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Salud

Evita esta dieta en otoño si no quieres enfermarte, advierte un médico

La llegada del frío trae más resfriados, gripes y molestias respiratorias. Un médico advierte que la dieta que se elige en otoño puede marcar la diferencia entre pasar la temporada con energía o encadenar infecciones. El cambio de estación reduce la humedad, aumenta la exposición a virus y exige más a las defensas. Comer mal puede empeorar ese panorama.

La solución no es complicada. Se trata de evitar una dieta alta en procesados, azúcares refinados y grasas saturadas, y priorizar alimentos frescos. Este enfoque protege el sistema inmune, aporta vitaminas y cuida el intestino, que es una pieza central en la respuesta del cuerpo ante patógenos.

¿Por qué una dieta alta en procesados debilita tus defensas en otoño?

Una alimentación cargada de ultraprocesados, azúcares y grasas saturadas dispara la inflamación de bajo grado. Esa inflamación altera la coordinación del sistema inmune y reduce su capacidad para contener virus comunes. En estaciones frías, ese impacto se nota más, porque las vías respiratorias están secas y el cuerpo ya trabaja a contrarreloj.

Los ultraprocesados suelen desplazar alimentos ricos en vitamina C, D, zinc y antioxidantes. El resultado es un menú pobre en micronutrientes clave, lo que limita la producción de anticuerpos y debilita las barreras mucosas. Expertos de salud recomiendan recortar estos productos y apostar por alimentos de temporada, con el objetivo de reforzar las defensas y reducir el riesgo de infecciones respiratorias.

El exceso de azúcar y grasas de mala calidad también altera el microbioma intestinal, que es un aliado del sistema inmune. Un intestino empobrecido en fibra y polifenoles pierde diversidad bacteriana, lo que afecta señales que activan y regulan a las células inmunes. Esta cadena de efectos deja al organismo más expuesto a resfriados y a una recuperación más lenta.

A todo esto se suma el cansancio. Una dieta con productos muy calóricos pero vacíos en nutrientes genera picos de glucosa y bajones de energía. Cambiar a un patrón con comida real ofrece energía sostenida, mejor sueño y menos inflamación. En la práctica, esto se traduce en menos días enfermo, menos interrupciones en el trabajo y más capacidad de entrenar sin recaídas.

La advertencia médica sobre planes extremos también encaja en este contexto. Un protocolo que excluye casi todas las frutas, la mayoría de verduras y fuentes de fibra, como el ceto rígido, puede disminuir anticuerpos protectores y modificar células del sistema inmune. Además, al suprimir casi todos los carbohidratos, obliga al cerebro a usar cuerpos cetónicos como combustible, cuando necesita un suministro constante de glucosa. En algunos casos, como epilepsia resistente, ese plan se aplica con control clínico. Para el resto, y sobre todo en otoño, el consejo es tratarlo como algo transitorio y con supervisión.

¿Cómo los azúcares refinados aumentan el riesgo de infecciones?

El azúcar en exceso bloquea la función de neutrófilos y macrófagos por horas. Esto frena la capacidad de atacar microbios en el momento en que más se necesita. Refrescos, pasteles, galletas y caramelos son ejemplos cotidianos que elevan la glucosa e inflamación.

Mejor elegir frutas enteras, yogur natural o chocolate alto en cacao. Una infusión con canela o un vaso de agua con gas y limón calman la ansiedad por dulce sin castigar al sistema inmune. Un desayuno con avena, fruta y frutos secos evita picos de azúcar y favorece una respuesta inmune estable.

Foto Freepik

El peligro de las grasas saturadas y comidas pesadas

El exceso de grasas saturadas potencia la inflamación y reduce la eficacia de las barreras mucosas que protegen nariz y garganta. Platos muy grasos, como frituras frecuentes o salsas densas, cargan el sistema digestivo y restan recursos a las defensas. En otoño, muchas mesas se llenan de guisos pesados y snacks fritos. Ajustar las recetas con aceite de oliva, legumbres y verduras mejora el perfil antiinflamatorio sin perder sabor.

La hidratación también suma. Mucosas bien hidratadas atrapan mejor los virus y evitan microfisuras que facilitan infecciones. Sopas ligeras, caldos claros, agua y tisanas ayudan a mantener esa barrera en buen estado. Un hábito tan simple refuerza el terreno donde el virus intenta entrar.

Alimentos recomendados para fortalecerte contra el frío otoñal

La estrategia es clara. Elegir alimentos frescos, de temporada y variados, ricos en vitamina C, D, zinc y antioxidantes, potencia el sistema inmune. Las guías y consejos profesionales insisten en frutas cítricas, verduras de hoja verde, crucíferas, setas, frutos secos y semillas. Estos alimentos nutren, sacian y cuidan el microbioma.

Las frutas cítricas aportan vitamina C y compuestos vegetales que ayudan a reducir la duración del resfriado. Las verduras de hoja verde concentran folatos, magnesio y antioxidantes que apoyan la producción de células inmunes. El ajo y el jengibre suman compuestos antimicrobianos y antiinflamatorios. Elegir productos de temporada mejora sabor y densidad nutricional, además reduce huella ambiental.

Un detalle práctico marca la diferencia. Combinar buena alimentación con hábitos de higiene, como lavarse las manos, ventilar espacios y dormir lo suficiente, cierra el círculo. Comer bien no reemplaza estos cuidados, pero los potencia. Un cuerpo alimentado con comida real responde mejor al estrés térmico y a los virus del entorno.

Otro pilar es la vitamina D. Aunque el sol baja en otoño, conviene salir a caminar y exponer cara y brazos unos minutos, si el clima lo permite. Setas, huevos y lácteos enriquecidos aportan un extra. El zinc de las legumbres, las semillas y los frutos secos ayuda a la reparación de tejidos y a la función de enzimas defensivas.

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Frutas y verduras de temporada que impulsan tu inmunidad

La naranja brilla en otoño por su vitamina C y sus flavonoides, ideales para acortar síntomas de resfriado. El brócoli reúne vitamina C, fibra y sulforafano, un compuesto que apoya rutas antioxidantes del cuerpo. La espinaca suma folato, hierro y carotenoides, útiles para que las células inmunes trabajen con eficiencia.

Estos alimentos son fáciles de integrar en el día a día. Un salteado de brócoli con aceite de oliva, una crema de espinacas con nuez moscada, o una ensalada con gajos de naranja y semillas, aportan color y defensa. Al estar en temporada, su perfil de antioxidantes y su sabor suelen ser mejores.

Incluye ajo y jengibre en tus comidas diarias

El ajo contiene compuestos sulfurados que apoyan la respuesta antimicrobiana y modulan la inflamación. En sopas, sofritos o aderezos, realza el sabor y fortalece el plato. El jengibre ofrece gingeroles con efecto antiinflamatorio suave y agradable. Un caldo con jengibre, una infusión tibia con limón o un salteado con verduras son formas sencillas de usarlo.

Ambos crean un entorno menos favorable para que los virus se instalen. Si se suman a una base de verduras, legumbres y granos integrales, el beneficio es mayor. No se trata de milagros, se trata de poner más herramientas en el mismo equipo.

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