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En forma

Esto es lo que sucede si comes mucha proteína y no haces ejercicio

El consumo de proteínas se ha convertido en una prioridad para quienes quieren mejorar su salud, ganar músculo o simplemente mantenerse en forma. Muchos han adoptado batidos, barras y alimentos ricos en proteína sin pensar en los detalles. Si bien las proteínas son esenciales para la vida, el enfoque actual suele olvidar una pieza clave: el movimiento. En personas activas, la proteína repara y construye músculo. Pero, ¿qué ocurre en quienes llevan una vida sedentaria y siguen ingiriendo grandes cantidades? Los efectos sobre el cuerpo pueden ser sutiles al principio, pero a largo plazo comportan riesgos reales que pocos consideran.

Efectos fisiológicos del exceso de proteína sin ejercicio

Cuando el cuerpo recibe más proteína de la necesaria y no hay actividad física, surgen varios procesos poco visibles pero relevantes. El organismo no solo usa la proteína para construir músculo; todo exceso debe descomponerse y eliminarse. Aquí entran en juego órganos como el hígado y los riñones, que aumentan su actividad para procesar los residuos nitrogenados resultantes. Esta sobrecarga, mantenida a lo largo del tiempo, puede alterar los perfiles metabólicos y comprometer el bienestar general.

Aumento de peso y acumulación de grasa

La idea de que la proteína no engorda es un mito. Aunque tiene fama de “magia” para el cuerpo, también contiene calorías. En ausencia de entrenamiento o de un gasto físico notable, esas calorías extra no se convierten en músculo, sino en reserva de grasa. El cuerpo almacena los nutrientes que no utiliza, y la proteína sobrante se transforma en lípidos, favoreciendo el aumento del tejido adiposo, sobre todo si la dieta diaria ya cubre las necesidades energéticas.

Impacto en la función renal y riesgo de deshidratación

El procesamiento de grandes cantidades de proteína implica una mayor producción de urea y otros metabolitos, sustancias tóxicas que los riñones deben filtrar y eliminar. Este trabajo extra se conoce como hiperfiltración renal. Si se mantiene, puede aumentar el riesgo de deterioro progresivo de la función renal, sobre todo en quienes tienen predisposición o enfermedades previas. Además, durante la eliminación de residuos nitrogenados, el cuerpo pierde más agua, lo que incrementa el riesgo de deshidratación. Si la ingesta de líquidos no es generosa, la probabilidad de desarrollar cálculos renales sube considerablemente.

Desequilibrios nutricionales y reducción de otros nutrientes

Consumir demasiada proteína suele desplazar otros alimentos. La dieta se vuelve menos variada, disminuyendo la presencia de fibra, vitaminas y grasas saludables. Esto lleva a deficiencias nutricionales que pueden afectar la digestión, la función inmunológica, la salud cardiovascular y el metabolismo. La monotonía en la alimentación debilita los beneficios de una dieta equilibrada y puede contribuir a molestias digestivas, fatiga y trastornos metabólicos a mediano plazo.

Consecuencias asociadas al uso excesivo de suplementos proteicos y automedicación

Llevar la proteína al extremo con polvos, batidos o suplementos sin control profesional implica riesgos adicionales. Muchos productos, además de proteína, contienen otros ingredientes que pueden no ser seguros o estar mal regulados. El abuso y la automedicación agravan aún más los efectos negativos, sobre todo en personas inquietas por su aspecto, rendimiento o salud, pero que no buscan asesoría adecuada.

Foto Freepik

Toxicidad y efectos secundarios en órganos clave

El consumo crónico y elevado de suplementos puede generar una sobrecarga hepática y renal. Estos órganos luchan para deshacerse del exceso de residuos metabólicos derivados de la proteína, pudiendo alterar parámetros como los niveles de creatinina y urea. Esto no solo dificulta la interpretación de análisis clínicos, sino que puede llevar a un diagnóstico erróneo de enfermedad renal. Además, algunas investigaciones vinculan el exceso proteico y ciertos suplementos con alteraciones en el perfil lipídico, mayor riesgo cardiovascular y sensibilidad alterada a la insulina, lo que abre la puerta a trastornos metabólicos.

Automedicación y riesgos de productos no regulados

El acceso a suplementos sin receta y la falta de asesoría multiplica los problemas. Muchos productos pueden contener sustancias no declaradas, contaminantes o combinaciones peligrosas, aumentando la probabilidad de toxicidad. El riesgo es aún mayor en quienes presentan antecedentes de enfermedad renal o padecen otras comorbilidades. El uso simultáneo de varios suplementos y la mezcla con fármacos o sustancias anabólicas elevan el peligro. Sin control, la salud queda expuesta a complicaciones graves que pueden pasar desapercibidas durante meses o años.

El consumo de proteína, si bien fundamental, no es sinónimo de salud si no va acompañado de actividad física y supervisión profesional. Mantener el equilibrio entre los nutrientes, ajustarse a las necesidades reales del cuerpo y evitar la automedicación son estrategias clave para proteger órganos vitales. Una dieta bien pensada, variada y con asesoría profesional marca la diferencia entre obtener beneficios sostenibles o exponer el organismo a riesgos innecesarios.

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