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Salud

Este mal hábito diario te llevaría directo al Alzheimer según Harvard

Dormir mal puede parecer una simple molestia, pero la Universidad de Harvard ha revelado que la falta de sueño es mucho más peligrosa de lo que muchos piensan. Un mal hábito que muchos adoptan sin darse cuenta, como dormir menos de seis horas cada noche, podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar Alzheimer y otros tipos de demencia.

La falta de sueño: el mal hábito que afecta al cerebro

Dormir menos de seis horas cada noche no solo roba energía para el día siguiente, también debilita el sistema de limpieza cerebral. Estudios realizados por Harvard y otros centros europeos han demostrado que quienes duermen cinco horas o menos duplican el riesgo de sufrir demencia y Alzheimer en comparación con quienes descansan siete u ocho horas. Además, al dormir poco de forma regular entre los 50 y 70 años, el riesgo de demencia aumenta hasta un 30 por ciento.

Durante el sueño profundo, el cerebro activa el sistema glinfático. Este sistema funciona como una autopista de limpieza que elimina residuos tóxicos, entre ellos, la peligrosa proteína beta-amiloide. Cuando el sueño es corto o interrumpido, la eliminación de estas proteínas se ve alterada y comienzan a acumularse, formando placas que dañan las neuronas.

El déficit de sueño también activa de manera crónica a las microglías, células protectoras que en exceso pueden causar inflamación y muerte neuronal. Otra consecuencia es la aceleración del envejecimiento cerebral. Fragmentar el descanso no permite la recuperación ni la limpieza correcta de las conexiones entre neuronas, lo que impacta en la memoria y la claridad mental.

El mensaje es claro: el cuerpo necesita descansar para que el cerebro se deshaga de los desechos acumulados durante el día. Dejar de dormir bien transforma este proceso natural en un terreno fértil para enfermedades cognitivas.

Foto Freepik

Otros hábitos cotidianos que dañan la memoria y facilitan el Alzheimer

Junto con la falta de sueño, varios hábitos diarios ponen en serio peligro la salud cerebral y favorecen el desarrollo del Alzheimer. El sedentarismo limita la oxigenación del cerebro. Pasar muchas horas sentado, frente al televisor, sin moverse ni interactuar, reduce la creación de nuevas conexiones neuronales y promueve el deterioro de áreas críticas como el lóbulo temporal medial.

Ver televisión durante muchas horas impacta en la plasticidad cerebral y ralentiza la función ejecutiva. La soledad, otro enemigo silencioso, disminuye la motivación y la actividad mental, lo que según varios estudios científicos, se asocia con un mayor riesgo de demencia al envejecer.

El estrés crónico también juega un papel negativo relevante. El cortisol, la hormona del estrés, puede afectar la memoria y producir cambios en la estructura del hipocampo, una zona esencial para recordar y aprender. Vivir bajo tensión constante o sin tiempo para el ocio reduce la capacidad del cerebro para recuperarse y adaptarse.

Estos hábitos dañinos suelen pasar desapercibidos. Pequeñas costumbres como evitar el ejercicio, dejar de leer, perder el contacto social o comer mal suman un efecto negativo que a largo plazo compromete la capacidad cerebral para enfrentar la vejez en buen estado.

La importancia de un estilo de vida activo y del sueño reparador

Los neurólogos y especialistas en salud mental han identificado estrategias sencillas y efectivas para darle al cerebro el descanso y la actividad que necesita. Establecer horarios regulares para dormir y despertar ayuda a sincronizar los ritmos biológicos. La clave está en acostumbrar al cuerpo a seguir rutinas que permitan alcanzar al menos siete horas de sueño de calidad.

Evitar pantallas, como la televisión o el móvil, al menos una hora antes de acostarse favorece la producción de melatonina, que induce el sueño de manera natural. El ejercicio moderado, como caminar o montar bicicleta, activa la circulación y estimula la formación de nuevas neuronas. Además, mantener la interacción social y buscar espacios para compartir o conversar mantiene activo el cerebro y refuerza la reserva cognitiva.

Es importante recalcar que el abuso de pastillas para dormir puede empeorar la situación a largo plazo. Estas medicaciones suelen alterar la arquitectura natural del sueño y no favorecen los procesos de limpieza cerebral. Preferir alternativas naturales, como técnicas de relajación, el uso de plantas medicinales suaves o la meditación, disminuye el insomnio sin efectos secundarios dañinos.

Una rutina que combine actividad física, sueño reparador y vida social actúa como el mejor escudo contra el deterioro cerebral. Mantener el cerebro despierto y darle los descansos necesarios fortalece la memoria y protege de enfermedades neurodegenerativas.

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