor acumulación de microplásticos
Los hallazgos recientes en autopsias y análisis de tejidos han revelado que el cerebro humano acumula microplásticos en cantidades sorprendentes, superando hasta treinta veces la cantidad detectada en el hígado o los riñones. En promedio, estas partículas pueden representar alrededor del 0,5% del peso del tejido cerebral, lo que ilustra la gravedad del fenómeno. El aumento de microplásticos en el cerebro se correlaciona con los picos de contaminación ambiental experimentados en las últimas décadas, debido a la explosión de productos plásticos de un solo uso y la fragmentación continua de residuos.
Estudios científicos muestran que los microplásticos no sólo están presentes, sino que también interactúan con el tejido cerebral. Las partículas más pequeñas, los nanoplásticos, se alojan en zonas tan delicadas como el hipocampo, región vital para la memoria. Los mecanismos de daño incluyen inflamación neuronal, estrés oxidativo y alteraciones en la comunicación entre neuronas, lo que podría tener consecuencias de largo alcance para la salud mental humana.
¿Cómo llegan los microplásticos al cerebro?
Los microplásticos penetran el cuerpo a través de tres vías principales: ingestión de alimentos, consumo de agua y, de forma menos visible, la inhalación de partículas flotantes presentes en el aire. Al estar en el torrente sanguíneo, gracias a su diminuto tamaño y composición, logran cruzar barreras biológicas que antes se creían infranqueables, como la barrera hematoencefálica, encargada de proteger el cerebro de agentes contaminantes.
Esta capacidad de atravesar defensas naturales convierte a los microplásticos en una amenaza silenciosa y persistente. En los últimos años, los análisis han confirmado su presencia en sangre, placenta, sistema digestivo y, de manera alarmante, en el cerebro, donde pueden permanecer largos periodos y aumentar su concentración con el tiempo.

Implicancias para la salud cerebral
La entrada de microplásticos en el cerebro no pasa desapercibida para el sistema inmunológico del tejido neuronal. Las células responsables de la defensa cerebral, como las microglías, reaccionan provocando procesos inflamatorios que alteran la homeostasis cerebral. Los estudios en modelos animales apuntan a que el daño oxidativo generado por estas partículas puede producir pérdida de plasticidad sináptica y deterioro de la memoria.
Además, existe preocupación creciente por la relación entre la acumulación de microplásticos y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. Algunos experimentos han detectado daños en la barrera hematoencefálica, disminución de neurotransmisores clave como la dopamina y trastornos en el metabolismo neuronal. Los microplásticos portan, además, aditivos tóxicos y sustancias químicas como ftalatos y retardantes de llama, que funcionan como disruptores endocrinos y pueden potenciar el daño neurológico, aumentar la vulnerabilidad a trastornos cognitivos e incluso actuar como promotores de enfermedades degenerativas.
El impacto de los microplásticos en otros órganos y tejidos
La contaminación por microplásticos no se limita al cerebro. Se han documentado acumulaciones importantes en órganos como el hígado, los riñones, la placenta y el sistema digestivo. Estas partículas migran fácilmente por el cuerpo, alcanzando tejidos antes considerados protegidos.
Los estudios han encontrado microplásticos en la sangre, la leche materna y hasta en pulmones y testículos. Su presencia crónica altera procesos vitales en cada órgano: en el sistema digestivo, afectan el microbioma intestinal y disminuyen la absorción de nutrientes; en el hígado y riñones, sobrecargan los mecanismos de filtrado y eliminación de toxinas; en la placenta y tejidos reproductivos, su impacto se asocia con posibles daños en el desarrollo fetal y la fertilidad futura.
Riesgos y mecanismos tóxicos fuera del sistema nervioso
Lejos de limitarse al cerebro, los microplásticos desencadenan procesos de inflamación sistémica y estrés oxidativo en todo el organismo. Al instalarse en tejidos y circular en la sangre, interactúan con el sistema inmunológico y pueden inducir alteraciones celulares que favorecen la aparición de patologías autoinmunes, daño hepático y problemas renales.
Una preocupación adicional proviene de los aditivos químicos de los plásticos modernos: además de ftalatos y bisfenoles, sustancias como PFAs y fenoles actúan como carcinógenos y disruptores hormonales, lo que aumenta el riesgo de cáncer y trastornos endócrinos, especialmente en poblaciones vulnerables como embarazadas, niños y personas mayores. Los investigadores advierten que el tamaño minúsculo de los microplásticos facilita su penetración en tejidos, mientras que su composición química complica la degradación y eliminación natural por el cuerpo.