¿Existe un tipo de sangre que sea más resistente al cáncer?

La idea de que algún tipo de sangre protege frente al cáncer circula desde hace años. Muchas personas han oído que el grupo O tendría menos riesgo, casi como si fuera un escudo natural. En un contexto en el que, solo en países como Francia, se diagnostican cientos de miles de nuevos casos de cáncer cada año, es normal que esta pregunta genere interés y preocupación.
La realidad es menos simple. El grupo sanguíneo puede influir un poco en la probabilidad de ciertos tumores, sobre todo digestivos, pero los grandes protagonistas siguen siendo los hábitos de vida: tabaco, alcohol, peso y sedentarismo.
Qué dicen los estudios sobre tipo de sangre y riesgo de cáncer
La ciencia lleva décadas analizando la relación entre los grupos ABO, es decir A, B, AB y O, y diferentes tipos de cáncer. Los grandes estudios poblacionales y varios metaanálisis han encontrado diferencias pequeñas, aunque reales, en el riesgo relativo de algunos tumores. Los más estudiados son el cáncer de estómago y el cáncer de páncreas.
En conjunto, los resultados apuntan a variaciones del orden de un 10 a un 25 por ciento, bastante lejos de cualquier idea de protección absoluta o condena segura. En Europa, grupos del INSERM y de hospitales universitarios siguen profundizando en estas relaciones, y trabajos recientes recuerdan que los datos aún no son definitivos, sobre todo en la era posterior a 2020.
Grupo O, ¿realmente más protegido frente a algunos tumores?
Varios estudios han observado que el grupo O presenta, en promedio, un riesgo algo menor de cáncer de estómago y cáncer de páncreas comparado con otros grupos. Esa diferencia se expresa en forma de riesgo relativo algo más bajo, pero no significa ni inmunidad ni ausencia de casos graves en personas con este grupo sanguíneo.
Además, investigaciones recientes matizan la idea de “grupo O siempre favorable”. En algunos tumores, como ciertos cánceres ginecológicos, se han descrito incluso riesgos algo más altos en personas con grupo O. El mensaje clave es que la etiqueta del grupo sanguíneo no define por sí sola el destino oncológico de nadie.
Grupos A, B y AB: riesgos ligeramente distintos, pero sin alarmas
El grupo A se ha vinculado en distintas series de pacientes con un riesgo algo mayor de cáncer de estómago y cáncer de páncreas en comparación con el grupo O. El grupo AB se ha asociado en algunos trabajos con más casos de cáncer de hígado, aunque los resultados cambian según la población estudiada.
Para el grupo B y el propio grupo AB, las cifras son menos estables y varían según el tipo de tumor y el país. En todos los casos, los aumentos de riesgo relativo siguen siendo modestos. Una persona con grupo A o AB no está “condenada” a tener cáncer, de la misma forma que alguien con grupo O no está “a salvo”.
Por qué el tipo de sangre podría influir en algunos cánceres
Las posibles explicaciones se centran en los antígenos del sistema ABO, que son las moléculas que definen si una persona pertenece al grupo A, grupo B, grupo AB o grupo O. Estas estructuras no solo aparecen en los glóbulos rojos, también están en la superficie de muchas células del organismo.
Estos antígenos podrían influir en procesos clave como la inflamación crónica, la coagulación y la respuesta inmune. También se ha observado que el sistema ABO puede cambiar la forma en que el cuerpo reacciona frente a ciertas infecciones, por ejemplo la bacteria Helicobacter pylori, conocida por aumentar el riesgo de cáncer de estómago.

Papel del sistema inmune, la inflamación y las infecciones
Los antígenos ABO forman parte del “carné de identidad” de cada célula. Esa tarjeta de presentación puede modificar cómo las defensas reconocen las células propias y las alteradas, incluidas las tumorales. Cambios en la respuesta inmune podrían hacer que ciertos tejidos sean algo más vulnerables a la transformación cancerosa.
Las infecciones también entran en juego. Helicobacter pylori, que vive en la mucosa gástrica, se relaciona con más casos de úlcera y de cáncer de estómago. Algunos estudios sugieren que esta bacteria se adhiere de forma distinta según el grupo sanguíneo, lo que podría explicar pequeñas diferencias de riesgo. Son hipótesis interesantes, todavía en fase de estudio y lejos de traducirse en pruebas clínicas rutinarias.
El tipo de sangre importa menos que los hábitos de vida
Cuando se comparan estas diferencias modestas entre grupos sanguíneos con los grandes factores de riesgo, la perspectiva cambia por completo. El tabaco, por ejemplo, multiplica varias veces el riesgo de cáncer de pulmón y está detrás de alrededor de una quinta parte de todos los nuevos casos de cáncer cada año en países como Francia. El alcohol se vincula con distintos tumores y se estima que está implicado en cerca de un 8 por ciento de los diagnósticos.
El exceso de peso y la falta de actividad física también ganan peso en las estadísticas, con más tumores de colon, mama o endometrio. Frente a estos impactos, las variaciones relacionadas con el grupo A, el grupo B, el grupo AB o el grupo O resultan pequeñas. Conocer el tipo de sangre no cambia las recomendaciones básicas de prevención.
Cómo cuidarse esté donde esté en la tabla de grupos sanguíneos
Para reducir el riesgo de cáncer, las pautas son las mismas para una persona con grupo O que para otra con grupo A, grupo B o grupo AB. No fumar, limitar el alcohol, mantener un peso saludable, moverse a diario y participar en los programas de cribado de cáncer recomendados por edad y sexo ofrece mucha más protección que cualquier diferencia genética del sistema ABO.
Ante dudas sobre el propio riesgo, la mejor estrategia pasa por comentar la historia personal y familiar con el equipo médico, sin alarmas innecesarias y con información clara. Los estudios sobre grupos sanguíneos ayudan a la ciencia a entender mejor por qué algunas personas enferman y otras no, pero la protección real frente al cáncer se construye cada día, con decisiones de estilo de vida y con la participación en la detección precoz cuando corresponde.
